Si
creía que yo solo era unas cuantas hojas hervidas y nada más, prepárese para
quedar impresionado. Soy un símbolo de salud y de revolución.
Soy la bebida que más se consume en el mundo después del
agua. He puesto embarcaciones a navegar e iniciado guerras, y ayudé a que los
Estados Unidos nacieran. La cultura de beberme está fusionada en la tradición
desde Japón hasta Afganistán. Y cada una de mis versiones —negro helado, verde
caliente o chai latte— comienza con la misma increíble planta.
¿Quieren una mayor variedad? Ahí están mis célebres versiones saborizadas. Soy el deliciosamente aromático té de Jazmín, de mil años de edad, un limpiador de paladares en los restaurantes chinos de todo el mundo. Soy el té negro mezclado con cáscara de bergamotas, que obtuvo su nombre (según dice una teoría) cuando se le envió un montón de regalos al conde (o “earl”, en inglés) británico Charles Gray entre los que había bergamotas y hojas de té en cercana proximidad. Sí, ese “earl” Gray. Y también soy el chai condimentado (té chai es redundante; chai es “té” en idioma hindi), un té negro que se hierve con cardamomo, jengibre, canela y pimienta negra, fundamental para la práctica de la Ayurveda.
Después de siglos de haber sido comerciado en Asia, tuve mi debut europeo a principios del siglo XVII, el cual inició una exhaustiva búsqueda de nuevas rutas comerciales para satisfacer la sedienta demanda que tenían de mí. Empezó el colonialismo. Y empezaron también los norteamericanos. Ellos tienen su propia versión, pero esta es la mía. Después de un siglo en el que la corona no le permitió comerciar a la Compañía de las Indias Orientales directamente con el continente americano, y tenía que enviarme a Inglaterra primero, dicha cadena de abastecimiento se encontró con un problema: las colonias comenzaron a conseguir su té a un mejor precio con los contrabandistas holandeses. Inglaterra respondió con la Ley del Té de 1773. Permitió que la compañía ignorara al intermediario en Londres con la creencia de que los colonos volverían a conseguir su té de manera noble; de ellos. Pero, perversamente, Gran Bretaña mantuvo los impuestos sobre el té. Y eso era alarmante. Si el rey les cobraba impuestos por mí, ¡podía cobrarles impuestos por cualquier cosa! Se inició un boicot. Avergonzaron y ridiculizaron a los bebedores de té en las colonias. El Partido del Té de Boston, la culminación de la resistencia, ocurrió el 16 de diciembre, de 1773, cuando casi 41.000 kilogramos de mí fueron arrojados al mar por colonos furiosos. Dicho espectáculo fue seguido por los congresos continentales, una guerra por la libertad y la fundación de los Estados Unidos. ¡Con razón nunca han sido una nación consumidora de té! Pero aún así no se resisten demasiado, mis ventas en los Estados Unidos aumentan cada año, especialmente las de mi versión negra helada y endulzada, aunque por las advertencias de disminuir el consumo de azúcar, cada vez me beben más sin aditivos. Y montones de estudios dicen que beberme solo es muy bueno para la salud. Eso es, en gran parte, gracias a mis polifenoles, unos antioxidantes que pueden reducir el riesgo de algunos cánceres y mejorar el aprendizaje y el humor. Como ocurre con todas las investigaciones de nutrición, nada es totalmente seguro, pero sí sabemos algo con certeza: una taza (o varias) al día lo proveerá con los muchos beneficios de la cafeína sin causarte ningún daño. Las controversias más recientes sobre mí son de una variedad más ligera, y principalmente motivadas por los bebedores de té más testarudos de todos, los británicos. Por ejemplo, está la polémica que ocasionó la cantante Adele cuando, en un video de su éxito “Hello”, salía preparando té, vertiendo agua a la taza primero. “¿Qué tipo de monstruo vierte el agua caliente antes de poner la bolsa de té?” escribió un comentario indignado en internet. El año pasado, un usuario norteamericano de TikTok me preparó en el microondas y me añadió una desagradable mezcla de leche, limonada en polvo, azúcar, clavos, canela y Tang. El furor fue tal, que el embajador británico en Estados Unidos solicitó a las tropas de las fuerzas armadas de su país preparar té correctamente en un video para dejar claro el proceso. Aparentemente, los británicos todavía no pueden aguantar una broma de los norteamericanos cuando se trata de su bebida favorita.
Kate Lowenstein es editora en jefe de Tonic, la sección de salud del sitio web Vice; Daniel Gritzer es el director culinario del sitio de cocina Serious Eats.
Receta: MASALA CHAI
- En una olla mediana, hierva 2 tazas de agua.
- Añada 3 centímetros de jengibre triturado, 4 vainas trituradas de cardamomo verde, 2 clavos enteros, 1 vara de canela, ½ cucharadita de semillas de hinojo y ¼ de cucharadita de granos triturados de pimienta negra.
- Hierva por 2 minutos. Añada 2 cucharadas soperas de hojas de té negro sueltas (como 6 bolsas de té negro) y hierva por 1 minuto más.
- Añada 2 tazas de leche entera y 2 cucharaditas de azúcar (o al gusto) y lleve de nuevo al hervor.
- Baje la flama y hierva a fuego lento por 2 minutos más.
- Cuele el masala chai y sírvalo caliente. Hace 4 tazas de 236 mililitros.