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Maratón de ballenas grises

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Ningún mamífero migratorio viaja tanto como esta ballena.

Maratón de ballenas grises 

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Ningún mamífero migratorio viaja tanto como la ballena gris en el océano Pacífico. Cada año, huestes de ellas viajan 20.000 kilómetros, durante tres meses de ida y vuelta, desde su territorio en los mares de Alaska hasta la península de Baja California en México, donde pasan el invierno. En febrero, las ballenas, de 35 toneladas y 14 metros, se cortejan, procrean y amamantan a sus ballenatos en las tibias caletas de la península.

Las ballenas salen del Ártico antes de octubre, cuando el mar se hiela, y viajan hacia el sur bordeando la costa. Las hembras preñadas dirigen la procesión, seguidas de las hembras inmaduras y los machos adultos. Los machos inmaduros van a la retaguardia. Las primeras hembras llegan a México en diciembre. El embarazo de las ballenas dura 13,5 meses, y aquellas que se aparearon en diciembre del año anterior dan a luz en las caletas, poco después de llegar a ellas. Las hembras que parieron el invierno anterior, se aparean nuevamente en el viaje hacia el sur, o se cortejan en las entradas de las caletas. Las ballenas maduras de 8 años se aparean por primera vez.

Los ballenatos, que miden 4,5 metros al nacer, no coordinan el nado y la respiración, y son llevados por sus madres a «soplar» (respirar) a la superficie. En febrero casi han completado la capa de grasa necesaria en las gélidas aguas del norte. Son amamantados siete meses y, en agosto, en las aguas árticas, ricas en alimento, aprenden a bucear para comer moluscos, gusanos y camarones que viven en el fondo marino.

Los primeros en dejar México son las madres con sus crías, durante marzo, nadando cerca de la costa, donde pueden ocultarse de las orcas en los espesos bosques de algas. Llegan al mar de Bering a fines de mayo.

En la migración mueren unas 500 ballenas al año, a menudo, de vejez a los 40 años. Sus cuerpos caen al fondo del mar, donde se convierten en alimento para los organismos que viven en las profundidades, y cuya vida no depende del Sol sino del calor del centro de la Tierra. Las grietas submarinas en la corteza de la Tierra son salidas de géiseres submarinos que despiden aguas termales sulfurosas. Las bacterias que viven de los sulfuros alimentan a las almejas gigantes y a los cangrejos, cuyas larvas usan los cadáveres de las ballenas como lugares de descanso mientras vagan entre los géiseres.

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