En Suecia, los billetes y las monedas están cerca de convertirse en objetos de museo. Sus habitantes pueden utilizar tarjetas de crédito o débito en casi todos lados, incluso en las iglesias. ¿Hay posibilidades de que esta tendencia se expanda a todo el mundo?
El próximo mes, el banco central de Suecia emitirá cuatro billetes nuevos, los primeros en más de 30 años. Serán más difíciles de falsificar que los actuales y ostentarán retratos de grandes figuras de la cultura sueca, como el director de cine Ingmar Bergman y la soprano Birgit Nilsson. Muy bien, pero, ¿por cuánto tiempo más serán necesarios? Suecia fue el primer país europeo que introdujo billetes, en 1661, y ahora podría ser uno de los primeros en dejar de usarlos por completo. Según una predicción, dentro de 15 años quizá ya no utilice dinero en efectivo.
Para muchos suecos, en particular los habitantes de zonas urbanas, la sociedad sin efectivo ya casi es una realidad. Philip Ohlsson es un típico joven de 24 años que vive y trabaja en el centro de Estocolmo. Dice que rara vez lleva consigo billetes o monedas, y que paga todo con una tarjeta, aunque la cantidad sea mínima. A Philip le gusta usar Swish, una aplicación móvil lanzada por seis grandes bancos del país que permite a los usuarios transferir dinero a través del teléfono celular. “Si estoy con mis amigos en un restaurante o en un bar, es más fácil que uno pague por todos y que luego los demás le transfieran dinero a él”, dice. “Así no tenemos que pagar con cinco tarjetas”.
Philip no es de los primeros en usar Swish. Más de una quinta parte de la población sueca ha descargado la aplicación, y hoy es común que usen el verbo “swishear”. Philip muy rara vez va a restaurantes pequeños que no aceptan tarjetas, y en esos casos simplemente acude al cajero automático más cercano.
“El uso de efectivo está disminuyendo a un ritmo tan rápido, que para 2030 podríamos vivir oficialmente sin él”, señala Niklas Arvidsson, profesor del Instituto Real de Tecnología de Estocolmo y autor de un informe reciente: La sociedad sin efectivo. “Eso no significa que vaya a desaparecer totalmente, sino que su uso será limitado e irrelevante”.
Suecia, junto con otros países nórdicos como Dinamarca y Finlandia, se ha mantenido a la vanguardia en las transacciones sin efectivo, aunque otras naciones europeas ya están empezando a ponerse al día.
Los suecos que se aferran al uso de efectivo cada día son menos, pues la mayoría de los grandes bancos ya no guardan billetes ni monedas en sus sucursales. Susanne Mennfort trabaja para SEB, uno de los principales bancos del país, y hace siete años era gerente de la primera sucursal que dejó de usar efectivo. “Pensamos que la gente se quejaría”, recuerda. “Durante un año notificamos a los clientes que eso iba a pasar, y los alentamos a usar tarjetas en lugar de efectivo. Cuando por fin llegó el día, estábamos muy nerviosos, sin saber qué dirían, pero casi todos nos preguntaron por qué no lo hicimos antes, ya que era mucho más fácil usar tarjetas.
“Temíamos que a las personas mayores no les gustara, pero a lo largo de su vida han tenido que acostumbrarse a tantos cambios —algunos antes cocinaban con leña, y ahora tienen hornos de microondas—, que para ellos no fue ningún problema”.
No sorprende que la incidencia de asaltos bancarios en Suecia haya disminuido notablemente, aunque algunos despistados ladrones potenciales aún los intentan. En abril de 2013 un sujeto entró a un banco en el centro de Estocolmo y amenazó al personal con un “objeto con forma de pistola”, pero se vio obligado a irse con las manos vacías tras enterarse de que no había efectivo en la sucursal.
Incluso los cajeros automáticos están desapareciendo poco a poco en Suecia: estudios recientes indican que estas máquinas se encuentran en su nivel de operación más bajo en nueve años, con una proporción de tan solo 3.2 cajeros por cada 10.000 personas. Y en el último lustro, la cantidad de billetes en circulación en este país ha disminuido un 25 %.
Alegando más seguridad y menores costos de manejo, algunos negocios solo aceptan pagos con tarjetas, y por todas partes hay letreros que dicen “No aceptamos efectivo”. En el Museo ABBA de Estocolmo, un santuario dedicado al legendario grupo de música pop, el mensaje es aún más claro. “No manejamos billetes ni monedas porque creemos que para nuestros visitantes y nuestro personal es más seguro y eficiente no tocar dinero en efectivo”, anuncia un letrero.
Björn Ulvaeus, ex integrante de ABBA, es uno de los partidarios más fervientes de una sociedad sin efectivo en Suecia. A raíz de un asalto que sufrió su hijo, pensó que el dinero no es tan divertido cuando se puede usar para comprar y vender bienes robados en el mercado negro. Como experimento, decidió pasar un año sin usar efectivo. “El único inconveniente que encontré fue que uno necesita una moneda para tomar un carrito en el supermercado”, dijo. “Reto a quien sea a que me dé razones para conservar el efectivo que superen los enormes beneficios de prescindir de él”.
Pese al aumento de casos de fraude electrónico (se dice que han aumentado más del doble en la última década), los suecos en general aceptan con gusto el nuevo mundo sin efectivo, y algunos han demostrado ingenio para adaptarse a él.
