Las patas de las aves de caza son filosas garras con las que atrapan y matan a sus presas.
Reunión al amanecer
A diferencia del resto de las águilas, que inician su día cuando el sol ya salió, las Steller ya están despiertas y alertas antes del amanecer, cuando la temperatura es de unos 15°C. El horizonte del este apenas clarea cuando las primeras sombras flotan en el cielo oscuro. Las águilas se elevan en grupos de dos o tres, luego en docenas, hasta formar una horda, cual cuervos gigantes que salen de sus perchas.
Las aves pueden distinguirse inicialmente como siluetas. Al aumentar la luz son visibles las distintas etapas de madurez, según el plumaje. La luz también revela la presencia de águilas marinas de cola blanca en la parvada. Son más pequeñas, sin plumaje blanco en alas, patas y rabadillas, y superadas en tamaño y aspecto por las hermosas águilas de Steller.
Las águilas planean sobre el agua: algunas cruzan el aire, mientras otras se posan en los témpanos. Algunas veces se reúnen hasta 40 águilas en el aire, en lo que eligen una dirección para la cacería del día, mientras otras 400 prefieren permanecer en el hielo de las riberas. Estos grandes pájaros son ruidosos y sus ásperos llamados (un canino «kiau, kiau, kiau» o un grave » cra, cra, cra») reverberan en los desfiladeros boscosos. Sus llamados son frecuentes cuando pelean por la comida o por un lugar de descanso.
Aunque las águilas de Steller comen pájaros pequeños y medianos, al invernar en Japón se alimentan únicamente de peces y carroña. Se les puede ver reunidas junto al cadáver de una foca o un cisne, pero es más frecuente verlas pescando gados de Alaska en la superficie del mar. Generalmente se trata de peces que se hirieron al escapar de las redes de las flotas pesqueras locales o que quedaron atrapados en las orillas por los desprendimientos de hielo.
Cuando un águila detecta un pez desde el aire, desciende en espiral hacia el agua, bajando las patas y alzando cola y alas para perder altura. Al embestir, bate la cola y lanza las zarpas hacia adelante con precisión, para atrapar al pez con los espolones. Su mesa es un témpano, preferiblemente con una saliente. Una alternativa es que el cazador regrese a la seguridad de la rama de un árbol en la costa.
A las tres de la tarde la luz comienza a desvanecerse y las águilas olvidan sus privilegiados puestos en los témpanos para volver a sus ramas, donde pasan la larga noche invernal.
En las mañanas en que las ventiscas reducen su campo de visión, las águilas retrasan la cacería y a veces ni siquiera abandonan sus ramas. Si la nieve cae durante todo el día, no salen a cazar y descansan juntas, reuniéndose por cientos en los desfiladeros boscosos o en cualquier sitio que las refugie del viento. Así permanecen hasta que la ventisca cesa.
Aunque las grandes águilas pasan la mayor parte del invierno cazando, en días soleados y casi primaverales, cuando la temperatura sube a 0°C, pueden iniciar el cortejo. Los machos y las hembras planean en parejas, persiguiéndose en ágiles maniobras acrobáticas y emitiendo frecuentes llamados. Las águilas se lanzan, planean, giran y se toman entre sí con las garras. A veces una pareja en cortejo se enlaza con las garras y gira en el aire una y otra vez, como una rueda viviente.
Su número se reduce considerablemente en marzo, pues vuelan de regreso a Siberia para aparearse. Empollan de uno a tres huevos en los grandes nidos que construyen en las copas de los árboles en los bosques siberianos. Los polluelos salen a principios de junio. Entre noviembre y diciembre, cuando se congela el mar de Ohotsk, los pájaros regresan a Japón para pasar el invierno.