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Cómo funcionan los pulmones

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En los dos pulmones hay alrededor de 600 millones de alveolos, donde se lleva a cabo su función.

Cómo funcionan los pulmones

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El aire que aspiramos entra a los pulmones a través de las vías respiratorias formadas por las fosas nasales (o la boca), la faringe, la laringe, la tráquea y los bronquios. Estos últimos son dos ramificaciones terminales de la tráquea que entran uno a cada pulmón. Dentro del pulmón los bronquios se ramifican extensamente y dan lugar a conductos cada vez más delgados, los bronquiolos, que terminan en los conductos alveolares. Los conductos alveolares conducen a unas pequeñas estructuras en forma de saco rodeadas por una densa red de capilares sanguíneos y llamadas alveolos pulmonares. Las paredes de los alveolos y de los capilares son tan delgadas que los gases pueden pasar fácilmente a través de ellas. En los dos pulmones hay alrededor de 600 millones de alveolos y es en ellos donde se lleva a cabo la función pulmonar: el intercambio de oxígeno y de bióxido de carbono entre el aire inhalado y la sangre.

Una quinta parte del aire que aspiramos es oxígeno. Cada vez que inhalamos, el aire llena los alveolos y el oxígeno pasa a la sangre; una pequeña cantidad se disuelve en ella, pero la mayor parte de él se combina químicamente con la hemoglobina y así es conducido a los tejidos. Cuando los capilares llegan a ellos, la hemoglobina libera el oxígeno, recoge el bióxido de carbono producido por las células y regresa con él a los alveolos, donde es eliminado junto con el aire exhalado.

¿Qué determina el ritmo de la respiración?

La frecuencia y la profundidad de la respiración varían de acuerdo con la velocidad a la que los tejidos consuman el oxígeno y produzcan bióxido de carbono y eso, generalmente, depende del grado de actividad. El centro respiratorio del cerebro envía impulsos a los músculos respiratorios y regula su actividad. En otras regiones del sistema nervioso central se cuantifica el nivel de bióxido de carbono que hay en la sangre; en cuanto se eleva ligeramente, se envía una señal al centro respiratorio que, inmediatamente, modifica la frecuencia y la profundidad de la respiración para que el nivel de bióxido de carbono vuelva a la normalidad. Este sistema también registra la concentración de oxígeno, pero es menos sensible a los pequeños cambios.

Normalmente, una persona inspira y espira 15 veces por minuto y hace pasar por los pulmones alrededor de medio litro de aire en cada ocasión. Esa cantidad representa apenas el 12% del aire que un adulto joven y sano puede introducir en los pulmones en una inspiración profunda. Cuando se está haciendo un ejercicio violento, la frecuencia respiratoria puede aumentar al doble y la cantidad de aire que entra a los pulmones en cada inspiración llega a quintuplicarse. Al respirar más rápida y profundamente se emplea la capacidad de reserva que tienen los pulmones.

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