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Alquimista de la música

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El dominicano Juan Luis Guerra habla sobre su pasión por la música, y el deseo que le queda por cumplir.

En el ascensor del legendario edificio circular de Capitol Records que está en todas las fotos de Hollywood, California, Juan Luis Guerra se destaca entre los que lo acompañan en el corto trayecto por tres razones: es el más alto, el más educado y el más famoso. Pero esto no impide que al llegar al último piso insista en dejar pasar primero a todos. Su metro noventa y dos de estatura se disimula un poco una vez que se sienta en el cómodo sillón del despacho de la empresa que es ahora parte del conglomerado mundial EMI, pero no su humildad ni su timidez. Resulta asombroso que tras haber vendido 15 millones de álbumes con los 14 discos que ha sacado, y recorrido el mundo entero con sus conciertos multitudinarios, hable con voz muy baja, como si temiera molestar a su interlocutor. Sin quitarse por un minuto su típica boina y exhibiendo una cultura musical propia de un licenciado de Berklee, el legendario conservatorio de Boston, Juan Luis Guerra, de 51 años, no oculta el placer que le provoca estar sentado donde décadas atrás lo hicieron los Beatles, músicos que admira desde su infancia.

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En aquellos tiempos, en su casa de Santo Domingo, Juan Luis aprovechaba los momentos libres que le dejaban el béisbol y el básquet para leer Selecciones, demostrando una temprana avidez por el aprendizaje cada vez que devoraba la sección “Enriquezca su vocabulario”. La placidez y tranquilidad que exhibe durante la entrevista tal vez tenga que ver con el buen momento por el que está pasando, tanto en su carrera como en su vida personal.

Está felizmente casado desde hace más de 20 años, y es padre de dos hijos, uno de 20 y otra de 7. Además, el músico más importante de la República Dominicana ha vuelto a capturar la atención mundial con su último disco La llave de mi corazón, un retorno a los temas románticos, con el que ha obtenido récords de venta y encabezado la lista de nominaciones a los Grammy latinos.

Pero además, Juan Luis acaba de ser aceptado por la poderosa agencia William Morris, con lo que ya está en camino de concretar su sueño de componer bandas sonoras para películas. Guerra conmocionó a sus admiradores cuando, después de ser uno de los creadores más prolíficos e intensos de la música latinoamericana, desapareció durante años de los escenarios y los estudios de grabación.

Cuando, seis años después de haber sacado su último disco romántico, regresó con Para ti, un álbum enteramente dedicado a la música cristiana, suscitó temores entre sus admiradores de que nunca regresaría a los ritmos que lo hicieron famoso.

SRD: ¿Crees que algún día puedas llegar a dejar la vida del espectáculo para siempre?
Juan Luis Guerra:
Creo que la del músico es una profesión para siempre. No es como en otras carreras, como las de algunos deportistas, que ya a los treinta y pico o a los cuarenta años no les queda más remedio que retirarse. El músico tiene un don que siempre va a seguir desarrollando…

SRD: ¿Cómo te das cuenta de esa necesidad de componer?
JLG:
Siento un cosquilleo. Sé cuándo es el momento oportuno para hacerlo. Toco la guitarra y comienzo a cantar. Normalmente me viene el estribillo o algo que me ha llamado la atención, y con el estribillo viene parte de la letra, no viene completa… Entonces la grabo: trabajo primero la música y después la letra. Después de tener la canción, trabajo en el arreglo, porque uno es consecuencia del otro.

SRD: ¿Crees que eres algo así como un alquimista de la música?
JLG:
Sí, desde hace mucho tiempo. Hay que tener hasta sabiduría para mezclar cosas, y yo digo siempre que lo que trato de hacer es que el ritmo mío sobresalga sobre los otros. Si voy a mezclar un merengue con un jazz, el resultado es merengue jazz, no jazz merengue. Yo no quiero perder la esencia de los ritmos antillanos que son los que yo trabajo. Entonces les doy pinceladas, exactamente como un cuadro; la pincelada enriquece el cuadro, pero la esencia queda intacta.

SRD: ¿Cuál es la necesidad de tomarte todo el trabajo que implica salir de promoción, grabar un disco y ponerte delante de 20.000 personas?
JLG:
Es mi profesión, de eso vivo, y me he puesto la meta de que mi música sea conocida en el mundo entero. Tengo una meta en Japón, porque creo que el japonés es una persona que asimila muchísimos ritmos, y así como Japón, hay muchísimos otros países.

SRD: ¿Ha habido momentos en que resultaba difícil encontrarle sentido a tu carrera?
JLG:
A veces sí. A veces era la ansiedad de que estuvieran pasando tantas cosas juntas y no poder manejarlas. Ahora deposito toda mi carga en el Señor porque Él cuida de mí, pero si tú tomas esa carga para ti y la llevas, ahí sí es duro. Ya no. Ya he aprendido a delegar tanto en el Señor como en las personas que me rodean: un mánager, una empresa discográfica…

SRD: ¿En qué medida el Juan Luis Guerra que regresó de esa pausa es diferente del que andaba con la bachata por todos lados?
JLG:
Ese tiempo me sirvió de reflexión y fue cuando me convertí al cristianismo. En ese momento mi vida cambió. Yo recibí al Señor en mi corazón, y Él comenzó a dictarme a través de la Palabra las cosas que estaban mal en mi vida. La meditación me llevó a entender muchas cosas que antes no entendía, incluso dentro de mi carrera.

