Reciclando envases de plástico logran construir una vivienda digna y totalmente ecológica.
En la punta más al este de la Argentina, en Puerto Iguazú, en Misiones, Alfredo Santa Cruz y su mujer, Rosana, escuchan pacientemente el enésimo reclamo de su hija menor. Quiere una casita para sus muñecas. La vio en la televisión y… ¿por qué no?
La casita de muñecas que sale en televisión no se vende en el paraje donde viven Alfredo y su familia. Y aunque se vendiese no tendrían con qué comprarla. Son artesanos y suelen llegar con lo justo a fin de mes. Con restos de plástico hacen flores, juguetes y arbolitos de navidad.
Una casita para las muñecas de Eloisa, la hija menor de Alfredo. Así surgió el proyecto que permite la reutilización de botellas de plástico en Iguazú. Los artesanos se valieron de la destreza de sus manos para encastrar botellas plásticas de dos litros.
Con 600 botellas rescatadas de la basura hicieron la casa de muñecas y les quedó para siempre una enseñanza que les ha cambiado la vida. Aprendieron a reconsiderar el valor de la materia prima y vuelven a utilizar todo lo que les sea posible. Inmediatamente después del albergue de muñecas inaugural vinieron experiencias que los han hecho famosos por la divulgación ambiental que emprendieron recorriendo diferentes regiones del país con la casa al hombro. Literalmente.
El procedimiento que desarrollaron los artesanos de Puerto Iguazú para hacer los ladrillos plásticos consiste en unir una botella de dos litros con la mitad de otra por la parte de atrás. Es una técnica de encastre que no requiere relleno, experimentan poniendo papeles de chupetines o caramelos para despertar el interés de los más chicos durante el proceso de construcción, pero las paredes no lo necesitan porque luego se revocan de ambos lados con el material tradicional.
Así levantaron la casa para las muñecas y otra que, si bien es un prototipo, incluye sillones, camas y hasta un armario confeccionados con botellas que contuvieron agua, gaseosas u otros refrescos.
Todo transportable. Hasta los muros. Es algo más que una casa de juguetes, les sirve para divulgar la posibilidad de construir a bajo costo, pero resulta insuficiente para una vivienda familiar: mide 3,50 por 3,50 metros. Una casa portátil que pueden arrastrar con un antiguo Renault 12 por caminos que jamás habían pensado Alfredo y Rosana.
En el norte, como en tantos lugares del país, la gente hace sus casas con lo que encuentra por ahí. Revuelven en la basura buscando los materiales que les puedan servir. Así es dable ver, en los miles de basurales que todavía hay en el territorio, a familias enteras con los trastos al hombro. Las cosas que hacen de casas se amontonan unas con otras. Los materiales (cartones, chapas y plástico negro) son altamente inflamables y, si se prenden fuego, el incendio se propaga rápidamente. Cuando los “ladrillos” están hechos con botellas de plástico, se derriten o achicharran pero el foco no se extiende. “Las casas son más seguras”, sostiene con orgullo, Alfredo Santa Cruz. Lo ha repetido cien veces en los barrios pobres, frente a mujeres y hombres sin trabajo que —al escucharlo— sienten más cerca la posibilidad de tener una habitación salvando parte de los riesgos de vivir eternamente entre ruinas.
“La casa ecológica de botellas”, de Misiones, cerca de las Cataratas del Iguazú, es hoy un emprendimiento familiar que armoniza acciones solidarias con el ecoturismo (miles de visitantes pasan a conocerla) y la divulgación de mejores prácticas ambientales.
Dice Alfredo: “para la construcción usamos botellas, latas, sunchos y Tetra Pak. Los sacamos de circulación, y demostramos que con la reutilización de los residuos, especialmente las botellas PET, bajaríamos la liberación de dióxido de carbono producida cuando se quema la basura a cielo abierto: la contaminación es similar a miles de autos con el motor en marcha”.
Una casa como la que diseñó Alfredo en el barrio Las Orquídeas de Puerto Iguazú sirve para reutilizar 1.200 botellas plásticas, tipo PET (conforman las paredes), 1.300 cajas de leche y vino de Tetra Pak (se usan para cubrir el techo) y 140 cajas de discos compactos (configuran puertas y ventanas). Además habría que sumar las 120 botellas que insume el sofá y otras 200 necesarias para la cama.
En el sitio sites.google.com/site/la-casadebotellas2 se pueden encontrar más detalles sobre esta casa ecológica.
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Una casa para los hijos de María
En el centro norte del país, los hijos de María Díaz y Graciela Cimino van juntos a la escuela. Viven en Roldán, una ciudad de 15 mil habitantes, a unos 30 kilómetros de Rosario, en la provincia de Santa Fe.
Los hijos de Graciela duermen en una casa de material pero los de María no. Con su esposo son albañiles, tienen terreno pero no vivienda. Hay unas chapas, hay barro, pero no agua ni cloacas. Un día, Graciela recibió un e-mail con fotos que mostraban la construcción de diferentes habitaciones con el método de las botellas de plástico. Y le dijo a María: “¿Qué te parece si empezamos a juntar botellas?”. De este modo nació la idea de construir una casa de verdad pero con envases de vidrio o plástico que habían sido desechados. Lo que hizo después valió tanto la pena que las animó a seguir hasta el final. Graciela invitó a mujeres amigas por Facebook, la red social virtual más famosa del mundo, a que se sumen aportando envases. Finalmente, juntaron 5.000.
Además de Graciela y sus amigas de Facebook, toda la comunidad, incluidos los bomberos voluntarios, la escuela y la FM local, se sumaron al proyecto. Incluso llegó a oídos de Ingrid Vaca Diez, quien desde Bolivia, donde vive, les pidió que llevaran a cabo la tarea paciente de tomar las botellas por el pico y llenarlas una a una con arena o tierra según convenga.
Esta mujer desarrolla una técnica para el tratamiento de los residuos aplicados a la vivienda que ya empieza a ser famosa en todo el mundo y se aplica en Bolivia, Guatemala y México. Utiliza botellas de vidrio y plástico para construir casas enteras, habitables, de buen diseño y reconocida fortaleza. Se sintió tan entusiasmada por la iniciativa que decidió ir a Roldán.
Ingrid Vaca Diez llegó a la Argentina en el verano de 2010, sin cobrar un peso para asesorar a la gente de Roldán. Es una mujer curtida e indoblegable. En su lugar de nacimiento, War- nes, a 30 km de Santa Cruz de la Sierra, es una abogada de buena reputación pero el trabajo social la tiene en su salsa: ha construido viviendas de este tipo en su país.
Para levantar la casa que pronto tendrán María y sus hijos se necesitarán unas 10.000 botellas de dos litros (se calculan unas 81 botellas por metro cuadrado). Se pegan con una especie de adobe preparado con tierra, agua y un poco de cal. El encadenado y los cimientos son de mate- rial, las aberturas, de madera local, el techo, de chapa. En unos tres meses, antes de fin de año, la inaugurarán (www.casasdebotellas.org).
Las casas de botellas son sustentables. Es una manera de darle un tratamiento coherente a los residuos que generamos, en este caso tras la utilización, por única vez, de plástico o vidrio como envase de diferentes líquidos. Pero hay algo más, relacionado con el espíritu solidario: nuestra responsabilidad frente al semejante.
Las motivaciones nacen tras pensar en el otro. Recapacitar sobre la cultura ambiental adquirida significa también ocuparnos de revisar las conductas que asumimos ante los demás. Pensar y razonar de un modo diferente nos permitirá obtener soluciones interesantes, alternativas e ingeniosas.
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