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Qué es el efecto placebo y cómo beneficia a pacientes

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¿Puede un medicamento falso (placebo) ser tan efectivo como el real?

 

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Michael Wharrad tenía el sobre en sus manos, seguro de lo que diría el papel que estaba dentro. A este exbanquero inversionista de Kent, Inglaterra, que en ese momento tenía 72 años, le habían diagnosticado Parkinson hacía nueve años. Ahora era 2017 y desde hacía un año participaba en un ensayo en el Hospital Nacional de Neurología y Neurocirugía de Londres. Los investigadores evaluaban si un medicamento aprobado para el tratamiento de la diabetes tipo 2 podía también aliviar los síntomas del Parkinson. Wharrad recibía una dosis diaria de medicamento o de placebo, pero él no sabía cuál de las dos alternativas le correspondía.
Durante el transcurso del ensayo, Wharrad había progresado. Le dolían menos las articulaciones, podía levantarse de la silla con más facilidad y caminar por la manzana de su casa. Sus amigos y familiares comentaban la mejora notoria que veían en él. Las mediciones registradas en una herramienta de evaluación de Parkinson también mejoraron de manera significativa. “Mi mujer y yo estábamos convencidos de que estaba tomando la medicación”, dice Wharrad.
Pero en la reunión con uno de los investigadores, que tampoco sabía si Wharrad había recibido la medicación, la sorpresa fue grande. Cuando abrió el sobre, leyó la palabra “placebo”. Wharrad no podía creerlo. “Me sentía bastante mejor”.

Cómo funciona el placebo

 

Un placebo ser una pastilla de azúcar, una inyección de solución salina o una copa de agua con colorante: tratamientos inertes que no deberían producir respuesta fisiológica alguna. Sin embargo, suelen hacerlo; el caso de Wharrad no es inusual. Efectivamente, el placebo está demostrando ser cada vez más potente que la medicación activa en los ensayos, y es posible que sean la clave para reducir la dependencia de los medicamentos.

 

El llamado “efecto placebo” tiene lugar cuando el cerebro convence al organismo de que un tratamiento falso es auténtico, lo que estimula la sensación de alivio. Aunque es un fenómeno conocido en la medicina desde hace siglos, durante los últimos 50 años los neurólogos han descubierto las vías y mecanismos moleculares que entran en juego cuando un tratamiento fingido abre paso a una verdadera sanación.

 

En gran medida, dicho fenómeno es aún un misterio, pero los científicos han corroborado que el solo hecho de percibir que se está bajo tratamiento afecta la misma parte del cerebro que procesa sensaciones físicas como los síntomas. También confirmaron que es posible experimentar mejoras reales y medibles cuando únicamente se administra placebo.

 

“Se pueden observar picos en la actividad cerebral y cambios en las descargas neuronales con un tratamiento de placebo”, afirma la doctora Luana Colloca, médica y profesora del departamento de anestesiología de la Universidad de Maryland. Los investigadores también observaron que en ensayos médicos desarrollados para probar la efectividad de ciertos medicamentos, eran pocas las drogas que superaban los resultados obtenidos por los grupos que recibían placebo, como si el efecto placebo estuviera volviéndose aún más fuerte. En un metanálisis de origen danés realizado en 2021 se señaló que más de la mitad de los efectos logrados en unos 180 ensayos de medicamentos podían atribuirse a placebos.

 

La investigación sobre placebo es hoy un área de estudio independiente y los expertos afirman que es preciso aprovechar las estrategias que generan los efectos más potentes con placebos durante los ensayos de medicamentos e incorporarlas a tratamientos clínicos para pacientes con una amplia variedad de problemas crónicos.

 

Debido a que la respuesta cuerpo-cerebro que controla el efecto placebo es neurológica, los placebos funcionan mejor ante ciertos problemas, como tratamiento del dolor, síndrome de colon irritable, depresión y Parkinson, desórdenes regulados por el sistema neurológico. El placebo no resuelve infecciones virales, no bajan los niveles de colesterol, ni reducen el tamaño de tumores, ni acortan la duración de un resfrío.

