La insulina es una hormona vital que es producida por el páncreas.
¿Cómo se descubrió la insulina?
Leonard Thompson, un muchacho torontés de catorce años, se estaba muriendo. Pesaba menos de 32 kg. Se mantenía con una dieta de menos de 450 calorías al día: menos de lo que suele ingerir un joven de su edad en una sola comida. Se le estaba empezando a caer el pelo, tenía el estómago hinchado y, pálido y moribundo, permanecía en su cama del hospital general. Padecía diabetes, una enfermedad debilitante para la que no había curación.
La diabetes es una afección crónica en la que el cuerpo no puede procesar el azúcar porque el páncreas -una glándula situada junto al estómago y que vierte en el intestino un jugo digestivo- no produce la cantidad necesaria de una hormona vital llamada insulina. Como consecuencia de ello, el azúcar se acumula progresivamente en la sangre y en los tejidos, con efectos letales.
Islotes vivificantes
En 1869 un médico alemán llamado Paul Langerhans describió la existencia de masas de tejido -posteriormente conocidas como islotes de Langerhans- en el páncreas. Más tarde se descubrió que estos islotes -de los que hay cerca de un millón en cada páncreas- vierten insulina en los capilares circundantes. A partir de entonces se realizaron intentos esporádicos de extraer y aislar la insulina (del latín insula, «isla»).
En el otoño de 1920, Frederick Banting, médico canadiense de 29 años, ideó un experimento para aislar la insulina utilizando páncreas de perros. Banting acudió con su idea a la universidad de Toronto, donde la discutió con el catedrático John J. R. Macleod, un fisiólogo de fama internacional, quien designó a Charles Best -brillante cirujano que contaba entonces sólo 21 años- para que ayudara a Banting a desarrollar su investigación.
A comienzos de 1922 Banting y Best habían conseguido reunir cierta cantidad de insulina, que inyectaron a una serie de perros diabéticos, obteniendo en algunos casos resultados alentadores. En enero de ese año los médicos administraron a Leonard Thompson una pequeña cantidad de insulina. En octubre, sin embargo, su estado empeoró, de modo que fue reingresado en el hospital y sometido nuevamente con éxito a un tratamiento a base de insulina. El caso de Leonard ocupó las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo, dando nuevas esperanzas a millones de diabéticos.