Inicio Selecciones 80 Aniversario Septiembre 2012: somos muy afortunados (o lo éramos), pero no lo sabíamos

Septiembre 2012: somos muy afortunados (o lo éramos), pero no lo sabíamos

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Cerca de una década atrás, en retrospectiva, los profetas del optimismo tenían razón. Ahora, el panorama es de dulce y de grasa.

Una nueva palabra está entrando en los diccionarios del mundo: doomism o doomismo, en español, y se refiere a lo que anuncian expertos de todos los colores respecto al estado y perspectivas de nuestro mundo: desastre. El pesimismo siempre ha sido negocio. En una nota que publicamos en septiembre de 2012, refutábamos sus lugares comunes, como la idealización de tiempos pasados donde había pandemias (como hoy), pero a olvidarse de las vacunas. Quizás exagerábamos en ver el lado luminoso de las cosas: desde entonces, en especial en América Latina, el estancamiento y las crisis económicas cerraron los horizontes. También la violencia, en especial en naciones como Venezuela, Brasil, Honduras. También nos equivocamos en cuanto a los desastres climáticos y la expansión agrícola. Los primeros son más y peores, en tanto que la segunda ha incrementado la destrucción del medioambiente a niveles nunca vistos.

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Pero, citando la definición que dice que “un pesimista es un optimista bien informado”, la nota de John Dyson acierta en dos grandes puntos: con todos los problemas, las generaciones hoy vivas son las más afortunadas en la Historia en muchísimas cosas y advertir que hay grandes problemas, nos permite poner toda nuestra energía en resolverlos.

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El mundo jamás había sido un mejor lugar para vivir”, afirma el escritor científico británico Matt Ridley, “y va a seguir mejorando”. Actualmente, en un planeta tan agobiado por la crisis económica y afligido por la pobreza, las enfermedades y los conflictos armados, esas palabras constituyen una afrenta y una provocación en algunos círculos. Los críticos de Ridley lo han tachado de ser un “negacionista” y un “cínico”, y lo han acusado de “manipular la verdad” por sus opiniones acerca del cambio climático y el mercado libre. Con todo, Ridley, de 54 años y cuyo libro más reciente se titula El Optimista racional, se mantiene en sus trece. “No es una locura creer en un futuro feliz para la gente y para el planeta”, dice. Este hombre ha sido corresponsal de prensa, zoólogo, economista y financista, y defiende su concepción de la vida color de rosa. “Las personas creen que estoy chiflado por afirmar que el mundo seguirá mejorando, pero no puedo evitarlo”, añade. Siga leyendo para conocer sus argumentos. ¿Es un tipo muy lúcido, o un charlatán? Decídalo usted.

1. Estamos mejor actualmente

En comparación con hace 50 años, cuando yo tenía cuatro, el ser humano ahora gana casi tres veces más dinero (en promedio y con ajuste por inflación), ingiere tres veces más calorías, ve morir menos hijos (dos tercios menos) y tiene una esperanza de vida 33 por ciento mayor. De hecho, es difícil encontrar una región del planeta que esté peor ahora que entonces, a pesar de que la población mundial ha aumentado más del doble durante ese período.

2. La vida urbana es benéfica

Los habitantes de las ciudades ocupan menos espacio, consumen menos energía y tienen menos impacto en los ecosistemas naturales que la gente del campo. Las ciudades del mundo hoy albergan a más de la mitad de la población humana, pero ocupan menos del tres por ciento de la superficie terrestre. El crecimiento urbano tal vez repugne a los ambientalistas, pero vivir en el campo no es la mejor forma de cuidar la Tierra. Lo mejor que podemos hacer por el planeta es construir más rascacielos.