 

Las investigaciones muestran que cuando el placebo efectivamente funciona, las expectativas desempeñan un rol muy significativo: si cree que una pastilla puede curarlo, es más probable que eso suceda. En una revisión de estudios sobre placebo publicada en 2004 en Lancet, los investigadores analizaron un estudio en el que se administró morfina para controlar el dolor en pacientes que habían sido sometidos a operaciones. Para algunos, la medicación fue administrada secretamente mediante un sistema oculto de bombeo, en otros casos fue un médico quien dio la medicación y explicó a los pacientes que los ayudaría a sentirse mejor. Los pacientes que esperaban la medicación y sus efectos positivos experimentaron una reducción del dolor mucho mayor que aquellos que no sabían que la habían recibido.

 

El placebo también pueden funcionar a partir del “condicionamiento farmacológico”: cuando un médico enseña al paciente cómo responder a un placebo administrándole primero un tratamiento activo. En una revisión de 2015 publicada en la revista Pain se señaló que los pacientes que recibían varias dosis de un analgésico real seguido de un placebo respondían a este último como si efectivamente hubieran recibido el analgésico, aunque no les informaban cuál les daban.

 

Colloca afirma que puede llevar el efecto placebo al máximo. “Cuando comenzamos con una intervención o tratamiento activo, el efecto placebo es mayor y más duradero”, afirma. Al estudiar este fenómeno ante diferentes situaciones mediante resonancias magnéticas funcionales y otras técnicas objetivas de medición, la doctora observó que el placebo utilizaba las mismas vías neurológicas del cerebro que los medicamentos.

 

“La respuesta al placebo es como un recuerdo farmacológico que activa la misma parte del cerebro”, explica.

 

Significa que el placebo para la depresión activa la serotonina y los que reemplazan a los analgésicos reducen la actividad en los centros del cerebro responsables del dolor, mientras que activan los sistemas opioides o centros de placer. Se engaña entonces al cerebro para que produzca una reacción a la medicación.

Qué es el efecto placebo y cómo beneficia a pacientes

¿Los placebos son tan efectivos como los medicamentos?

 

Los placebos son tan potentes que están cambiando la manera de testear medicamentos. Para demostrar que un medicamento funciona, se debe probar que produce efectos significativamente mejores que un placebo en un ensayo controlado, aleatorio y doble ciego con placebo (en este tipo de ensayo, ni los investigadores ni los participantes saben quién recibe qué).

 

Durante las dos últimas décadas, científicos y empresas farmacéuticas han advertido que los placebos están ayudando tanto a los pacientes que algunos medicamentos ya no consiguen superar sus resultados, no porque los medicamentos sean menos efectivos sino porque el poder de la mente sobre el cuerpo parece aumentar.

 

Aunque aún no se puede explicar por completo este aumento, comenta Lene Vase, profesora de neurociencia y psicología en la Universidad Aarhus en Dinamarca, plantea un problema para las empresas de medicamentos. “Algunas drogas aprobadas en el pasado hoy no superarían los efectos de un placebo”, afirma.

 

Este fenómeno parece ser más fuerte en Estados Unidos. En 2019, la empresa farmacéutica Intra-Cellular estaba probando el medicamento Lumateperone como tratamiento para el trastorno bipolar: había funcionado bien en fases previas de ensayo.

 

Pero en la rama estadounidense del ensayo, tanto los pacientes que recibían la medicación como aquellos que recibían el placebo experimentaron mejorías significativas. Cuando Intra-Cellular publicó que la medicación no había logrado superar de manera estable los efectos del placebo, las acciones de la compañía cayeron un 22 por ciento, aunque la medicación fue aprobada más tarde.

 

El profesor Jeffrey Mogil, de la Universidad canadiense McGill no se muestra sorprendido. Publicó un estudio que indica que el efecto placebo está creciendo. “Quizás la medicación funcione”, comenta Mogil, “pero no podemos demostrarlo porque no logran superar la respuesta al placebo, que se ha ampliado significativamente”.

 

Mogil sugiere que como los ensayos de medicamentos en los Estados Unidos suelen contar con mucha financiación y se realizan en clínicas de categoría, el paciente está condicionado a creer que si la empresa está dispuesta a gastar tanto dinero, los medicamentos deben funcionar.

