Una pequeña distracción al volante puede ser mortal. Las recomendaciones y experiencias que pueden ayudar a tener más conciencia en el momento de manejar.
Comenzaba a oscurecer cuando Daniel Votiritsa subió con su auto a la autopista, en marzo de 2003. Mientras manejaba, el hombre iba hablando por su teléfono celular con su esposa. De repente, se dio cuenta de que se acercaba a la bajada de la autopista que debía tomar para llegar a su casa por lo que se cambió bruscamente del carril del medio al de la derecha (de menor velocidad). Votiritsa nunca se percató del auto que transitaba por ese carril, un Toyota Corolla, y lo chocó. El impacto catapultó imprevistamente al Toyota al carril más rápido y una vez allí, una camioneta lo embistió de manera violenta. El auto chocado era manejado por Carlos Gaulkin, de 38 años; hoy Claudia, su viuda, cuida sola a sus tres pequeños hijos.
Puede parecer obvio que cuando un conductor deja de prestar atención al camino —aunque sólo sea por unos segundos—, el riesgo de sufrir un accidente aumente. Pero, aun así, prácticamente la totalidad de los conductores admite cambiar el dial de la radio, atender a sus hijos en el asiento trasero o fumar un cigarrillo mientras el auto está en movimiento. De esta manera, en apenas un instante, el conductor se encuentra en otro carril o demasiado cerca del vehículo que va adelante y con muy poco tiempo para enmendar un error. Quizás una vez estuvo cerca… pero ¿qué ocurrirá la próxima?
Las distracciones al volante son una de las causas que ocasionan la muerte de 22 personas por día en accidentes del tránsito en la Argentina. Distintas investigaciones e informes afirman que:
• De un total de 4.500 accidentes graves analizados, más de la mitad fueron generados por distracciones (limpiar algo dentro del vehículo, mirarse al espejo, comer o beber mientras se maneja, entre otros). Según el Centro de Experimentación y Seguridad Vial (CESVI), un 90 por ciento de los accidentes es causado por errores humanos, un 7 por ciento por fallas mecánicas del vehículo y el 3 por ciento restante por factores externos.
• Manejar distraídos parece ser, por momentos, un deporte nacional. De acuerdo con un análisis de las reconstrucciones de 1.784 accidentes del tránsito realizado por el CESVI, las distracciones y el uso del celular provocaron el 21,2 por ciento de los accidentes (en primer lugar se ubicó la invasión de carril con el 38,1 por ciento).
• Una encuesta del mismo centro reveló que los conductores conocen el peligro que representan las diversas distracciones: para el 54 por ciento, hablar por celular era la acción que mayor distracción generaba durante el manejo, luego se mencionaron los carteles de publicidad (14 por ciento), viajar con niños (10 por ciento), hablar con los acompañantes (9 por ciento), tomar mate (9 por ciento) y prender la radio (4 por ciento).
• Los adolescentes, obsesionados con la alta tecnología, son quizá los más propensos a distraerse mientras manejan. Expertos de la Asociación Civil Luchemos por la Vida aseguran que durante los fines de semana, aunque la densidad del tránsito es menor, los siniestros aumentan un 20 por ciento y hay jóvenes accidentados en el 45 por ciento de los mismos.
“Generalmente, los jóvenes asumen más riesgos por desconocimiento y porque son fáciles de influenciar. Son mucho más adeptos a las nuevas tecnologías, como los mensajes de texto en el celular, y no creen que éstos puedan llevarlos a correr un riesgo”, afirma Marcelo Aiello, gerente de Relaciones Institucionales del CESVI.
Contrariamente a lo que se cree, las distracciones al volante no se producen exclusivamente por el uso del celular: el cigarrillo también puede ocasionar accidentes del tránsito. “Las personas que fuman en el auto duplican la posibilidad de sufrir un accidente, no sólo por la acción de fumar sino también por las molestias visuales, causadas por el humo, y la intoxicación con monóxido de carbono que disminuye la atención”, explica Reynaldo Smith, director del programa médico para dejar de fumar Respire (www.respireonline.com)
Paula Rodríguez tenía 18 años cuando le pidió el auto prestado a su padre para ir a hacer algunas compras al centro comercial del barrio privado donde vivía, en la localidad bonaerense de Del Viso. A mitad de camino, la joven prendió un cigarrillo. A las pocas pitadas, la chica notó que una ceniza había caído en su falda. Asustada y para no quemarse, soltó el volante e intentó sacarse de encima las cenizas. Lógicamente el auto siguió su marcha y terminó incrustándose en un poste de luz que destrozó el techo de su vehículo. Por suerte, Rodríguez resultó ilesa pero arruinó la red de electricidad de toda esa manzana del barrio privado.
