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John, Yoko y yo

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Gail Renard regresa al lugar donde Lennon y Yoko Ono protestaron en la cama.

Nunca planeé regresar al hotel Queen Elizabeth en Montreal, donde John Lennon y Yoko Ono llevaron a cabo su famosa iniciativa de protestar contra la guerra desde la cama en 1969. Fue suficiente haber podido escabullirme cuando tenía 16 años y entrevistarlos para el diario de mi escuela. Milagrosamente, les caí bien a los Lennon y me solicitaron que me quedara los ocho días para ayudar, después de pedirle permiso a mi madre, que insistió en hablar con John por teléfono. Ni siquiera John se pondría en contra de una madre judía, y le prometió que no habría ni sexo ni drogas.

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Puse manos a la obra, agradecida por esta increíble oportunidad. Ayudé a cuidar a Kyoko, la hija de cinco años de Yoko, fruto de su primer matrimonio. Junto con Derek Taylor, el agente de prensa de Los Beatles, organizamos al incesante flujo de gente de la televisión, radios, la industria cinematográfica y periodistas que entraban y salían de la habitación para realizar entrevistas. Cuando John estuvo listo para grabar Give Peace a Chance, me pidió que escribiera un letrero gigante con la letra de la canción para que todos cantaran. Me deleité en el hecho de que mis héroes me necesitaran.

Fue increíble observar a los Lennon tan de cerca. John estaba en la cima de su felicidad y de su fama; Los Beatles no se habían separado oficialmente todavía. Los Lennon estaban de luna de miel y muy enamorados. Sin embargo, John encontró tiempo no sólo para sus demostraciones de paz, sino también para alentar mis sueños de convertirme en escritora. Cuando mi madre me llamó con los resultados de mi examen, él fue el primero en felicitarme.

El último día, John me hizo un regalo, la letra original de Give Peace a Chance, escrita de su puño y letra. Fue el recuerdo perfecto, incluso mejor que mis tarjetas coleccionables de Los Beatles. Sería difícil superar todo eso así que, ¿por qué querría regresar? Escuché que el hotel había comercializado el evento y temía que parte de la magia se hubiera desvanecido.

Pero cuando el hotel me invitó a regresar para volver a ver la escena, me pareció grosero negarme. Admito que sentía curiosidad. Quería ver la recientemente bautizada suite “John y Yoko”, donde uno puede hospedarse por US$ 950, lo que incluye el desayuno, y un libro y un CD sobre este histórico evento. No podía creer que el año anterior, para un especial por su aniversario número 40, el hotel incluso hubiese regalado pijamas de seda blancos, como los que usó John, y ofrecido el menú de aquel entonces.

Mentiría si dijera que me sentí tentada. Durante los ocho días, la dieta de los Lennon consistió mayormente en jugo de naranja, arroz integral frío (provisto por los Hare Krishna) y gelatina de dos colores, la favorita de Kyoko. Así que fui al hotel con expectativas limitadas, armada de comentarios socarrones como “¿Seguimos esperando el servicio a la habitación de 1969?”

Mi cinismo comenzó a disminuir cuando me recibió la encargada de Relaciones Públicas del hotel, Joanne Papineau. Había hecho cerrar la habitación para que yo pudiera explorarla en paz. Además me dio el registro de seguridad del hotel de ese momento para que lo leyera. Estaba sorprendida porque, hasta hacía poco, el hotel jamás había hablado sobre esta aventura en la cama de John y Yoko, algo que desentonaba con su imagen como uno de los dos hoteles más importantes de Montreal.

Pero ahora estaban ansiosos por saber qué había sucedido, por juntar las piezas de la historia de la paz.

En aquel entonces, los Lennon no eran bienvenidos en Montreal. En el aeropuerto de Dorval fueron demorados por migraciones; no querían dejar entrar a John porque los Estados Unidos le habían denegado la entrada por una antigua sentencia por drogas. Para el momento en el que la comitiva de Lennon fue liberada, se habían congregado grandes grupos de fanáticos y la policía local sólo quería deshacerse de ellos. Llevaron al grupo de los Lennon casi fuera del predio de Dorval. Desde allí tuvieron que tomar un taxi.

