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Sherlock Holmes

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¿Cuál es el secreto de su éxito? Mirá el adelanto de su nueva película.

La esperada película Sherlock Holmes, de Guy Ritchie, ya está en cartelera. En este artículo, Andrew Wilson analiza el eterno atractivo del detective, y pregunta: ¿acaso existe un misterio más grande que el personaje en sí?

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En 1887, en el Anuario Beeton de Navidad, apareció una historia extra-ordinaria titulada Estudio en escarlata. Era la primera obra publicada por Arthur Conan Doyle, un joven médico escocés que vivía modestamente en Portsmouth, Inglaterra, y la primerísima aventura de Sherlock Holmes y el doctor Watson.

En la primera página —hoy asombrosamente moderna—, Watson, médico del Ejército, cuenta cómo resultó herido mientras cumplía servicio con las fuerzas británicas en Afganistán. Enviado de vuelta a Inglaterra por incapacidad, necesita alojamiento en Londres, y pronto se encuentra con un excéntrico detective aficionado.

Se queda estupefacto cuando Sherlock Holmes consigue deducir los pormenores de su vida.

“Tengo echado el ojo a unas habitaciones en la calle Baker que nos vendrían de perlas”, le dice Holmes a Watson. “Espero que no le repugne el olor a tabaco fuerte”.
Y así nació su célebre asociación. En Estudio en escarlata aparecen ya todos los ingredientes básicos: el par de solteros alojados en una suite de la calle Baker; el incompetente inspector Lestrade, que necesita el genio del detective aficionado para resolver los casos; la habilidad deductiva de Holmes, y sus vivencias prácticas en los bajos fondos y los barrios pobres de Londres, experiencias que no tenían ni a Watson ni a Arthur Conan Doyle, quien se crió en Edimburgo, estudió en un internado en Lancashire y apenas conocía Londres cuando empezó su carrera literaria.

Entre tanto, los lectores poco a poco iban conociendo más detalles sobre la vida doméstica en el número 221B de la calle Baker. El “ama de llaves” anónima de la primera novela, tras una titubeante mención en un relato posterior como la señora Carter, aparece convertida después en la entrañable señora Hudson, la cual tiene que soportar que Holmes utilice las paredes de sus aposentos para practicar el tiro al blanco con su revólver.

Pero ¿cuál es el atractivo de Sherlock Holmes? ¿Por qué volvemos una y otra vez a sus historias en los libros, la televisión y las películas, de las cuales la más reciente es Sherlock Holmes, de Guy Ritchie?

Hace poco, en medio de uno de los conflictos internos más feroces y controvertidos de la Iglesia anglicana, me encontré por casualidad con el arzobispo de Canterbury en un festival literario. Le pregunté cómo lograba mantener la cordura, y me respondió: “Todo el tiempo leo las historias de Sherlock Holmes”.

Uno de los secretos de la magia de Holmes es la idea de que la inteligencia y el razonamiento pueden resolver las dificultades de la vida. Todos sabemos que si la inteligencia bastara para solucionar los problemas, el mundo sería gobernado por personas inteligentes, y no por personas tontas aunque bien intencionadas.

Doyle escribió sus novelas en una época en que muchos individuos pensantes habían perdido la fe religiosa y depositado su confianza en algo que se definía vagamente como “ciencia”. El “razonamiento deductivo” de Holmes tiene el poder de asombrarnos y entretenernos como lo hace un truco de prestidigitación, pero su magia esclarece algo siempre, a diferencia de la tarea científica, que a menudo sólo descubre más confusión.

Holmes es también ejemplo de una criatura que tiene más vida, energía y poder que su creador. Doyle deseaba escribir novelas históricas al estilo de Walter Scott, pero si bien sus esfuerzos son encomiables, muchos de sus lectores creemos que le falta algo: en casi todos los relatos de Holmes hay una tremenda vitalidad, pero esta proviene del propio personaje.

Una prueba muy clara de que Holmes tiene vida propia son las numerosas películas basadas en él, y otras más vienen en camino. Además de la nueva versión de Guy Ritchie, dos guionistas de la cadena BBC —Steven Moffat, de la serie de ciencia ficción Doctor Who,  y Mark Gatiss, del programa cómico The League of Gentlemen, han creado un Sherlock Holmes contemporáneo y un doctor Watson que regresa a casa luego de resultar herido en la actual guerra de Afganistán. Su proyecto se titulará Sherlock, y comenzarán a filmarlo este año.

Todos tenemos un Sherlock Holmes cinematográfico favorito. Para algunos, es el hiperactivo casi maniaco Jeremy Brett, y para otros, Peter Cushing. El mío es Basil Rathbone, con Nigel Bruce a su lado, haciendo el papel de un doctor Watson chistoso y poco sagaz. En algunos de los filmes protagonizados por estos dos actores, no hay restricciones cronológicas (como ocurre en la próxima versión de la BBC). En uno de ellos, Holmes y Watson engañan a los nazis en los años 40, tal como vencieron al profesor Moriarty en la década de 1890. Al convertir a Watson en una figura cómica, Bruce no desvirtúa al personaje original: hace que surja de él algo que realmente existe, mientras que Rathbone le imprime a su papel una autoridad estupenda.

Al fin y al cabo, Sherlock Holmes es un oráculo que puede resolver todas nuestras dudas. Como los clientes que subían las escaleras del número 221B de la calle Baker, acudimos a él para comprender la complejidad de nuestra propia vida y encontrar una mente prodigiosa puesta al servicio exclusivo del bien supremo.

¿Acaso debe extrañarnos que el arzobispo de Canterbury se cuente entre su enorme, fiel e interminable séquito de admiradores?

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