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Los nuevos tratamientos para el corazón

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Los tratamientos rápidos y más efectivos que se practican en centros especializados están frenando la primera causa de muerte en Europa.

El padre de Rod murió de un ataque al corazón a los 59 años, y todo apuntaba a que él tampoco viviría mucho cuando, a sus sesenta y pocos años, desarrolló una arritmia cardíaca que ponía su vida en peligro. Sin embargo, gracias a la mejora de los tratamientos para el corazón, este director jubilado de una empresa de transporte británica, aun está en forma y activo a los 72 años.

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Después de que este autoproclamado “fanático de los deportes” se desmayara dos veces jugando al golf en 2008, los médicos le diagnosticaron un latido cardíaco anormalmente lento. Le pusieron un marcapasos que emitía impulsos eléctricos para estimular al corazón a latir a una velocidad normal. Rod terminó dependiendo por completo del aparato, colocado bajo la piel, justo debajo de la clavícula izquierda, con un cable que se conectaba al corazón a través de un vaso sanguíneo.

Pero el marcapasos no estaba exento de problemas. Tuvieron que cambiárselo seis semanas después, cuando el cable se movió, y luego Rod desarrolló una infección tras someterse a una intervención para sustituir la batería —agotada por usarse al 100 por ciento de capacidad, para mantenerlo vivo— en septiembre de 2014.

“Un domingo temprano me levanté para ir al baño —recuerda—. Sentí algo por mi pecho”. Para su horror, vio que la infección había abierto la cicatriz del marcapasos de par en par, el cable estaba colgando y rezumaba pus de una herida de 2,5 cm de ancho. La infección significaba que efectuar una simple sustitución ya no era posible, pero en junio de 2015, un nuevo marcapasos llegó a su rescate.El marcapasos transcatéter Micra era diez veces más pequeño que un aparato estándar y se implantaba en el mismo corazón, funcionaba sin cables y era invisible. “Cuando lo vi, no podía creerlo —dice—. ¡Era como una bala con ganchos diminutos!”.

Dos años más tarde, juega al golf la mayoría de los días, va al gimnasio y está muy agradecido por los avances médicos. “Lo único que quiero es vivir tanto como pueda —dice—. Estoy aprovechando la vida a fondo”.

Las enfermedades cardíacas son la primera causa de muerte en Europa (y en el mundo). Según la estadística más reciente de la Red Europea del Corazón, en 2015, más de 85 millones de personas en Europa padecían enfermedades cardiovasculares, responsables del 45 por ciento de todas las muertes en Europa.

Pero la tendencia es a la baja. Las enfermedades cardiovasculares ya no son la principal causa de muerte en muchos países del continente como Francia, Italia, España y Reino Unido, entre otros. De hecho, el número de muertes anuales por enfermedades cardiovasculares en Europa se ha reducido de 4,3 millones en 2008, a 3,9 millones hoy en día.

El profesor Mike Knapton, director médico adjunto de la Fundación Británica para el Corazón, enumera una serie de razones que lo explican. “Los niveles de tabaquismo han disminuido —dice—, la dieta y la actividad física han mejorado, y se combate mejor la hipertensión y el colesterol”. Además, ahora más gente tiene acceso rápido a tratamientos en centros especializados en cardiología.

Y estos tratamientos son más efectivos. Hace solo 50 años, la terapia estándar para un ataque al corazón era reposo en cama y morfina. La tasa de supervivencia era baja.

Pero ahora, como explica el profesor Knapton, “los avances en el tratamiento y manejo de enfermedades cardiovasculares para reducir la mortalidad o mejorar la calidad de vida han dado lugar a una gran variedad de intervenciones”.

Así que, ¿de qué herramientas disponen los médicos para curar corazones rotos hoy en día?

MEDICAMENTOS

Además de los medicamentos para reducir el riesgo de infarto o derrame cerebral, como las estatinas para el colesterol alto y los hipotensores para la hipertensión, existe variedad de tratamientos medicinales para combatir problemas cardiovasculares. Entre ellos, la trombólisis para un ataque al corazón (o, por su nombre científico, infarto de miocardio), que consiste en inyectar medicamentos trombolíticos en una arteria para disolver un coágulo sanguíneo y restablecer el suministro de sangre al corazón.

