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San Petersburgo, ambición y arte

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Una soberbia ciudad surgió a medida que los palacios comenzaron a cubrir las orillas del Neva; medio rusa, medio europea: era San Petersburgo. 

Ciudad de literatura y música

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La ciudad tenía poco menos de 35.000 habitantes y casi todos querían irse de allí. Pero el zar estaba contento. Había escapado al fin de la sofocante atmósfera moscovita y había desestabilizado a la nobleza con este desarraigo forzoso, fortaleciendo así su control del país.

Una soberbia ciudad surgió a medida que los palacios comenzaron a cubrir las orillas del Neva. Medio rusa, medio europea, San Petersburgo era una ciudad de agujas y cúpulas doradas, de obeliscos de granito, de galerías y palacios. La corte imperial de San Petersburgo se convirtió en la patria de la música, la literatura y la poesía rusas, en la ciudad de Pushkin, de Dostoyevski y de Diaghilev. Tras el estallido de la guerra, en 1914, la capital pasó a llamarse Petrogrado y, en 1924, fue rebautizada como Leningrado. Tras la caída del régimen comunista, en 1991, recuperó su nombre original, el único apropiado para una ciudad que debe su existencia a la indoblegable voluntad de un hombre.

Puerto imperial

Los barcos, atraídos por los bajos impuestos aduaneros de San Petersburgo, saludaban con salvas de artillería al nuevo puerto comercial situado en la desembocadura del Neva.

Catedral clásica

La elegante catedral de San Isaac, construida en el siglo XIX, es un ejemplo de la arquitectura clásica de San Petersburgo.

Planificador perfecto

Pedro el Grande contrató a algunos de los mejores arquitectos, artesanos e ingenieros de Europa para crear una capital capaz de rivalizar en grandeza y esplendor con ciudades como Roma o París.

Ciudad del agua

Conocida como la «Venecia del norte», San Petersburgo se extiende sobre 100 islas pantanosas salpicadas por el delta del río Neva. Muchas han quedado unidas por tierra y las restantes por canales y cerca de 700 puentes.

Visita de inspección

Pedro el Grande inspeccionaba las obras de construcción de su nueva capital. Con su musculosa complexión y sus casi 2 metros de estatura, no le importaba vestirse con una tosca levita y, si era necesario, empuñar un hacha y ocupar su lugar junto a una cuadrilla de obreros.

Construcción

La escasez de materiales obligó a paralizar momentáneamente los ambiciosos planes del zar. Ordenó por decreto que todo carro, carruaje o navío que entrase en la ciudad debía traer consigo bloques de piedra, además de sus mercancías habituales. Pese a ello, la escasez era tal que el zar prohibió el uso de la piedra para construir fuera de San Petersburgo, bajo pena de exilio.

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