3. La pobreza va en retroceso

Los ricos se vuelven más ricos, pero a los pobres les va aun mejor. Entre 1980 y 2000, los pobres duplicaron su consumo. Los chinos, son 10 veces más ricos y viven unos 25 años más que hace medio siglo. Los nigerianos son dos veces más ricos y viven nueve años más. El porcentaje de la población mundial que vive en pobreza extrema ha descendido en más de la mitad. La ONU calcula que la pobreza se redujo más en los últimos 50años que en los 500 anteriores.

4. Las cosas básicas cuestan menos

Una razón de que hoy seamos más ricos, sanos, altos, inteligentes, longevos y libres que nunca es que las cuatro necesidades humanas básicas (comida, ropa, vivienda y combustibles) se han vuelto considerablemente más baratas. Un ejemplo: en 1800, una vela que proporcionaba una hora de iluminación costaba seis horas de trabajo; en la década de 1880, pagar la misma luz de una lámpara de querosén requería 15 minutos de trabajo, y en 1950, ocho segundos. En estos términos, vivimos 43.200 veces mejor ahora que en 1800.

5. Comprar fomenta la innovación

A pesar de que muchas personas todavía viven en la pobreza extrema, la generación actual tiene acceso a una mayor cantidad de calorías, vatios, caballos de fuerza, megahertzios, gigabytes, metros cuadrados, millas de vuelo, alimentos por hectárea, kilómetros por litro de combustible y, desde luego, dinero que cualquier generación anterior. Y esto continuará mientras usemos todas estas cosas para producir otras. Cuanto más nos especialicemos e intercambiemos, mejor será nuestra vida.

6. El comercio global enriquece la vida

A las 9 de la mañana ya me he afeitado una máquina estadounidense; desayunado pan de trigo francés untado con manteca neozelandesa y

mermelada española; bebido té de Sri Lanka; vestido con ropa de algodón de la India y lana australiana; puesto zapatos de cuero argentino y caucho de Malasia, y leído un diario impreso en papel finlandés con tinta china. He consumido fracciones minúsculas del trabajo productivo de cientos de personas: esto es la magia del comercio y la especialización. La autosuficiencia equivale a pobreza.

7. Más producción agrícola = zonas de bosque recuperadas

Si bien la población mundial ha crecido más de cuatro veces desde 1900, otras cosas han aumentado también: las zonas de cultivo en 30 por ciento, y las cosechas, en 600 por ciento. Al mismo tiempo, más de 300.000 millones de hectáreas de bosque tropical “secundario” están volviendo a crecer porque los campesinos las abandonaron para irse a las ciudades, y ya son ricas en biodiversidad otra vez. De hecho, haré un pronóstico audaz: el mundo se alimentará cada vez mejor a lo largo de este siglo sin tener que cultivar nuevas tierras.

8. Los buenos tiempos de antes no lo fueron tanto

Algunas personas sostienen que en el pasado existían unas condiciones de sencillez, tranquilidad, sociabilidad y espiritualidad que ahora se han perdido y se siguen perdiendo. Esta nostalgia es más común en la gente rica, ya que es fácil deshacerse en elogios respecto a la vida de hace 50 o 60 años cuando no se tiene necesidad de usar fosas sépticas. El experimento más grande de la historia para adoptar un estilo de vida bucólico y arraigado en la tierra se conoce como la Edad Media.


9. El crecimiento demográfico no es una amenaza

Aunque la población mundial sigue aumentando, la tasa de crecimiento lleva 50 años en descenso. Las tasas de natalidad en todo el orbe son más bajas hoy día que en 1960, y en los países menos desarrollados ese índice ha bajado casi a la mitad. Este fenómeno está ocurriendo a pesar de que la gente ahora es más longeva y han disminuido las tasas de mortalidad infantil. Según un cálculo de la ONU, la población mundial empezará a descender cuando llegue a 9.200 millones de habitantes, en 2075, así que existen todas las probabilidades de alimentar a la gente eternamente. Al fin y al cabo, ya existen 7.000 millones de personas en la Tierra, y comen mejor decenio tras decenio.