SRD: ¿Se escuchaba mucha música en tu casa?
JLG:
Claro. Mi padre era muy rítmico. Le gustaba comprar música de Agustín Lara, de Joseíto Mateo, que era un merenguero dominicano. Además escuchaba los discos de los Beatles que tenían mis hermanos. Todo eso lo oía en casa hasta que por fin entre los 10 y 12 años, mi hermano compró una guitarra.

SRD: ¿Y qué pasó?
JLG:
Estábamos un día en el salón, y él intentaba sacar una canción, no me acuerdo si era de los Beatles, y yo le dije: “Pero si eso es tan fácil, yo no sé cómo tú no puedes…”. Entonces me dijo: “Sácala tú”. Me dio la guitarra y yo la empecé a tocar. Recuerdo que desde ese día la guitarra formó parte de mi vida, aunque yo prácticamente no la podía tocar porque tú sabes que cuando eres chiquito no puedes tocar las cosas de los mayores…

SRD: ¿Ese hermano sigue tocando contigo?
JLG:
No, él es cirujano plástico. Es el otro el que trabaja conmigo en la banda. Somos tres hermanos, y yo soy el menor…

SRD: Con un padre jugador de básquet y semejante estatura podrías haber seguido sus pasos…
JLG:
Lo jugaba en la juventud pero no quise seguir.

«Yo no quiero perder la esencia de los ritmos antillanos que son con los que trabajo»

SRD: ¿Qué dijeron tus padres cuando supieron que lo tuyo era la música?
JLG:
Mi familia me apoyó siempre, pero querían que yo estudiara una carrera paralela, y de ahí vino que yo estudiara Filosofía y Letras, que me ayudó muchísimo también. Estudié un año y le dije a mi mamá: “Quiero estudiar música en Boston”. Me dijo: “Ve”. Ésa fue la última vez que lidiamos con una carrera paralela.

SRD: En su momento te criticaron mucho por componer El costo de la vida…
JLG:
Sí, me criticaron.

SRD: ¿Pero lo hiciste porque decir lo que pensabas era una responsabilidad para ti?
JLG:
En cierto sentido, sí. No sé si se me fue la mano, no lo creo. En cualquier caso era lo que pensaba en ese momento. Siempre he querido ser honesto con lo que tengo en el corazón, y eso era lo que había en ese momento. De lo que está lleno el corazón habla la boca, y eso era lo que había.

SRD: ¿Cómo se combina ese interés en lo político y en lo social, con este interés en lo espiritual?
JLG:
Son etapas.

SRD: ¿No pueden ir juntas?
JLG:
No. Yo ahora tengo un punto de vista diferente: si fuera a hacer esa denuncia, la haría desde otro punto de vista.

SRD: ¿Crees que ese tipo de temas generó un prejuicio de cierta gente hacia ti?
JLG:
Yo creo que sí.

SRD: ¿Y con el Juan Luis Guerra que canta música cristiana ha ocurrido lo mismo?
JLG:
 Hay lo que nosotros llamamos persecuciones; claro que las hay. Hay mucha gente que no está de acuerdo, como cuando hice un disco cristiano completo, pero yo lo hice como un testimonio de agradecimiento. La honestidad en la música es también muy importante.

SRD: Tu mujer te conoció cuando eras estudiante de música. ¿Fue complicado para ella la fama posterior?
JLG:
 Me imagino que fue un poco difícil, porque yo tenía que pasarme meses grabando en Nueva York. Eso me obligaba a mantenerme un poco alejado de la familia, de mi hijo. Creo que fue un poco difícil. En esa etapa de meditación tuve que poner las cosas en su lugar. Hemos llegado a madurar juntos y a vivir el uno para el otro.

SRD: Me imagino que donde tienes que tener mucha paciencia es con las muchas admiradoras que te esperan a la salida de los conciertos.
JLG:
 Siempre las hay.

SRD: ¿Cómo manejas este tema?
JLG:
 Ahora yo tengo una forma muy fácil, que es alejarlas. Las tentaciones las manejo huyendo de ellas, simple y llanamente.

SRD: ¿Cómo te tratan en tu país?
JLG:
 A mí me quieren con obstáculos. Los obstáculos se vencen, pero en realidad en Santo Domingo no hay esa búsqueda por los artistas que existe en otros países, o sea, ahí tú tienes tu libertad. Yo voy al supermercado, camino en la calle, me saludan, me hablan, me quieren. Lo siento como una amistad que tengo con todo el mundo.

SRD: ¿Por qué surgió lo de la Fundación Juan Luis Guerra?
JLG:
 La Fundación la hicimos para ayudar. Tenemos la necesidad de ayudar y de hacer el bien. Yo tengo personas en la Fundación que están el día entero en hospitales; ellos son los que mayor crédito tienen. Hay una persona que se llama Esther Vega que es la encargada. Ella va diariamente a los hospitales y vive para hacer el bien a los demás. Yo soy sólo el que firma los cheques. Para mí ella es el alma de la Fundación.

SRD: ¿Qué sueño dirías que te queda por cumplir?
JLG:
 Una bachata con Paul McCartney.

SRD: ¿Te lo ha propuesto?
JLG:
 No, pero estamos en la misma discográfica. O sea que la bachata está cerca…

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