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La pasión por el deporte

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Para millones de personas, los deportes son una obsesión. Esta pasión ha ido en aumento con el paso de los años, tanto para quienes practican deportes como para los espectadores. ¿Cómo fue el desarrollo de los deportes en la historia? ¿Por qué empezamos a practicarlos y cómo ocuparon un lugar central en nuestras vidas? 

El objetivo del golf es golpear una pequeña pelota recubierta de plástico con un costoso y especializado juego de palos, para que entre en pequeños agujeros distribuidos en un campo plagado de obstáculos, construido sobre terrenos que podrían usarse productivamente para la agricultura o la forestación. Algunos quizá sienten que debe de haber formas más constructivas de pasar el tiempo, y el escritor estadounidense Mark Twain desechó el juego de golf calificándolo de “una buena caminata arruinada”. 

Pero él vivió antes de que los profesionales del golf consagraran toda su vida útil al juego y ganaran un millón de dólares en un torneo. Por patear pelotas llenas de aire sobre un campo de juego, los futbolistas profesionales de los principales clubes europeos pueden ganar, al menos, un millón de dólares por año: casi cinco veces lo que gana el presidente de Estados Unidos. Entre salarios, premios en dinero, bonos según el desempeño y acuerdos con los patrocinadores, los deportistas mejor pagos ganan decenas de millones de dólares por año. Estas cifras colosales demuestran por sí solas el elevado estatus que tiene el deporte en el mundo. Y en nuestra pasión por los deportes, como participantes o espectadores, damos por sentado lo absurdo de las disciplinas deportivas y nos concentramos en los objetivos: la demostración de habilidades y creatividad, y el logro de un estado atlético, el desarrollo personal e incluso la gloria.

Viejos hábitos 

Los deportes no siempre han estado divorciados de los fines prácticos. En las antiguas Grecia y Roma, la mayoría de las disciplinas deportivas –atletismo, lucha, jabalina– coincidían con las exigencias del entrenamiento militar. Los deportes de equipo, como el “juego de la pelota pequeña”, o harpastum, un antecesor del fútbol, también ayudaban a mantener a los hombres en forma para el combate. Cuando las ciudades-Estado de la antigua Grecia, enfrentadas y rivales, enviaban a sus atletas a los Juegos Olímpicos, libraban una batalla por el poder. 

Estos hábitos sentaron las bases de los eventos deportivos organizados. Además, había una aceptación generalizada del vínculo entre estado físico, buena salud y sensación de bienestar. En el Imperio romano, como parte de la rutina diaria de un ciudadano, se practicaban actividades como la lucha, los juegos de pelota, el levantamiento de pesas, la gimnasia y la natación, en el área de los baños públicos llamada gymnasium. El deporte en el mundo antiguo tenía un costado spiritual: los griegos ponían énfasis en el atletismo y los cuatro Juegos Panhelénicos –Olímpicos, Píticos, Nemeos e Ístmicos– eran una tradición sagrada y religiosa. 

En el siglo V d. C., el colapso del Imperio romano de Occidente produjo la extinción del deporte organizado en Europa. Durante la Edad Media, los deportes se volvieron localizados, con sus propias reglas y tradiciones. Se centraban en días de fiesta religiosa y podían llegar a ser ocasiones de descontrol. En Inglaterra, los juegos de fútbol del martes de Carnaval reunían a cientos de jugadores que provocaban destrozos y peleas mientras recorrían las calles de la ciudad y el campo en busca de una vejiga de cerdo inflada que se pateaba o se llevaba con la mano. 

Juegos de equipo 

Este tipo de eventos no era exclusivo de Europa. El lacrosse comenzó como un juego de los nativos americanos. Consistía en dos equipos de cientos de jugadores que luchaban en un área de, por lo menos, 2,5 km2, por varios días. El polo era jugado en Asia Central por equipos de jinetes, que usaban la carcasa de una oveja, una cabra o un ternero muertos como pelota.

En Europa, se emitieron innumerables edictos para intentar prohibir el llamado mob football, que provocaba lesiones a los jugadores y daños a la propiedad. En el período medieval tardío, comenzaron a desarrollarse juegos más ordenados, que enfatizaban la habilidad, y proporcionaban entretenimiento junto con el ejercicio físico. Incluían el tenis real, un deporte bajo techo, jugado por los nobles del siglo XV, sobre todo en Francia. El golf se desarrolló en Escocia, alrededor de la misma época. El cricket fue uno de los primeros deportes de equipo modernos; aparece en documentos desde el siglo XVII. En el siglo XVIII, la alta burguesía formaba equipos y apostaba por el resultado de los partidos. Para asegurar condiciones parejas en estos eventos, los hombres del London Cricket Club codificaron las reglas del deporte en 1744 y las imprimieron por primera vez en 1775. 