Un estudio de la Dirección General de Tráfico de España afirma que el hecho de encender un cigarrillo lleva no menos de 4,1 segundos. En ese tiempo, a 100 kilómetros por hora, se recorren 113 metros sin las dos manos sobre el volante. En promedio, un fumador demora unos 3,4 minutos en consumir el cigarrillo mientras maneja y, si cada cigarrillo se consume en diez pitadas, se necesita llevar el brazo a la boca unas diez veces.
Otra de las costumbres muy arraigadas en los conductores es tomar mate dentro del auto, sobre todo cuando se trata de viajes largos. Pero un poco de agua caliente que se vuelque sobre las piernas de quien maneja, bastará para ocasionar un accidente.
Aparentemente, los conductores hacen de todo en sus autos, menos concentrarse en manejar. Para muchos, el auto es una prolongación de su oficina o de su trabajo y eso genera problemas.
Incluso son llamativas —de acuerdo con lo que los conductores confiesan— las actividades que se desarrollan en simultáneo con la conducción. No se trata solamente de hablar por celular, prender un cigarrillo o cambiar la estación de la radio, sino que también son muchos los que comen, buscan los anteojos en sus carteras, consuelan a los niños. Los hombres incluso se afeitan, las mujeres se maquillan y se pintan las uñas y, algunos, hasta leen el diario.
“La gente no es consciente de que esos pocos segundos implican metros en el camino y que pueden ser fatales”, dice Gustavo Brambati, subgerente de Seguridad Vial del CESVI.
El problema es que todo ocurre y cambia muy rápido mientras se conduce. Y, a veces, esos cambios no son detectados por el ojo y la mente inmediatamente en el segundo en que ocurren, por culpa de las distracciones. Por ejemplo: si usted conduce por una zona residencial y una pelota pasa frente a su auto, como sabe que un chico podría ir corriendo tras ella, reduce la velocidad. Pero si cuando aparece la pelota usted está mirando hacia otro lado, no pensará en el chico y seguirá su camino. Cuando se está distraído, no se advierten ese tipo de señales.
“Esto tiene que ver con el concepto de conducción autómata. Muchas veces llegamos a nuestro lugar de trabajo sin darnos cuenta de qué camino tomamos hasta allí. Es un trayecto que repetimos todos los días, que hacemos de manera automática. Lo peligroso de este tipo de conducción es que cualquier cosa que salga de lo común seguramente nos va a sorprender”, explica Aiello.
Las distracciones más comunes pueden llevar entre tres y cuatro segundos, tiempo suficiente para que un auto que circula a 80 kilómetros por hora recorra alrededor de 75 metros. En este trayecto, el conductor maneja a ciegas. “En un segundo se puede prevenir un choque. Incluso, en una fracción de segundo. Todo se traduce en cantidad de metros recorridos”, concluye Alberto Gasparini, capacitador de la Asociación Civil Luchemos por la Vida.
Un capítulo aparte merece el uso del teléfono celular mientras se maneja. Definitivamente, nada bueno puede salir de esta combinación, ya que el ejercicio de conducir requiere de atención completa y el uso del teléfono implica una amenaza directa. Una investigación publicada en 2005 en el British Medical Journal concluyó que manejar y hablar por celular (incluso con manos libres) incrementa cuatro veces la posibilidad de sufrir un accidente vial.
Hablar por el celular es incluso más riesgoso que mantener una conversación con otro pasajero dentro del vehículo porque “la persona que acompaña está compartiendo con el conductor los riesgos del manejo y sabe reconocer en qué momentos hablar y en qué otros tomar el recaudo de dejar prestar la debida atención al conductor en la situación del tránsito presentada. No va a presionar al conductor en la respuesta como sí podría hacerlo una persona que llama por teléfono”, concluye Gustavo Brambati.
En diciembre pasado, Rodrigo Fuentes, de 20 años, transitaba con su auto Clío en la avenida Entre Ríos, en Bella Vista, Buenos Aires. Venía de dejar a sus amigos en sus casas y se dirigía a la suya. En el trayecto, se le ocurrió llamar a su hermana —estaba en la casa de una amiga— para saber si quería volver con él. Mientras con una mano buscaba el número en la agenda de su celular, con la otra sostenía el volante. Iba a unos 40 kilómetros por hora y sólo había un auto delante del suyo.
