Los glaciares son grandes escultores del terreno.
¿Qué elementos dieron forma a los fiordos?
El contorno de muchas costas está cortado por estrechos entrantes llamados fiordos. Los más conocidos se encuentran en Noruega, pero también hay fiordos espectaculares en Alaska, Canadá, Groenlandia, Chile, Nueva Zelanda y otros lugares. Todos ellos son obra de glaciares que excavaron profundos valles abiertos al mar.
Los fiordos fueron socavados en las costas montañosas por lenguas de hielo procedentes de los grandes heleros del interior, que avanzaron hacia el océano siguiendo los valles de los ríos y ahondaron sus lechos hasta una profundidad muy inferior al nivel del mar. Durante la Edad del Hielo, este nivel era inferior al actual, pues muchísima agua se encontraba solidificada en los heleros. Cuando el hielo se fundió, los mares inundaron los valles.
Los resultados son, a menudo, verdaderamente sobrecogedores. El famoso fiordo noruego de Sogne, por ejemplo, penetra unos 200 kilómetros en el interior. En algunos lugares, sus muros ascienden hasta 900 metros sobre el agua. Pero esos enormes acantilados revelan solo parte de la fuerza del glaciar que abrió el fiordo; bajo el nivel del agua, las paredes de aquella tremenda fosa se hunden hasta casi 1.300 metros.
¿A dónde arrojan sus escombros los heleros?
Como los glaciares, los heleros continentales depositaron gigantescas morrenas en sus frentes de fusión. En Finlandia, por ejemplo, dos morrenas paralelas cruzan el territorio y marcan dos fases de la retirada de un helero. Conocidas con el nombre de Salpausselka, forman una barrera de 500 kilómetros de longitud, que en algunos lugares alcanza una altura de 80 metros.
Los ríos que se originaron de los frentes en fusión dejaron también extensas capas de sedimentos que formaron las llamadas llanuras de aluvión.
Otra reliquia de los glaciares son los llamados cantos erráticos, peñascos esparcidos por el terreno que fueron recogidos en el trayecto por el hielo y luego depositados lejos de su lugar de origen.