Juego limpio y reglas deportivas 

A principios del siglo XIX, la mayoría de los trabajadores no tenía tiempo libre para jugar un deporte. Pero Gran Bretaña se convirtió en el origen de una serie de deportes de equipo modernos, como resultado de la división social. Las escuelas privadas para los ricos reconocían las ventajas del juego como una forma de ejercicio físico, de competencia saludable y de descarga de la agresión. Se consideraba que el deporte forjaba el carácter: promovía la fortaleza y la disciplina bajo presión, y era una oportunidad para demostrar las virtudes del espíritu de equipo y el juego limpio. Las palabras del escritor romano Juvenal, mens sana in corpore sano resumían la actitud de esos tiempos respecto del deporte. La frase se traduce literalmente como “una mente sana en un cuerpo sano”. 

Para que floreciera el juego limpio, tuvo que haber un conjunto de reglas acordadas para los partidos dentro de la escuela y contra otras instituciones. En 1845, la Rugby School elaboró un código para el tipo de fútbol jugado con la mano que ahora lleva su nombre. A eso le siguió una catarata de libros de reglas, muchos redactados por escuelas y universidades. Las reglas para el fútbol que sólo puede jugarse con el pie (con excepción del arquero) se formularon en la Universidad de Cambridge, en 1863. Ese mismo año, cuando se fundó la British Football Association, ésta adoptó las nuevas normas. (La Asociación acuñó más tarde el término soccer para referirse a este deporte). En el boxeo, las peleas a nudillos descubiertos dieron paso a un combate regido según las Reglas del

Marqués de Queensberry, publicadas en 1867. Éstas incluían varias estipulaciones del deporte moderno, como el uso de guantes acolchados y asaltos de sólo tres minutos. 

Avances norteamericanos 

En América del Norte se producían desarrollos similares. Las reglas del béisbol –que tal vez evolucionaron a partir de los antiguos juegos de bate y pelota ingleses– se codificaron en Estados Unidos, en la década de 1840; las reglas del fútbol americano, en la de 1870. Estudiantes de la Universidad McGill en Montreal diseñaron el primer conjunto de siete reglas para el hockey sobre hielo en 1877, después de un juego bajo techo de lacrosse con patines de hielo. En la cresta de este entusiasmo por los deportes organizados, se inventaron nuevos juegos y se les dio forma a otros existentes a través de un nuevo conjunto de normas. En la década de 1870, se lanzó el tenis de césped, un derivado del tenis real. El básquet fue creado en el Springfield College, en Massachusetts, en 1891, por el canadiense James Naismith, que quería un vigoroso deporte de equipo bajo techo para el invierno. El netball comenzó en Gran Bretaña en 1895 como una versión femenina del juego. También en Massachussets, William Morgan creó el mintonette en 1895, como una alternativa menos atlética que el básquet, que se adaptaba a todo tipo de físico; más tarde se rebautizó como vóleibol. 

La salud de la nación 

Las potencias coloniales de los siglos XIX y XX creían que los deportes organizados eran útiles como parte del entrenamiento militar. Los nuevos deportes viajaron a los extremos más alejados de la Tierra, donde los jugaban oficiales y otros miembros del ejército, administradores y comerciantes que los acompañaban, y aquellos que gobernaban esos países. 

El reclutamiento para la segunda guerra Bóer (1899-1902) reveló el espeluznante estado de salud de los voluntarios. Los gobiernos nacionales y locales decidieron promover el deporte en las escuelas y disponer instalaciones deportivas en los parques públicos. Los dueños de fábricas decidieron crear clubes deportivos para su mano de obra. En 1895, los dueños de la Thames Ironworks and Shipbuilding Company fundaron el West Ham United Football Club en el este de Londres. Alemania se concentró en el desarrollo de la gimnasia por las mismas razones. Desde la década de 1920, la Unión Soviética promovió los deportes como política gubernamental, para alentar el buen estado físico en el lugar de trabajo y en el ejército. 

El miedo a que la mala salud pudiera llevar a la declinación espiritual y moral inspiró a una serie de grupos cristianos a promover los deportes. Los miembros de la Villa Cross Wesleyan Chapel en Aston, Birmingham, fundaron el Aston Villa Football Club en Birmingham, Inglaterra, en 1874. James Naismith y William Morgan eran instructores de educación física de la Young Men’s Christian Association, y los misioneros cristianos ayudaron a difundir los deportes en todo el mundo. 

