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Timo y el robot Da Vinci, cirugía sin complicaciones

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Misterios médicos: ¿Sería aquella sombra en su pecho lo que le aceleraba el corazón?

Agosto de 2019 fue un mes muy húmedo en Aylsham, un pueblo cerca de la costa este de Inglaterra. Pero a sus 65 años, Nick Farrow, jubilado y experto en marcas y diseño, tenía el sol en mente. Junto a su pareja, el hijo de ella y su hija adulta, Farrow estaba a punto de irse de vacaciones a Bali. 

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Días antes, se pusieron las vacunas para la fiebre tifoidea y la hepatitis A y B. Al poco tiempo, Farrow comenzó con síntomas similares a los de una gripe: fatiga, dificultad para respirar y dolor generalizado. Además, su corazón comenzaba a latir de pronto con más fuerza y a mayor velocidad que antes, lo que le impedía conciliar el sueño. “Me quedaba sentado por las noches, sintiendo como si un ave aleteara en mi pecho”, recuerda. Los demás no presentaban efectos adversos. 

Farrow tenía antecedentes de fibrilación auricular (ritmo cardíaco irregular), pero estos eran síntomas nuevos y alarmantes, así que pidió cita con el médico. Cuando llegó el día de la consulta, los síntomas gripales habían desaparecido. La enfermera que solía atenderlo supuso que quizás había contraído una infección cerca de la vacunación. Pero como los problemas del corazón no desaparecían, le recomendaron cancelar el viaje a Bali e ir al cardiólogo. 

Durante la consulta, las pruebas dieron resultados normales. Pero cuando el cardiólogo auscultó los pulmones, notó un sutil ruido áspero y le remitió al neumólogo. 

Cuando recibieron los resultados de la gammagrafía pulmonar en octubre, descubrieron en mitad de su tórax una extraña mancha negra. No estaba en los pulmones ni en el corazón, sino en el timo. Esta glándula poco conocida, pero crucial, participa en el desarrollo de los linfocitos T que combaten virus e infecciones. El timo ejerce su actividad hasta la pubertad, y después comienza a encogerse y es reemplazado por grasa. Pero en el caso de Farrow, el órgano estaba ensanchando.

El neumólogo tenía dos posibles hipótesis. Podía tratarse de un simple crecimiento del timo, alteración benigna con muchas posibles causas, pero sin consecuencias graves. O podía ser un timoma, tumor canceroso poco frecuente que afecta a menos de una de cada 1,5 millones de personas. 

La única forma de identificar la hipótesis correcta era a través de una biopsia. Pero dada la ubicación de la glándula, aquello suponía, en palabras de Farrow: “romper las costillas para abrirlas y hacerlas pedazos al estilo vikingo”. Sea cual fuere la causa, el crecimiento explicaba los problemas cardíacos. El timo presiona vasos sanguíneos vitales y el pericardio (el saco que aloja el corazón), así que una glándula más grande de lo normal puede producir problemas cardíacos y circulatorios como los que tenía. El especialista recomendó seguir de cerca la evolución de la mancha negra para determinar si era cancerosa. “No te matará en seis meses”, el experto le aseguró a Farrow. Le dio cita para abril de 2020.

Debido a la pandemia, Farrow no pudo volver al médico en un año y en ese tiempo siguió sufriendo episodios de palpitaciones que se prolongaban horas unas dos veces al mes. “Me preocupaba, porque pensaba que aquello estaba creciendo en mi interior y no podía acudir a un hospital”, explica el paciente.

Finalmente, en octubre de 2020, Farrow se hizo un TAC que confirmó el peor pronóstico: era cáncer. La mancha negra había crecido dos milímetros. Por suerte, el tumor estaba encapsulado en el timo y los médicos confiaban en que podrían quitarlo con una cirugía laparoscópica, que consiste en introducir pequeños bisturís a través de incisiones del tamaño del ojo de una cerradura.

Mientras Farrow esperaba a la operación, una colega le presentó a su marido, Peter Harper, oncólogo que le recomendó cancelar el procedimiento laparoscópico y acudir al hospital London Bridge para una cirugía robótica. Harper le prometió que sería más eficaz y benigna.

La máquina, fabricada por la empresa estadounidense Intuitive, fue bautizada como sistema quirúrgico Da Vinci Xi en honor del renacentista que impulsó el estudio de la anatomía y que, se dice, inspiró el diseño del primer robot del mundo.

Hay unos 6.000 dispositivos Da Vinci en hospitales de todo el mundo, que se utilizan para una amplia gama de intervenciones, como las del corazón, los pulmones, la vesícula biliar y los riñones. “Es una bestia de aspecto un tanto feroz”, afirma Thomas Routledge, el cirujano que se encargaría de extirpar el timo de Farrow. 

La máquina posee dos elementos: un artilugio de varios brazos con un arsenal de finos instrumentos (bisturís, cámaras, pinzas) que colgarían sobre la camilla del quirófano y una consola que mostraría al cirujano imágenes en 3D del área a operar mientras manipulaba los brazos del dispositivo con unos pedales y un tablero de mando. “No existe mucha diferencia entre este sistema y la versión sofisticada de un mando de la PlayStation”, señala Routledge, quien utiliza la máquina para la mayoría de sus operaciones. 

En 90 minutos, Routledge extirpó el tumor de Farrow y parte del timo circundante; se tomó la decisión de no retirar la glándula completa para no correr el riesgo de lesionar los nervios cercanos y ocasionar problemas respiratorios a largo plazo. Aunque Farrow pasó esa noche recuperándose en la unidad de cuidados intensivos y unos cuantos días más en el hospital, pronto volvió a casa y al trabajo. “Tenía un poco de escozor, pero me sentí muy bien”, comenta.

Dos semanas después, la tomografía de seguimiento confirmó que el cáncer había desaparecido del cuerpo de Farrow. Para su tranquilidad, las palpitaciones cardíacas cedieron. Hoy la vida del paciente ha vuelto a la normalidad. En octubre de 2021, viajó a las islas Canarias con su familia para disfrutar de las vacaciones como había planeado durante tanto tiempo. Para entonces, las cicatrices de la operación en su torso ya estaban desapareciendo. “Estoy muy agradecido”, asegura. 

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