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¿Por qué tiene tan mala fama «perder el tiempo»?

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La pereza es un placer culposo. Adelante, vea más maratones de realities. Nuestras satisfacciones “pedestres” no son tan malas para nosotros después de todo.

Todos los tenemos: programas de TV y películas que nos fascinan aunque sabemos lo malos que son. Novelas comunes que no podemos dejar. Terribles canciones pegajosas que odiamos amar.

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Estos son nuestros placeres culposos, lo que podríamos llamar la comida chatarra de nuestra dieta de medios. Como se usa de manera despectiva, el término placer culposo es un chiste del que nos solemos reír. Pero si ese chiste es de algo que nos trae dicha verdadera y no le hace daño a nadie, ¿de qué nos reímos entonces? ¿No deberíamos ser libres de disfrutar lo que queramos?

“Un placer culposo es algo que disfrutamos, pero sabemos que, o bien supuestamente no debería gustarnos o que el que nos guste dice algo negativo de nosotros”, dice la doctora Sami Schalk, profesora adjunta de estudios de género y de la mujer de la Universidad de Wisconsin-Madison. ¿Qué separa a algunos eventos televisivos importantes de otros? La idea de avergonzarse por ver los Óscar o las finales de la NBA parece ridícula. Entonces, ¿por qué el final de El soltero (The Bachelor) es distinta?

¿Qué son los placeres culposos?

Los estudios muestran que tener los llamados placeres culposos pueden traernos beneficios. Así que, ¿cómo llegamos al punto en el que debemos darnos permiso de disfrutar lo que disfrutamos?

Más allá del miedo de cómo nos perciben los demás, tendemos a lidiar con un perfeccionismo que surge de las “raíces sumamente puritanas” de nuestra cultura, donde el placer es visto “como pecaminoso y malo y autocomplaciente”, según Shalk.

O, como mínimo, debemos ganárnoslo. ¿Cuántas veces nos decimos a nosotros mismos cosas como, “me he portado bien toda la semana, así que merezco un poco de helado” o “fui a caminar en la mañana, así que voy a descansar en la tarde”? Pero toda esa culpa va en contra nuestra naturaleza humana”.

“Hay una razón por la que nuestros cuerpos, literalmente al nivel nervioso, están programados para sentir placer”, dice Adrienne Maree Brown, autora de “Activismo: la política de sentirse bien”. Para ella, el activismo del placer —difundir el mensaje de que merecemos divertirnos— se trata de combatir la idea opresora de que el placer no es parte natural de la vida o que solo algunos merecen pasarla bien.

Sugiere preguntarse, “¿por qué me avergüenza tanto esto si no causa daño, ni a mí ni a nadie?”

Después de todo, ver siete episodios de Amas de casa desesperadas de corrido o “desperdiciar” la tarde viendo dos partidos seguidos de fútbol no va a derretirnos el cerebro. De hecho, los estudios sugieren que “jugar un videojuego o ver una película o un programa de televisión puede restaurar algunos recursos psicológicos”, según la doctora Robin Nabi, una profesora de comunicaciones de la Universidad de California, en Santa Bárbara, que se especializa en los efectos de los medios en las emociones.

Aunque los beneficios aún deben estudiarse a largo plazo y nuestros problemas no van a desaparecer por arte de magia cuando apagamos la tele, el descanso puede disminuir los niveles de estrés. Quizá, más importante aún, dice Nabi, “mejora cómo percibe su propia habilidad para lidiar con ellos”. El permitirnos disfrutar de un descanso también es una parte clave de la autocompasión, que ayuda a combatir la ansiedad y la depresión.

“Cuando descansamos, creemos que debemos usar ese tiempo para ser”, dice la doctora Kristin Neff, una profesora adjunta de psicología educativa de la Universidad de Texas, en Austin. Aunque eso “puede ser un beneficio para la supervivencia”, apunta, pensar constantemente en problemas hipotéticos “no es tan bueno para la felicidad”.

Tomarse un descanso mental y disfrutar algo que no requiere de una intensa concentración intelectual nos distrae de la constante resolución de problemas, dice Nabi. Eso nos ayuda de muchas maneras. Los “estados de flujo”, como la meditación, el deporte, y sí, el consumir medios, puede ayudar a que nuestro cerebro descanse y se recupere al aliviarlo de estar resolviendo problemas constantemente. Tales descansos también pueden mejorar nuestra habilidad para lidiar con el estrés y recargar nuestras baterías, por decirlo de alguna manera.

“Tenemos la idea cultural de que el consumo de medios debe ser edificante, y que lo que hacemos debe ser para crecer y desarrollarnos”, dice Nabi. “No nos enfocamos tanto en relajarnos y en jugar y en disfrutar y en divertirnos, y estos son aspectos muy importantes de los seres humanos”. Y sentirnos culpables por las actividades que disfrutamos o criticarlas puede restarle valor a los beneficios que nos ofrecen.

En primer lugar, si estigmatizamos un comportamiento para luego adoptarlo, es fácil que nos excedamos, lo que puede resultar en sentirnos culpables y no tan satisfechos. En un estudio, las personas a dieta que habían aprendido autocompasión fueron menos propensos a comer de más tras consumir comida chatarra, mientras que aquellos que solo seguían dietas restrictivas fueron más duros con ellos mismos.

Mientras que la culpa a veces puede ser un motivador saludable que nos impulsa a cambiar comportamientos que no nos gustan, su contraparte, la vergüenza —ese sentimiento doloroso de que nuestro comportamiento nos hace malas personas— nunca es productiva. Cuando criticamos lo que nos gusta ver en TV, por ejemplo, no solemos describir un comportamiento que buscamos cambiar, así que los sentimientos negativos no son particularmente productivos o útiles.

Brown nos recuerda que es normal, y hasta saludable, aceptar nuestra necesidad de placer. Pero advierte: demasiado de algo bueno nunca es algo bueno, y por eso, entender y aceptar lo que nos da placer es crucial para encontrar el balance correcto.

Eliminar nuestra vergüenza autoimpuesta de nuestros intereses puede fortalecernos, y por eso es hora de abandonar el término placer culposo de nuestro vocabulario colectivo.

Una buena razón para hacerlo es que, hablar de nuestros intereses y metas en común, cualesquiera que sean, es una manera de conectar con los demás. El valor más importante de un placer culposo quizá sea el vínculo que puede crear entre personas que lo comparten. Nunca encontrará esas conexiones si no cuenta nada. Así que deje de disculparse. Hable de sus pasatiempos. Quizá descubra que elimina toda culpa residual y permite descubrir aún más cosas que disfrute.

“La mayoría del tiempo, se habla de los placeres culposos en términos de género”, dice Schalk. Pero, apunta, puede ayudar el considerar sus gustos específicos. “Seguramente no le gustan todas las bandas juveniles, así que, ¿qué tiene la música de esa en particular? Sea lo que sea, encuentre su nicho y vaya a él. Y no se avergüence de lo que sea, porque claramente está encontrando un beneficio”.

New York Times (1º de julio, 2019), Copyright © 2019 por New York Times, nytimes.com.

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