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, los obreros de las fábricas comenzaron a tener la tarde del sábado libre, un tiempo de ocio que podían dedicar al deporte, como participantes o como espectadores. La red de trenes y tranvías que llegó con la Revolución Industrial permitió que los equipos viajaran para enfrentar a los rivales, apoyados por sus fans. El crecimiento de los deportes con espectadores fue rápido. La primera final de la Copa del Mundo (la final de la competencia de la Asociación de Fútbol) en 1872 fue vista por dos mil asistentes; más de 73.000 la vieron en 1899, y alrededor de 200.000 en el nuevo Empire Stadium, en Wembley, en 1923. El béisbol, el deporte de la clase trabajadora en Estados Unidos, experimentó un crecimiento paralelo como deporte con espectadores; la palabra “fan” se usó por primera vez para referirse a los entusiastas del béisbol, alrededor de 1889. 

Como el público estaba dispuesto a pagar por sus entradas, el deporte profesional cobró sentido. Los clubes deportivos podían atraer a los mejores jugadores si les pagaban una suma por asistencia, o una parte de un premio monetario, o una compensación por las horas de trabajo que perdían, o un salario. El primer equipo profesional de béisbol fue el Cincinnati Red Stockings, en 1869. Los primeros futbolistas profesionales surgieron en la década de 1880. Esto provocó fisuras en algunos círculos deportivos: se creía que el verdadero espíritu del esfuerzo deportivo pertenecía al caballero aficionado, que practicaba un deporte por el deporte mismo, y que el concepto de deporte profesional contaminaba ese ideal. En 1895, el rugby se dividió por este tema, y se formaron una unión de rugby y una liga de rugby. Los Juegos Olímpicos modernos, iniciados en 1896, estuvieron en teoría cerrados a los deportistas profesionales hasta la década de 1970. 

Gloria nacional 

Desde la Antigüedad, los gobiernos han comprendido el poder de los deportes para atraer multitudes y han tratado de manipularlo. Los líderes romanos organizaban juegos espectaculares para congraciarse con sus ciudadanos. Solían ser “juegos” de gladiadores, como el espectáculo de 123 días en el año 106 d. C., en el Coliseo, para celebrar la victoria del emperador Trajano sobre los dacios. Las carreras de carros agradaban a la multitud: unos 250.000 espectadores se reunían en el Circo Máximo de Roma para asistir a ellas. Juvenal sostenía que el público aceptaba perezosamente este tipo de soborno político por su deseo de panem et circenses –“pan y circo”– gratuitos. 

Adolf Hitler intentó convertir los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín en una herramienta de propaganda nazi y una demostración de la superioridad racial aria. Los triunfos del atleta negro estadounidense Jesse Owens, que ganó cuatro medallas doradas en atletismo, ridiculizaron la pretensión de Hitler. 

Durante la guerra fría, la Unión Soviética invirtió en academias deportivas para lograr la excelencia, cualidad que serviría como un magnífico ejemplo de lo que era el comunismo, en eventos deportivos internacionales, como los Juegos Olímpicos. Los deportistas soviéticos triunfadores fueron recompensados con un estilo de vida acorde con su estatus heroico, lo que inspiró a millones a emularlos. La presión por el éxito también llevó a abusos, como el uso de drogas para mejorar el rendimiento por parte de los atletas de Alemania Oriental en las décadas de 1970 y 1980. 

Celebridad deportiva 

Desde la Antigüedad, los deportes con espectadores fomentaron un culto a las celebridades y siempre ha habido dinero involucrado. Los ganadores de los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia eran recompensados por su ciudad natal. Los gladiadores que luchaban en el Coliseo podían escapar de la esclavitud hacia una vida de riquezas y conseguir el estatus de celebridad. Este patrón resurgió en el siglo XIX con el crecimiento de los deportes organizados.

W. G. Grace fue la primera superestrella del cricket y alcanzó su punto culminante en la década de 1870. En las primeras décadas del siglo XX, los noticieros que se pasaban en los cines ayudaron a asegurar que todo deporte tuviera sus héroes. En el cricket, estaba el australiano Donald Bradman; en béisbol, Babe Ruth; en tenis, el francés Jean Borotra, el inglés Fred Perry y una de las primeras estrellas femeninas del deporte, la francesa Suzanne Lenglen. 

La pasión por los deportes con espectadores ha sido alimentada por el crecimiento de los medios globales. Cuando en 1926, en Filadelfia, Gene Tunney derrotó a Jack Dempsey en una pelea por el campeonato, lo vieron 140.000 espectadores. Al año siguiente, Tunney triunfó de nuevo en la pelea revancha, en Chicago. Se la conoció como “la batalla del largo conteo” y la vieron 104.000 personas, mientras que 50 millones la escucharon por radio. 

Ochenta años después, una audiencia televisiva de 715 millones vio el triunfo de Italia en la final de la Copa del Mundo de 2006, en Berlín, y los 64 partidos del torneo tuvieron un total acumulado de 26.290 millones de televidentes en 214 países. Ninguna otra actividad, ni siquiera una religión, posee un atractivo semejante.

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