Según la leyenda, el dios Huitzilopochtli les dijo a los aztecas que hallarían un lugar para asentarse definitivamente y que en él habrían de encontrar cosas maravillosas.
La tierra prometida
Tenochtitlán, ciudad sobre las aguas
El Códice Mendocino señala que los aztecas fundaron la ciudad de MéxicoTenochtitlán en 1325. Su salida de Aztlán se ubica entre los años 1160 y 1200, lo que significa un éxodo de más de un siglo. ¿Qué buscaba esta tribu?
Según la leyenda, el dios Huitzilopochtli les había dicho que hallarían un lugar para asentarse definitivamente y que en él habrían de encontrar cosas maravillosas. Ya en el Valle de México, y yendo de un lugar a otro entre los carrizales, encontraron un ojo de agua de hermosura fuera de lo común. Había allí un sabino blanco al pie del cual brotaba una fuente. Alrededor de la fuente había sauces también blancos, sin una sola hoja verde. Todas las cañas de aquel lugar eran blancas, y blancas también las espadañas de alrededor. Del agua empezaron a salir ranas y peces blancos, y de entre ellos culebras de agua, blancas y vistosas. Los sacerdotes y ancianos lloraban de gozo y decían: «Ya hemos hallado el lugar que nos ha sido prometido […] esperemos el mandamiento de nuestro dios, que él nos avisará lo que hemos de hacer.»
El dios habla
Aquella noche Huitzilopochtli se apareció en sueños a uno de sus sacerdotes y le recordó cómo les había ordenado matar a su sobrino Copil y que le sacaran el corazón y lo arrojaran entre los carrizales y espadañas. Donde el corazón había caído, le informó, nació un tunal grande y hermoso en el que habitaba un águila. Le indicó que al lugar donde hallaren el tunal con el águila encima le pusieran el nombre de Tenochtitlán.
Después de escuchar el relato, los aztecas volvieron a la fuente del día anterior y vieron que el agua que antes saliera clara y cristalina ahora era bermeja, casi como sangre, y se dividía en dos arroyos, uno de ellos tan azul y espeso que causaba espanto. Siguieron adelante en busca de la señal divina, y encontraron de pronto el tunal con el águila encima. Tenía las alas extendidas hacia los rayos del sol y en las garras lo que para algunos cronistas era un «pájaro galano» y para otros una serpiente. Los aztecas hicieron una reverencia ante el ave, y ésta se les humilló bajando la cabeza.
Los sacerdotes Axolohua y Cuauhcóatl se acercaron en actitud reverente. El primero se hundió en las aguas y declaró haber oído la voz de Tláloc que le decía: «Sea bienvenido mi amado hijo Huitzilopochtli con su pueblo. Diles a todos esos mexicas, tus compañeros, que éste es el lugar que han de poblar y hacer cabeza de su Señorío y que aquí verán ensalzadas sus generaciones…» Decididos a habitar aquel sitio, los aztecas edificaron un templo rudimentario, y en la dedicación del humilde santuario hubo un sacrificio humano. El corazón de Xomimitl, un colhua encontrado por un mexica que andaba de cacería, fue ofrendado al dios Huitzilopochtli.