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Hormigas al rescate y otros animales ingeniosos

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Increíbles pautas de aprendizaje animal.

La brigada de rescate de las hormigas rojas

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En la década de 1930, un investigador francés que trabajaba en un laboratorio del gobierno descubrió hormigas apagafuegos en el jardín del laboratorio. Cuando colocó un cerillo encendido cerca del nido, las hormigas rojas de una colonia se alinearon para apagarlo con el ácido fórmico de su abdomen. Pero ninguna de las otras colonias respondió así.

Poco después se descubrió que un trabajador del mismo laboratorio diariamente dejaba caer una colilla de cigarro cerca del nido de esta colonia mientras paseaba por el jardín. Por lo tanto, las hormigas estaban acostumbradas al fuego y habían aprendido a combatirlo.

Aves que resuelven sus problemas

Se ha observado que el aguilucho lagunero, que frecuenta las aguas de muchas partes del Viejo Mundo, ahoga a las aves que atrapa en los estanques o en los ríos poco profundos. Para lograrlo, mantiene bajo el agua la cabeza de la víctima, hasta que deja de moverse. Pero como estas aves no tratan de ahogar a los peces que atrapan, se cree que su comportamiento es aprendido y no instintivo.

Los cuervos también resuelven sus problemas con inteligencia, estén en cautiverio o en libertad. Roban los pellejos que la gente cuelga en las alambradas de los jardines para atraer a los paros. Su táctica consiste en tirar del alambre con el pico mientras sostienen la carne con una pata.

El fin del problema

La búsqueda efectiva de comida es una tarea que requiere habilidad, y los cuervos la tienen. En el occidente de Canadá algunos de ellos atrapan buccinos, una especie de caracoles de playa, cuando baja la marea.

Los biólogos han observado que las aves solo recogen las valvas cuyo peso es el suficiente como para contener un buccino. Quizás los cuervos saben que un caparazón ligero solo puede contener los restos de un animal muerto. Para sacar toda la comida que hay dentro de la valva, han aprendido a dejarla caer varias veces sobre una superficie rocosa. En promedio, se necesitan cuatro golpes desde una altura de 5 m para poder abrirla. Si se dejara caer desde una altura mayor, el caparazón se rompería más rápidamente, pero el contenido se desparramaría y se ensuciaría de arena.

Muchas otras aves también han adquirido la habilidad de romper caparazones. El zorzal europeo, por ejemplo, los golpea contra las piedras hasta que los rompe, y el buitre quebrantahuesos, habitante de América y Asia, deja caer los huesos de sus víctimas para que se rompan y él pueda extraerles la médula.

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