10. El petróleo no está acabándose

En 1970 había una reserva de 550.000 millones de barriles de petróleo en todo el mundo, y en los 20 años siguientes el planeta consumió 600.000 millones; o sea, que en 1990 tenía que haber habido un déficit de 50.000 millones de barriles. En vez de eso, la reserva aumentó a 900.000 millones de barriles, sin contar las arenas de alquitrán, la pizarra bituminosa y las nuevas maneras de extraer petróleo, que juntas contienen unas 20 veces las reservas probadas de Arabia Saudita. El petróleo, el carbón y el gas son finitos, pero duraránalgunas décadas más, tal vez siglos, y la gente encontrará alternativas mucho antes de que se agoten.

11. La generación actual es la más afortunada

Esta generación ha disfrutado de más paz, libertad, tiempo de ocio, educación, atención médica y posibilidad de viajar que cualquier otra a lo largo de la historia. Pese a ello, sucumbe al pesimismo a la menor provocación. Los consumidores no celebran su inmensa gama de opciones y, de acuerdo con los psicólogos, dicen sentirse “abrumados”. Cuando voy al supermercado de mi barrio, no veo personas llorando porque se ven obligadas a elegir entre tantas opciones. Veo personas que eligen lo que quieren, compran lo que eligen y si no lo encuentran, ello no significa un drama.

12. Las grandes invenciones e ideas siguen llegando

Cuanto más prosperamos, tanto más prosperar. Cuanto más inventamos, más invenciones se hacen posibles. El mundo de los objetos suele estar sujeto a la ley de los rendimientos decrecientes; el campo de las ideas, no: el intercambio de ideas, que aumenta todo el tiempo, produce el incremento constante de la tasa de innovación en el mundo moderno. Ni siquiera existe la posibilidad teórica de agotar nuestro suministro de ideas, descubrimientos e invenciones.


13. Las tormentas en el mundo no están empeorando

En efecto, aunque en el último siglo hubo un leve calentamiento climático en el planeta, la incidencia de huracanes y ciclones disminuyó. Desde la década de 1920, la tasa anual mundial de muertes por desastres naturales relacionados con fenómenos meteorológicos (es decir, la proporción de fallecimientos por esa causa, y no la cifra total de decesos) ha bajado nada menos que ¡99 por ciento! El poder letal de los huracanes; depende más de lo que haga y posea la gente que de la velocidad del viento. En 2007, en México, un gran huracán azotó la península de Yucatán, pero no hubo muertos porque la población estaba bien preparada. Una tormenta similar devastó la empobrecida Birmania (Myanmar) al año siguiente y cobró 200.000 vidas. Las mejores defensas contra el desastre son la prosperidad y la libertad.

14. Podemos resolver todos nuestros problemas

Si uno dice que el mundo seguirá mejorando, lo consideran un loco; si dice que la catástrofe es inminente, puede esperar que le otorguen el Premio Nobel de la Paz. Las librerías están atiborradas de pesimismo; la radio y la televisión anuncian solo la ruina. No recuerdo ninguna época en que alguien no me dijera que el mundo podía sobrevivir solo si renunciaba al crecimiento económico. Sin embargo, el mundo ha seguido adelante. La especie humana se ha convertido en una máquina que resuelve problemas: los soluciona modificando sus comportamientos. El verdadero peligro proviene de frenar el cambio.


15. Los optimistas tienen razón

Durante 200 años los pesimistas han acaparado los titulares de los diarios, pero los optimistas han tenido la razón muchas más veces que ellos. Hay grandes intereses en el pesimismo. Ninguna institución altruista ha recaudado dinero afirmando

que las cosas van a mejorar. Ningún periodista ha escrito un reportaje de primera plana que anuncie que un desastre es poco probable. Los grupos de presión y sus clientes en los medios informativos incluso buscan en las estadísticas más alentadoras atisbos de desesperanza. No le haga caso: ¡atrévase a ser un optimista! l

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