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Navidad: origen de la celebración

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La confusión acerca del origen de la Navidad parte de la dificultad para precisar cuándo comenzó a celebrarse tal como hoy la conocemos.

En muchas comunidades cristianas, los festejos navideños prácticamente desaparecieron durante el siglo XVI. Un siglo después, en algunos países sajones, los ciudadanos celebraban esta fecha con el riesgo de ser castigados.

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La confusión acerca del origen de la Navidad se origina en la dificultad de precisar cuándo comenzó a celebrarse esta fiesta tal como hoy la conocemos. Un festival parecido a la Navidad, la Sacaea, se llevaba a cabo cientos de años antes del nacimiento de Jesucristo. Hacia el año 2.000 a.C., en lo que hoy es lrak, cinco días de procesiones, representaciones teatrales, intercambio de regalos y toda clase de festejos señalaban el final del invierno y daban la bienvenida al Año Nuevo.

Es muy probable que las creencias provenientes de Oriente se hayan extendido hacia Europa central y hayan influido sobre las tradiciones propias de estas regiones, muchas de las cuales indicaban los cambios de estación y el tiempo de cosechar. Por ejemplo, durante los crudos inviernos, los campesinos encendían fogatas con la esperanza de revivir el calor del Sol y calentar un poco la tierra. Decoraban sus casas con siemprevivas, pinos y acebos, para demostrar a las adormecidas plantas que no todo estaba muerto. Cuando el Sol volvía a brillar, se alegraban tanto, que prometían solemnemente repetir cada año esta costumbre. A lo largo del mar Báltico y en Escandinavia, el festival de invierno llamado Yule se celebraba en honor de los dioses Odín y Thor. Ese día ardían grandes fogatas alrededor de las cuales cantaban los trovadores y se relataban leyendas famosas; los participantes bebían ávidamente el hidromiel que contenían los cuernos.

En el Imperio Romano, las Saturnales, que duraban una semana, se llevaban a cabo a mediados de diciembre, cuando el Sol se acercaba a su más bajo nivel. El solsticio de invierno, durante el cual los días empiezan a alargarse, era un día sagrado llamado Dies Natalis Invicti Solis (el nacimiento del Sol invicto). Durante las Saturnales los romanos engalanaban sus casas con laureles y follaje e intercambiaban regalos; el ejército gozaba de licencia; a los criminales se les conmutaban las condenas y los esclavos quedaban en libertad de hacer y decir lo que quisieran. Los persas también encendían fogatas en el solsticio de invierno. Su festival estaba dedicado a Mitra, el dios de la luz, guardián contra las fuerzas del mal. Los soldados y los viajeros difundieron el culto a Mitra en Europa, donde esta creencia rivalizó con la tradición cristiana.

No conocemos la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo, pero es seguro que vino al mundo entre finales del reinado de Herodes el Grande, rey de Judea, y la muerte de este, acaecida en lo que hoy designamos el año 4 a.C. Siglos después de la muerte de Jesucristo, diferentes fechas, que van de abril a diciembre, se propusieron para celebrar su nacimiento. El 6 de enero, día en que algunas comunidades creen que Jesucristo fue bautizado, se celebraba como el día de Navidad, y todavía hay grupos cristianos ortodoxos que conmemoran esa fecha.

A mediados del siglo IV, en el Imperio Romano de Occidente se adoptó el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesucristo; esta fecha confirmaba la que hacía dos siglos habían señalado los cristianos romanos como su más solemne celebración.

Con el tiempo, los cristianos de casi todas partes aceptaron el 25 de diciembre como el día de Navidad; esta fecha casi coincide con las celebraciones del solsticio de invierno, el Yule y las Saturnales. También existe un festival judío, la consagración del templo o Hanuka, que se lleva a cabo a mediados de diciembre.

El árbol de Navidad

Una leyenda dice que hace muchos años, durante una helada noche de invierno, un niño llamó a la puerta de una choza en busca de refugio. Un leñador y su esposa lo recibieron y le dieron de comer. Durante la noche el niño se convirtió en un ángel con vestiduras de oro: era el Niño Dios. Para recompensar la bondad de sus bienechores, tomó una varita de un pino y les dijo que la sembraran, prometiéndoles que cada año daría frutos. Y así sucedió: aquel árbol dio manzanas de oro y nueces de plata. De todos los símbolos que existen, ninguno expresa la magia de Navidad en forma tan bella como lo hace el pino iluminado con luces, esferas, nieve natural o artificial, y coronado con una estrella.

Procedente de Alemania, el árbol de Navidad llegó al continente americano durante el siglo XIX. 

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