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Para sacar las manchas: ¿agua fría o agua caliente?

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¿Por qué algunos dicen que las manchas solo se deben lavar con agua caliente y otros afirman que eso ayuda a fijarlas? ¿Lavar con agua fría es más efectivo?

Primero, la buena noticia. Al aumentar la temperatura del agua que se aplica a una mancha, aumenta también la solubilidad de la mancha. Obviamente, disolver la mancha es un buen primer paso para eliminarla.

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Agua fría o caliente según la mancha

Ahora, la mala noticia. En la práctica, “disolver” la mancha hace que ésta se extienda.

En general, el agua caliente ayuda a degradar la mancha, pero eso no la elimina. Hace que penetre más profundamente en la fibra. Las manchas de aceite, en especial sobre tejidos sintéticos, reaccionan así. Una vez que la mancha se fijó en el nivel profundo de las fibras, los detergentes y la limpieza en seco son ineficaces. En otros casos, el agua caliente realmente produce una transformación química en la mancha propiamente dicha, que entorpece su eliminación. Las manchas de proteínas son un buen ejemplo de este problema, como ilustra Sheryl Zapcic, portavoz de Lever Brothers:

Si uno de los componentes de la mancha son proteínas, el enjuague con agua caliente hará coagular la proteína. Por ejemplo, la clara de huevo, que es una proteína, se puede aflojar con agua fría sin que se coagule; sin embargo, el agua caliente coagulará la clara de inmediato.

Técnicamente, eso se denomina “desnaturalización de la proteína”. Así, la mancha se fija, o se hace insoluble.

En algunas manchas, no importa mucho si se emplea agua fría o agua caliente. Para muchas personas la regla general es que nada sirve. Alguna de ellas ha estado en un refinado restaurante francés, donde sus compañeros de mesa insistían en que “la soda es lo único que te sacará la mancha de la corbata”. Por cierto, nunca hay soda a mano. Para tranquilizar al creyente sincero, la persona en cuestión termina pidiendo un vaso de agua gasificada. Y, naturalmente, la mancha sigue allí, como testigo perdurable de la ingenua convicción de que algún día uno podría quitarla.

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