La construcción de estos dos puentes icónicos demandó tiempo, esfuerzo y, sobre todo, mucho ingenio.
San Francisco
Las famosas brumas de San Francisco no fueron el único obstáculo que hubieron de superar quienes participaron en la construcción del Golden Gate. Las peligrosas corrientes y las frecuentes tormentas dificultaron enormemente los trabajos. La mayor parte de las obras se realizaban bajo el agua, con buzos que trabajaban en cuatro turnos de veinte minutos al día mientras bajaba la marea y las corrientes eran relativamente débiles. De lo contrario serían arrastrados por la fuerza de las olas. Incluso sin estos condicionamientos naturales la construcción del puente habría sido igualmente ardua.
Una vez terminado, en 1937, albergaba las torres más altas del mundo (227 m) y contenía más de 100.000 toneladas de acero y unos 129.000 km de cable tendido sobre una cubierta provisional. Cada cable terminado medía 1 m de diámetro.
Sydney
En 1932, cuando el puente de Sidney quedó terminado, su gigantesco arco de acero albergaba cuatro vías de ferrocarril y seis carriles para el tráfico rodado. Esta estructura comunicaba el centro de Sidney con los barrios portuarios de la costa norte; medía 1.149 metros de largo y 49 metros de ancho.
Las obras comenzaron en 1923, con la construcción de dos torres de piedra en cada uno de los extremos del puente, que sustentarían temporalmente los cables destinados a soportar la estructura mientras durasen las obras. El puente se construyó con planchas de acero unidas con remaches. En primer lugar se construyeron dos medios arcos que partían de cada orilla, hasta dejar entre ellos una separación de 1 metro. Se retiraron entonces los cables que soportaban provisionalmente la estructura, dejando que los dos medios arcos se apoyasen uno sobre otro para asegurarlos con pasadores. Más tarde se desplazaron las grúas sobre el arco para instalar las diferentes partes de la plataforma de acero.