Como muestra el registro, John llamó al hotel para avisar que llegarían tarde. Le había asegurado al hotel desde el comienzo que no habría alcohol ni drogas. Él quería que el evento fuera sobre la paz, y nada más. Fue la misma promesa que John le hizo a mi madre, y realmente la cumplió.

Como adolescente, no podía entender cómo alguien podría tener problemas por un evento por la paz. Pero al leer el registro del hotel, comencé a ver su lado de la historia. Lo primero que hicieron los Lennon fue quitar los muebles y los cuadros de la suite 1742. De pronto recordé las montañas de muebles apilados en los pasillos. En ese momento, me pareció razonable que los Lennon quisieran más espacio para la prensa y para los dibujos y letreros pintados a mano por John.

Él, artista consumado, sólo quería que la cama fuera el centro de la habitación, lo que se convirtió en el símbolo icónico de esta manifestación por la paz. Además de la poderosa imagen, él sabía que si tenía que dar cientos de entrevistas, estaría más cómodo recostado.

Además, John llegó sin los famosos pijamas de seda blancos y le tuvo que pedir al hotel que le compraran varios pares. Los Lennon no tenían dinero. La administración del hotel se ponía cada vez más tensa a medida que las cuentas se acumulaban, pero el dinero llegaría finalmente de Apple, el sello discográfico de Los Beatles. Además, John había colgado un letrero -hecho con una sábana- afuera de la ventana del hotel para publicitar su ubicación, y así fue cómo yo encontré la suite. Al hotel no le debe haber entusiasmado mucho que hubiera jóvenes escabulléndose, como yo.

En la era del “flower power”, a John le encantaba desparramar pétalos por todos lados. A su habitación llegaban flores todo el tiempo, pero al personal que tenía que limpiar los pétalos no debía gustarle mucho.

La situación se volvió más tensa aún. Cada día lo visitaban al menos 150 periodistas. Comenzaron a formarse largas colas en los pasillos. Los huéspedes del hotel se quejaban de ser abordados por “hippies” que les pedían dinero y querían que echaran a John. El personal se vengó al negarse a lustrar los zapatos de John o limpiar su sombrero cuando lo pedía. John y Yoko intentaron rectificar la situación al alquilar más habitaciones para utilizarlas como áreas de espera. Pero los Lennon tenían una misión allí: protestar por la paz. Pusieron su dinero y reputación en riesgo y atrajeron a personas influyentes de todo el mundo.

Y finalmente funcionó. Para seguir el ejemplo de John y Yoko, medio millón de personas cantó Give Peace a Chance en Washington DC, durante una protesta por la paz que se realizó más tarde ese año. Esta protesta desde la cama fue esencial para concentrar la opinión popular y acortar la guerra de Vietnam, algo que, creo yo, realmente valió la pena.

Cuando visité la habitación, me sentí como si hubiese sido ayer. Obviamente hay fotos de John, Yoko y ese histórico momento por todos lados, pero su espíritu de esperanza sigue allí.

Podía ver a los Lennon por todos lados, sonriéndome con amabilidad. Lo que me llamó más la atención fue lo pequeña que es la habitación. Ahora comprendo por qué los ánimos estaban tan caldeados y por qué se forjaron amistades duraderas. Cuando todo terminó con la grabación de Give Peace a Chance, con los íconos culturales de ese entonces, incluidos el músico Tommy Smothers y el escritor Alan Ginsberg, la habitación era un centro de creatividad.

Me alegra haber regresado al hotel Queen Elizabeth. Ya no me siento escéptica respecto de los paquetes Bed-In-For Peace (Estadía por la paz) que ofrece el hotel, ni de los pijamas de recuerdo ni de los menús. Todo lo que destaque la búsqueda de paz de John y Yoko me parece bien. De hecho, creo que al mundo le vendría bien otra protesta en la cama en este momento.

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