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Nuestro Sol

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La fuente de toda la energía solar se encuentra muy por debajo de su superficie visible.

Nuestro Sol

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¿Por qué brilla el Sol?

El Sol, fuente de una corriente constante de calor y de luz esenciales para la vida en la Tierra, es una masa gaseosa de aproximadamente 1.390.000 kilómetros de diámetro. Su temperatura interior alcanza millones de grados, y las perturbaciones de su superficie envían chorros de ardiente gas a decenas de miles de kilómetros por el espacio. Incluso hoy, cuando los científicos están comenzando a entender las funciones internas del Sol, sigue siendo difícil abarcar la magnitud de su potencia.

La fuente de toda la energía solar se encuentra muy por debajo de su superficie visible, en su centro termo nuclear. Allí, las temperaturas llegan a cerca de 17.000.000°C y las presiones son tan enormes que los gases que allí se encuentran -en su mayoría hidrógeno y helio- están comprimidos hasta alcanzar una densidad 14 veces mayor que la del plomo.

Bajo un calor y una presión tan grandes, el hidrógeno se transforma en helio por medio de reacciones termonucleares que liberan gigantescas cantidades de energía. Esta pasa entonces a través de la espesa zona de gases calientes que recubre el núcleo interno y alcanza la superficie del Sol, desde donde irradia al espacio en forma de calor y luz.

¿Por qué cambian las estaciones?

La incesante rotación de la Tierra alrededor de su eje -la línea que une los polos Norte y Sur- es la causa de que alternen la noche y el día. A su vez, las estaciones se derivan del hecho de que el eje terráqueo está inclinado en relación con la órbita de nuestro planeta alrededor del Sol.

A lo largo de la órbita anual de la Tierra, la inclinación del eje hace que el polo Norte se oriente hacia el Sol durante parte del año. Es entonces cuando el hemisferio boreal tiene su verano: los días son largos y cálidos, y durante ese período las regiones que circundan el polo no están nunca a oscuras. Esta es la época del año en que las tierras septentrionales reciben la luz del sol de medianoche.

En invierno, cuando la Tierra se encuentra en el lado opuesto de la órbita, su inclinación hace que el polo Norte quede más alejado del Sol y ese hemisferio se enfríe. Durante algún tiempo el extremo boreal se halla en tinieblas las 24 horas del día. Simultáneamente, el polo Sur se orienta hacia el Sol y el hemisferio austral goza de los largos días del verano.

El llamado solsticio de verano ocurre el 21 o 22 de junio en el hemisferio norte; corresponde en esas latitudes al día más largo del año y señala el comienzo del verano. El solsticio de invierno, alrededor del 21 de diciembre, es el día más corto y se le considera el primero de aquella estación. El comienzo de la primavera y del otoño están marcados por los equinoccios (de la palabra latina que significa «noche igual»). El equinoccio vernal, o de primavera, se produce hacia el 21 de marzo, y el equinoccio de otoño cae el 21 o 22 de septiembre. En esas fechas, la línea divisoria entre el día y la noche sobre el globo terráqueo atraviesa los polos Norte y Sur, y en todo el mundo el día y la noche son casi de igual duración.

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