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Modales y obligaciones sociales

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Todos sabemos que existen normas sociales que, aunque no se expliciten, están tácitamente impuestas. Pero… no todos las cumplen. Leé esta nota para saber qué hacer en algunas de esas situaciones incómodas.

Estoy en la caja rápida y la persona delante de mí tiene el carrito lleno

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Hablá con el encargado: los compradores que se colocan en la caja rápida cuando no les corresponde enfurecen a cualquiera en esta época en la que vivimos tan apurados. Algunos de estos compradores, con carritos repletos, son simplemente groseros. Pero otros podrían estar cometiendo un error sin intención alguna. No depende de vos confrontarlos o pedirles que se cambien a otra fila. Es responsabilidad del supermercado hacer cumplir la regla de los diez productos o menos. Si notás que este problema ocurre a menudo, preguntale al gerente si puede hacer algo para asegurar que las filas rápidas funcionen como es debido. Y asegurate de controlar tu propio carrito antes de mirar el de otros. Si te das cuenta de que tenés uno o dos productos de más, probablemente no pase a mayores. Pero si notás que te pasaste demasiado del límite de la fila rápida, pasate a otra fila.

 

Me olvidé el nombre de un conocido

Reconocelo con una sonrisa. No te mortifiques si te olvidás el nombre de un conocido o un compañero de trabajo. Estas cosas le pueden pasar a cualquiera. Simplemente decí: “Uy, me olvidé tu nombre”, y prometé con una sonrisa recordarlo para la próxima. Cuando la persona te repita su nombre, repetilo en voz alta para poder recordarlo mejor.

 

Me confundí el nombre de una persona y cometí un grave error

Disculpate y olvidá el asunto. Si hay algo peor que olvidarse el nombre de alguien es llamarlo por el nombre equivocado. Por ejemplo, hablarle al nuevo marido de una amiga y llamarlo por el nombre del ex. O dirigirte a tu nuevo jefe con el nombre del jefe destituido. Reconocé tu error con un poco de humor. Quizá puedas decir: “Sí, ya sabía: Miguel, ¡no Tomás!”. Disculpate por el descuido y olvidate del asunto. Si efectivamente el descuido ofendió a una persona con autoridad, como tu jefe, a quien no le resultó ingeniosa la manera en que trataste de remediar tu error, podés enviarle una nota más tarde pidiéndole disculpas nuevamente por el desliz.

 

Realmente metí la pata

No lo niegues, simplemente decí cuánto lo lamentás. Redactaste un mensaje de correo electrónico ofensivo sobre alguien y te das cuenta de que se lo enviaste a esa persona de manera accidental. O simplemente te burlaste de un conocido que estaba parado a tu lado sin que lo supieras. Ya que la tierra no se abrirá para tragarte, sin importar cuánto desees que eso suceda, tendrás que lidiar con el problema. Debés ofrecerle una disculpa y tiene que ser buena. No digas: “No estaba hablando en serio”. Es probable que sí hayas hablado en serio y negarlo sólo agravaría el error. En otras palabras, no te disculpes por lo que pensás, sentís o dijiste acerca de una persona. En cambio, pedí disculpas por los efectos causados por tus palabras. Probá decir algo como: “No hay disculpas suficientes por los comentarios descuidados que hice. Fue cruel y tonto de mi parte y no merecés la vergüenza o enfado que te provoqué”. Disculpate profunda y sinceramente y no vuelvas a tocar el tema. No prolongues la explicación ni vuelvas a traer a colación más tarde cuánto lo sentís.

 

Me encontré con un amigo que no me invitó a su boda

Olvidá y perdoná. Tu círculo de amigos de la escuela juró amistad eterna. Y por ello te sentiste herido cuando, cinco años después de graduarse, uno de ellos invitó a todos a su boda excepto a vos. Te encontrás con él en una reunión y te sentís incómodo. En este caso, comportate con altura y no menciones el hecho de que no fuiste invitado a la boda. Tal vez tu amigo no quería comprometerte a comprar un pasaje aéreo sabiendo que vivís muy lejos del lugar donde la ceremonia se iba a llevar a cabo. O quizá el resto del grupo mantuvo un contacto más cercano con el novio que vos. Cualquiera sea el motivo, no hagas un escándalo por eso. Cuando veas a tu amigo, felicitalo por su boda y deseale lo mejor a él y a su esposa.

 

Un extraño me preguntó algo personal

Contestale con educación, pero no te extiendas. Quizá si estás embarazada, o tu hijo tiene una mancha de nacimiento o una discapacidad, o adoptaste a un niño de otra raza, probablemente, consideres que estas cuestiones son exclusivamente de tu incumbencia. Sin embargo, lamentablemente hay muchas personas demasiado curiosas. Aunque dichas preguntas son sin duda de mala educación, decirle directamente al curioso que se meta en sus asuntos no es la manera apropiada de comportarse. Seguramente, quién preguntó no tuvo la intención de ser grosero. Otorgales el beneficio de la duda. Tené preparadas algunas respuestas amables, pero no proporciones demasiada información. Decí algo así como: “Sí, estoy esperando un bebé” o “Sí, es adoptada”. Y continuá con: “Realmente estoy muy apurada” y seguí caminando.

 

Mi amigo tiene mal aliento

Ofrecele una pastilla de menta. ¿Cómo decirle a un amigo que tiene un aliento que podría matar al mismísimo demonio? Aquí te ofrecemos una manera fácil y sutil: comé una pastilla de menta o un chicle y luego convidale a tu amigo. De esta forma, no estarías diciendo nada en forma abierta y, si acepta la oferta, todos saldrán favorecidos. ¿Y si no lo hace? En ese caso, todo depende de cuán fuerte sea el lazo de amistad. Podés arriesgarte a ofender a tu amigo con la verdad o bien ignorar el problema y retirarte para respirar aire fresco.

 

 

 

Seguir o no seguir las normas de protocolo, ¡esa es la cuestión!

 

El protocolo no es exclusivo de la aristocracia. Su propósito es mejorar la calidad de vida, sin importar la clase o situación social. He aquí algunas opiniones sobre cómo los buenos modales benefician a cualquiera:

• “La gente me dice que la etiqueta es pedantería. Pero no es así. La etiqueta se trata de generosidad, cortesía y respeto”, Melenie Broyles, fundadora de Etiquette Saint Louis, una organización que dicta clases de etiqueta.

 

• “El protocolo es sólo un conjunto de normas que evolucionan junto con nuestra cultura. Se habla de protocolo de viajes, protocolo de fallecimientos, protocolo telefónico y de Internet. Existen reglas para todo”, Lisa Mirza Grotts, experta en protocolo del gobierno de la ciudad de San Francisco, EE.UU., y fundadora de una consultora de etiqueta llamada AML Group.

 

• “La etiqueta ayuda a allanar el camino en distintas situaciones. Se trata de ser considerado y respetuoso, honesto y amable. Se basa en la consideración y el respeto: en ser capaces de comprender cómo desean ser tratadas las personas. Mucho depende del sentido común y otro tanto de la situación”, Peggy Post, escritora, columnista y bisnieta postiza de la pionera estadounidense en protocolo Emily Post.

 

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