Un ejemplo es Pierre, un hombre al que casi todos los días puede encontrárselo en Drottninggatan, la principal calle comercial de Estocolmo, no lejos de la Estación Central; allí vende ejemplares de Situation Sthlm, una popular revista que venden en las calles personas sin hogar. Con algunas pausas, Pierre trabaja en esto desde hace 20 años, cuando se fundó la revista, pero en cierto momento él y los otros vendedores empezaron a notar que cada día menos personas llevaban dinero en efectivo. Así que ahora, como su letrero informa a los transeúntes, acepta tarjetas de débito o crédito. A cada cliente le cobra 50 coronas suecas usando un lector de tarjetas conectado vía Bluetooth a un teléfono móvil (ambos aparatos son donaciones de asociaciones sin fines de lucro, al igual que la conexión a internet); el peatón sigue su camino con un ejemplar de la revista.
“Es bueno tener un lector de tarjetas —dice Pierre—. Algunos transeúntes piensan que es una broma, porque no asocian a las personas sin hogar con la alta tecnología, y otras desconfían porque creen que es un fraude, así que nos ha llevado mucho tiempo hacer que la gente se dé cuenta de que esto es real. Somos los primeros en el mundo en vender una revista en las calles de esta manera, y creemos que es fabuloso”.
Las iglesias también están usando las nuevas tecnologías para obtener limosnas de sus feligreses, que ya casi no usan efectivo. “Hace unos años tuvimos un debate sobre cómo hacer la colecta dominical, y cómo ayudar a las personas a hacer donaciones y obras de caridad cuando no llevan efectivo”, cuenta Johan Tyrberg, obispo de Lund, en el sur de Suecia, “así que decidimos volvernos una de las primeras iglesias de esta región rural en instalar un lector de tarjetas. Si algunas catedrales ya tenían uno, ¿por qué nosotros no? “Instalamos el lector en una caja grande. Nadie puede levantarla con la mano: ¡es como un mueble de la iglesia! La persona se acerca al lector, toca la pantalla y luego un botón para hacer una donación altruista o ayudar al templo. Entonces teclea la cantidad, introduce su tarjeta y escribe su PIN”.
El obispo admite que los lectores de tarjetas ya pasaron de moda, y ahora su plan es que la gente done dinero a través de sus teléfonos. “Es más barato y fácil” —dice—. Algunas iglesias ya están usando lectores de tarjetas pequeñas; otras tienen un iPad instalada en una caja, y algunas más utilizan Swish. Sin embargo, aún recibimos efectivo; sigue siendo nuestro principal medio para recaudar dinero”.
El dinero para gastos menores, otro elemento tradicional de las finanzas personales, también se está volviendo cada vez más digitalizado. Susanne Mennfort tiene dos hijos, Axel, de 16 años, y Alicia, de 11, y al igual que muchos padres suecos, les da dinero para sus gastos mediante transferencias bancarias. Ambos chicos tienen tarjetas de débito, y Susanne utiliza una aplicación para transferir dinero a sus cuentas.
“Les encanta pagar con su tarjeta porque así no tienen que contar monedas ni billetes cada vez que quieren comprar algo”, dice Susanne. “Y hay otra ventaja: los hijos pueden ayudar a sus padres a hacer compras. Por ejemplo, una tarde mi hijo estaba en casa lavando los autos, y la boquilla de la manguera se rompió. Axel me llamó para preguntar si podía transferirle dinero para comprar una boquilla nueva. Cuando llegué a casa esa noche, ¡encontré los autos limpios y la manguera renovada!”
Suecia, Dinamarca y Finlandia son los líderes mundiales en pagos con tarjeta por habitante. El gobierno danés, por ejemplo, hace poco propuso derogar una ley que obliga a los comercios a aceptar billetes y monedas. Pero, ¿por qué los nórdicos llevan la delantera? “Un factor importante es que los suecos confiamos en nuestros políticos y en nuestros bancos”, dice el profesor Arvidsson. “Y lo mismo pasa en los otros países nórdicos. Además, nos interesan mucho las nuevas tecnologías, y tenemos una fuerte tradición en la industria de las telecomunicaciones. Aquí la gente ha tenido teléfonos móviles desde hace mucho tiempo”. Finlandia dio a luz a Nokia, y en Suecia nació Ericsson.
No sorprende que los países europeos que tienen problemas económicos y una actitud de menor confianza hacia los bancos estén tan rezagados en el camino hacia la sociedad sin efectivo, en comparación con los confiados países nórdicos. Grecia e Italia son un buen ejemplo; según estadísticas del Banco Central Europeo, registran solo 17 y 65 pagos sin efectivo per cápita, respectivamente, mientras que Suecia contabiliza 375.
Sin embargo, las actitudes culturales hacia el dinero en efectivo son también un factor importante. Alemania, por ejemplo, a pesar de tener una sólida infraestructura de pagos en línea y una economía relativamente próspera, por no mencionar un saludable respeto por sus banqueros, registra tan solo 242 pagos sin efectivo por habitante. “En Alemania todavía hay apego al dinero en efectivo”, dice Jason Lane, del Grupo Ejecutivo para el Desarrollo Empresarial Europeo de MasterCard. “Ya sea por razones históricas o por un hábito generacional, es alta la probabilidad de que un consumidor alemán que quiere comprar, por ejemplo, un traje, vaya primero a un cajero automático, saque 1.000 euros y pague en efectivo”. Lane dice que la siguiente fase de la sociedad sin efectivo será la conversión de los teléfonos celulares en tarjetas de débito.
Así que, ¿algún día los suecos sentirán nostalgia por sus elegantes billetes nuevos? Tal vez solo un poco. “¿Que si voy a extrañar el dinero en efectivo? Estoy seguro de que no”, dice Ingemar Akesson, director de una empresa de relaciones públicas de Estocolmo. “Aunque el efectivo está bien para los cumpleaños. Imaginate que querés regalarle a tu hijo 1.000 coronas; es mejor dárselas que simplemente transferirlas a su cuenta, donde no se ven. El efectivo parece más un obsequio. Si es digital, no parece tan real”.