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Sonidos de la Tierra

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Encabezado por Luis Szarán, este exitoso proyecto enseña y difunde música a 3.000 chicos y adolescentes en más de 120 comunidades de Paraguay.

El taller de Cateura

Uno de los proyectos de mayor éxito en Sonidos de la Tierra es el del vertedero de basura de Asunción, conocido como Cateura, donde los hijos de los gancheros, que son los recicladores de basura, tienen la posibilidad de aprender música pero también ellos mismos construyen sus propios instrumentos a partir de materiales encontrados en la basura.

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En 2006, se montó un taller de lutería en el que se comenzó fabricando guitarras utilizando las maderas de pino de los embalajes. Tras el buen resultado obtenido, se empezó a trabajar con latas de todos los tamaños, y objetos de todo tipo que luego se convirtieron en partes de violines, cellos, guitarras e instrumentos de vientos. Los instrumentos fueron confeccionados como opciones para el aprendizaje musical. Pero el sonido obtenido no deja nada que desear.

El primero de todos fue un violín construido sobre una antigua olla de aluminio que se convirtió en la caja y un cucharón en su brazo. El extraño instrumento fue presentado en Alemania en una gira de la Orquesta Internacional de Sonidos de la Tierra, conformada por músicos paraguayos, europeos y de la India, donde la idea de Sonidos de la Tierra ha germinado también. El instrumento causó sensación y hoy integra un museo en Alemania.

Tras el éxito de este violín surgieron otros más que fueron presentados en marzo pasado en el Foro Mundial de Emprendedores Sociales, que se realizó en la Universidad de Oxford, auspiciado por la Fundación Skoll.

La experiencia de Cateura ya se ha llevado a otros lugares. Se han creado talleres de lutería en Itá, San Ignacio, Concepción y en Ñemby, donde ya está como instructor Alberto Arévalos, un joven de 19 años que se formó en el taller de Cateura. La creación del taller le permitió acceder a un oficio diferente al de catador, el cual parecía ser su destino.

Una red de amigos

Sonidos de la Tierra promueve también la formación de asociaciones culturales y sociedades filarmónicas que sostengan las escuelas de música, los coros y orquestas de cada comunidad. Szarán dice que esto ha permitido que el dinero de las instituciones donantes sea solo del 8 % de presupuesto anual de la organización. El 92% restante es el aporte de la gente de las comunidades beneficiadas. “Hemos desarrollado un programa que enseñe a la gente a pescar, de manera a no crear un sistema asistencialista. Trabajamos mucho con los adultos, no solo con los niños, impulsando sus capacidades de autogestión, planificación, recaudación de fondos, organización de eventos y difusión de actividades”.

Como resultado de la gran cantidad de talentos musicales y los deseos de superación de los de niños y jóvenes participantes del proyecto, la Fundación Skoll otorgó sesenta becas para estudios académicos en 2007, que benefician a jóvenes músicos con destacado potencial y de escasos recursos. Las becas incluyen la cobertura de jornadas individuales en el instrumento con profesores especializados, y los traslados desde la comunidad de los beneficiarios hasta su centro de formación.

Las sociedades de Sonidos funcionan como una red. Un ejemplo de eso es lo que ocurrió con la Orquesta Juvenil de Concepción. Tras el concierto de culminación del último seminario nacional de orquestas juveniles en Coronel Oviedo, en febrero pasado, la agrupación concepcionera emprendió el viaje de vuelta. En el camino, un cortocircuito en la parte trasera del ómnibus ocasionó un incendio. En el medio de la noche, los niños y jóvenes tuvieron que descender del vehículo lo más rápido posible, tomando solo lo que tenían a mano.

Se encontraban en el medio del campo. Trataron de comunicarse con las autoridades de las comunidades cercanas. Pero no habían bomberos. Se comunicaron con las sociedades filarmónicas cercanas que enviaron ayuda. Llegó otro bus para llevar a los pasajeros a sus casas. La mayoría de los instrumentos se perdieron y el ómnibus fue completamente consumido por las llamas. El auxilio de las sociedades fue rápido, pero de las fuerzas del orden solo vino un policía en una bicicleta en las primeras horas de la mañana, cuando ya todo había terminado.

Rápidamente las organizaciones se movilizaron y consiguieron instrumentos para los niños y jóvenes puedan continuar con sus clases y ensayos. La sociedad civil se organiza al son de la música.

Los seminarios orquestales son auténticas fiestas. Se realizan en las vacaciones de verano o de invierno con la participación de niños y jóvenes de todo el país. Allí comparten sus experiencias y conocimientos durante una semana. El encuentro culmina con un gran concierto. Se forman orquestas gigantes de más de casi mil integrantes. En ellas se puede apreciar la fortaleza que ha adquirido Sonidos de la Tierra, a través del empeño y las ansias de sus participantes. Hace diez años, Paraguay contaba con una sola orquesta sinfónica. Hoy son muchas las ciudades que han iniciado sus orquestas, con el objetivo de convertirse en agrupaciones de prestigio. Como dice el luthier Alberto Arévalos, al ver los instrumentos que han salido de los talleres: “Cuando se puede hacer y se quiere, se hace. No hay límites”.

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