Muchas aves ven mejor, y muchas fieras corren más, pero no tienen la capacidad de razonar, crear, hacer y apreciar la música y la poesía.
¿Por qué el cerebro humano es tan notable?
De todos nuestros órganos, el cerebro es el que nos distingue como seres humanos. Las partes de nuestro cuerpo no son tan notables comparadas con las de algunos animales. Muchas aves tienen mejor vista, y muchas fieras salvajes pueden correr más, pero ninguna criatura tiene la capacidad de razonar, crear, hacer y apreciar música y poesía.
El cerebro es el órgano maestro que controla las demás partes y sistemas de nuestro cuerpo. Si por un extraño azar nunca hubiésemos visto una computadora y encontrásemos una en la Luna, pronto descubriríamos sus misterios, no importa lo intrincados que fueran. Nada descubierto hasta ahora en el universo se compara con la complejidad del cerebro humano, que sigue siendo la última y más grande frontera biológica.
Cada segundo de nuestra vida, el cerebro envía y recibe unos 50 millones de mensajes. Controla nuestros pensamientos y emociones, almacena nuestros recuerdos y dirige cada movimiento voluntario o involuntario que hacemos. Sin nuestro cerebro, no podríamos respirar, digerir alimentos ni eliminar los desechos.
Apenas estamos descubriendo cómo funciona cada parte del cerebro. Dentro de éste existen unos 100 millones de células o neuronas; de cada una surge un sorprendente laberinto de aproximadamente 100.000 fibras. El trabajo de los neurólogos consiste en identificar cómo -cuando recuperamos algún recuerdo de nuestra memoria, por ejemplo- se ajustan las piezas de este rompecabezas.
Los científicos ya han hallado la manera de explorar parte de la geografía del cerebro. En el pasado, examinaban los cerebros de personas que habían sido paralizadas por la apoplejía o que habían sufrido algún problema neurológico, y al hacerlo, los especialistas solían encontrar un tumor o alguna anomalía.
En épocas recientes, estudiaron a personas con diversas lesiones cerebrales, o cicatrices, y descubrieron que presentaban ciertas incapacidades. De igual manera, los cirujanos han sometido a estímulos eléctricos a pacientes conscientes durante una cirugía del cerebro. Por estos medios, poco a poco ha sido posible identificar las zonas del cerebro que parecen controlar ciertas funciones.
Instrumentos de exploración como el TAC, siglas de la tomografía axial computarizada, nos han brindado soberbias imágenes de la estructura de un cerebro sano. En la actualidad intervienen otras tecnologías diseñadas para rastrear los medios eléctricos, magnéticos y químicos de que hace uso el cerebro para transmitir sus mensajes.
Con ayuda de la TEP (tomografía por emisión de positrones) los investigadores pueden descubrir qué células del cerebro realizan determinadas tareas. Las células activas consumen más glucosa, el combustible del cuerpo. A los voluntarios se les inyecta una glucosa radiactiva y se les somete a varias pruebas. Un rastreador sigue la huella de glucosa para ver qué células la requieren. Este aparato proyecta las zonas con incremento de actividad a una computadora, que delinea el mapa de los puntos neurales. Rastreadores semejantes que escudriñan el cráneo son capaces de seguir el flujo de sangre dentro del cerebro y ubicar la multitud de impulsos magnéticos y eléctricos.
Cuando se complete el mapa, habremos abierto una ventana a las enigmáticas fronteras del cerebro, lo que será un logro notable, aunque nada se compara con la sorprendente naturaleza del cerebro que, después de todo, conduce con mano maestra su propia exploración.