 

El neurocientífico Alexander Tuttle, coautor del estudio de McGill, sugiere que la publicidad también desempeña un papel importante: los estadounidenses que ven publicidades donde ciertos productos farmacéuticos ayudan a los pacientes pueden ser más proclives a creer que la pastilla que reciben en un ensayo efectivamente los sanará. (Estados Unidos es el único país además de Nueva Zelanda que permite a las empresas farmacéuticas publicitar medicamentos de venta bajo receta directamente a los consumidores.)

La honestidad como el mejor argumento

¿El placebo funciona si el paciente sabe que lo está tomando?

 

Ted Kaptchuk, director del Programa de Estudios sobre Placebo y Encuentro Terapéutico de la Universidad de Harvard, ha sido pionero en este campo durante décadas y en 2010 exploró esta cuestión. “Todos mis colegas dijeron: ‘No es posible decirle a una persona que está recibiendo un placebo y esperar que funcione’”, comenta.

 

El equipo de Kaptchuk administró pastillas inactivas etiquetadas como “placebo” a algunos pacientes con síndrome de colon irritable. Esos pacientes tuvieron una mejoría del 60 por ciento, mientras que aquellos que no recibieron tratamiento mejoraron solo un 35 por ciento.

 

Puede sonar poco probable, pero en una gran cantidad de estudios también se ha señalado la efectividad de los “placebos de etiqueta abierta”, a veces llamados placebos “puros”. “El ingrediente clave para un tratamiento exitoso con placebo es la honestidad, no los trucos”, afirma Kaptchuk.

 

Algunos médicos, sin comunicarlo, mandan algo que saben es poco probable que funcione (por ejemplo, una vitamina o antibiótico). Puede ser suficiente para generar efecto placebo.

 

En una revisión de estudios de 13 países realizada en 2018 se señaló que del 15 al 89 por ciento de los médicos indicaban tratamientos con placebo al menos una vez al mes. Los médicos consultados comentaron que lo hacían para tratar dolencias no específicas o para satisfacer a aquellos pacientes que esperan que se les mande alguno. La esperanza, entonces, es que el placebo de etiqueta abierta pueda reemplazar esta práctica éticamente cuestionable.

 

“El empleo de placebo de etiqueta abierta podría reducir la medicación para problemas comunes”, comenta Kaptchuk. Pero señala que es preciso que el paciente confíe en su médico.

 

Fabrizio Benedetti, experto en placebo y profesor de fisiología y neurociencia de la Universidad de Turín en Italia, coincide en que la relación médico-paciente “puede marcar una diferencia en términos de resultados terapéuticos”. Cree que es la manera más inmediata de incorporar el efecto placebo a los tratamientos prácticos.

 

Someterse conscientemente a un tratamiento falso no vale para cualquier persona. Wharrad, por ejemplo, cree que no hubiera experimentado tanta mejoría en el Parkinson si hubiera sabido que estaba tomando un placebo.

 

En 2017, Benedetti, Vase, Kaptchuk, Colloca y otros 26 expertos, se reunieron en la ciudad holandesa de Leiden para desarrollar recomendaciones oficiales para el uso médico de placebo de etiqueta abierta. Entre otras, contemplan informar a los pacientes sobre el efecto placebo, promover relaciones médico-paciente y formar a los médicos para que puedan comunicarse con los pacientes de forma que permita maximizar el efecto placebo. El objetivo es que las organizaciones de salud de todo el mundo pongan en práctica dichas recomendaciones.

 

“Proponemos establecer el placebo como terapia legítima cuando es honesta, transparente y con consentimiento informado”, dice Kaptchuk.

 

Algunos de los participantes en estudios con placebo de etiqueta abierta han experimentado mejoría. Troy Mack, estadounidense de 57 años,  sufría dolor intenso en cara, cuello y mandíbula desde hacía dos décadas por un trastorno de la articulación temporomandibular. Investigadores de la Universidad de Maryland, entre ellos la Dra. Colloca, anunciaron un estudio con un tratamiento experimental para su problema.

 

Unas semanas después de comenzar a tomar conscientemente el placebo, la mayor parte de su dolor mandibular desapareció.

 

“Si pudiera conseguir una receta prolongada para este tratamiento”, comenta Mack, “lo implementaría”.

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