“Miré un segundo el celular y cuando levanté la vista, observé que el auto que tenía adelante estaba detenido en un semáforo. Giré bruscamente hacia la izquierda, crucé la otra mano de la avenida y choqué contra un poste de luz. Todo sucedió muy rápido; el motor del auto quedó destrozado, y yo por suerte sólo sufrí unos golpes en la cabeza”, recuerda Fuentes.
Pese a que los conductores reconocen el grado de distracción que genera el celular, el 42,3 por ciento admitió que atiende un llamado mientras maneja —según una encuesta de D’Alessio Irol en Internet—; el 29,4 por ciento de ellos que usa el celular al manejar y el 12,9 por ciento, que lo hace bajo la modalidad de “manos libres”.
La nueva ley nacional de tránsito (26.353) prohíbe el uso de auriculares y sistemas de comunicación manual durante el manejo. También se incluye la modalidad de “manos libres” que, si bien permite al conductor tener ambas manos sobre el volante, le quita capacidad de escuchar y lo distrae ante los factores externos ante los cuales debería reaccionar.
Pero los conductores parecen no escarmentar ya que, por ejemplo, en Buenos Aires las multas por el uso del celular se sextuplicaron desde 2004.
Ensayos del CESVI demostraron que nueve de cada diez conductores que hablan mientras manejan no pueden realizar ambas tareas correctamente. Sobre un circuito predefinido y delineado con conos dispuestos a una distancia tal que permitan realizar un zigzagueo con el vehículo, se les pidió a los conductores que realizaran el trayecto en reversa, sin detenerse. Luego, se les solicitó que realizaran la misma prueba mientras mantenían una conversación por celular (la mitad de las comunicaciones era con la modalidad de manos libres y la otra mitad con el sistema convencional). Las preguntas que se formulaban eran sencillas y tomaban temas que el conductor conocía fácilmente.
Un tercio de los conductores tiró o tocó al menos tres conos, un 25 por ciento tuvo demoras o errores en la respuesta al momento de doblar en el circuito, un 20 por ciento respondió erróneamente a preguntas elementales, un 12 por ciento abandonó abruptamente la maniobra o se desvió y un 8 por ciento se despistó por completo. Aquellos que hablaban con el sistema de “manos libres” realizaron mejores maniobras para desplazarse en la pista ya que contaban con las dos manos sobre el volante.
En conclusión, no se trata solamente del acto físico de sostener el teléfono sino también del proceso de hablar y pensar. El uso del celular provoca una distracción en la parte operativa del manejo, pero lo más peligroso se refiere a la distracción psicológica vinculada a la conversación: para poder responder coherentemente, el conductor necesita buscar imágenes de lo que quiere decir, y esto hace que no preste la suficiente atención al camino y al entorno.
Gasparini agrega que “los sistemas de radio de los taxis también son peligrosos: si bien éstos circulan a baja velocidad, representan el mismo riesgo porque provocan un alto grado de distracción”.
Hace sólo unos meses, Ricardo Narváez, de 37 años, circulaba por una transitada avenida del barrio porteño de Caballito. Había adquirido su automóvil hacía poco tiempo y era realmente muy cuidadoso con él. Sin embargo, el destino y un semáforo en rojo le jugaron una mala pasada: un patrullero —sin sirena ni apuro aparente— le destrozó la parte trasera del vehículo. Irónicamente, el agente de policía al volante hablaba por handy en el momento del impacto.
Más peligroso aún resulta el uso de mensajes de texto. Los resultados identificados por el CESVI determinan lo siguiente: “La sola acción de leer el SMS, desde el momento que el conductor se da cuenta de que recibió el mensaje, busca el celular y lo lee completamente, tarda cerca de ocho segundos, siempre que sea un texto breve y que el aparato esté a mano. A una velocidad de 40 kilómetros por hora, ese conductor recorrió 66 metros sin prestar atención al tránsito y al entorno, además sacó las manos del volante. Ahora, si el auto circula a una velocidad de 100 kilómetros por hora —tal como se puede presentar en una situación en ruta— los metros recorridos serían 166”, asegura Brambati.
En la ciudad de Buenos Aires, el monto de la multa por mandar mensajes de texto duplica a la impuesta por hablar por celular. Pero no en todas las provincias existe la misma legislación.
La toma de conciencia sobre este problema es esencial para disminuir los accidentes trágicos. Claudia, la esposa de Gaulkin, aún no entiende cómo fue que ocurrió la tragedia que terminó con la vida de su marido hace ya cinco años. Intenta encontrar una explicación para poder dársela a sus hijos cuando sean un poco más grandes. Por lo pronto, cuando sus amigos la llaman al celular, ella siempre les pregunta: “¿Estás manejando? Entonces hablemos más tarde”.