Mientras, un nuevo tratamiento para la insuficiencia cardíaca —cuando el bombeo del corazón no funciona bien— se ha proclamado como medicamento milagroso. Cada día, 10.000 europeos son diagnosticados con insuficiencia cardíaca y se cree que 15 millones viven con ello, lo que implica un alto riesgo de muerte entre cero a cinco años. Pero varios ensayos realizados con una combinación de sacubitril y valsartán (el nombre comercial es Entresto) demostraron que reduce el riesgo de muerte cardiovascular en un 20 por ciento comparado con el tratamiento estándar, el índice de internación por insuficiencia cardíaca en un 21 por ciento, y el riesgo de muerte por cualquier causa en un 16 por ciento.

“En pocas semanas observamos una rápida mejoría”, confirma el doctor François Picard, cardiólogo del Hospital Bordeaux, en Francia.

ANGIOPLASTÍA Y STENT

Para reabrir una arteria fuertemente obstruida que ha desencadenado un infarto, puede recibir tratamiento trombolítico, someterse a una angioplastía, o ambos. La angioplastía consiste en introducir, aplicando anestesia local, un catéter en una arteria de la pierna o el brazo para despejar las arterias coronarias obstruidas, y después inflar un diminuto globo para empujar lo que está obstruyendo las arterias contra las paredes arteriales. Además de utilizarse para tratar infartos agudos, la angioplastia se usa para aliviar los síntomas de la angina estable —dolor de pecho ocasionado por actividad o estrés— que resultan del estrechamiento de las arterias coronarias.

Alemania tiene la mayor tasa de angioplastías de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un organismo de cooperación internacional. “Es evidente, por estudios de más de 20 años, que esta rápida reapertura de la arteria con un catéter reduce la mortalidad, aumenta la supervivencia y previene la insuficiencia cardíaca en pacientes que han sufrido un infarto agudo de miocardio”, afirma el profesor Johann Bauersachs, director del Departamento de Cardiología y Angiología de la Escuela de Medicina de Hannover. Una intervención rápida evita daños. Según dice, sin angioplastía, del 20 al 30 por ciento de los pacientes que sufrieran un infarto grave morirían. “Es una terapia que claramente salva vidas”.

En ocasiones, se introducen uno o más stents —un pequeño tubo de malla de acero inoxidable— para mantener el vaso sanguíneo abierto. Estos han mejorado notablemente. Con los metálicos de los 90, la arteria volvía a estrecharse en el 30 por ciento de los casos. “Desde 2005, hemos visto varias generaciones de stents liberadores de medicamentos que secretan una sustancia especial que previene la posible reoclusión”, explica Bauersachs. Estos han reducido el índice de restenosis a un 5 – 10 por ciento. “El problema de la enfermedad coronaria se resuelve en gran medida con este tipo de stents, seguros y efectivos”.

Petr Rehousek, cirujano ortopédico de C?eské Bude?jovice, en la República Checa, es una prueba viviente de la efectividad de la angioplastía y el uso de stents. En 1996, a los 51 años, sufrió un infarto mientras cortaba el césped. Después de administrarle medicamentos trombolíticos, lo llevaron para realizarle una angioplastia. En la intervención, los médicos le colocaron dos stents en una arteria. Desde entonces, se ha sometido a cuatro angioplastías más y se ha implantado cinco stents para tratar la obstrucción de otras arterias.

Para Petr el procedimiento en sí fue incómodo. “Cuando introducen el catéter, bloquean la arteria por un momento y uno siente dolor y presión en el pecho”, explica. Pero marca una gran diferencia con respecto a la calidad de vida. “Puedo hacer deporte igual que antes, e igual que una persona sana”, dice. Aún ejerce de médico, va al trabajo en bicicleta y el pasado invierno estaba ganando carreras de esquí en su categoría por edad.

MARCAPASOS

Estos aparatos eléctricos salvavidas se han usado para tratar problemas de ritmo cardíaco desde los años 60. Los marcapasos estándares solo tratan la frecuencia cardíaca lenta, mientras que los desfibriladores cardioversores implantables también pueden emitir descargas eléctricas para restablecer un ritmo cardíaco normal en personas con arritmias cardíacas potencialmente mortales, como una frecuencia cardíaca muy rápida.

Más pequeño que una caja de fósforos, el aparato se implanta con anestesia local, bajo la piel del pecho, y los cables se conectan al corazón a través de una vena. Los nuevos marcapasos sin cables más pequeños, como el Micra, se introducen a través de un catéter en una vena de la pierna hasta llegar al corazón. “Al margen del leve dolor que se siente cuando te perforan la vena e insertan el sistema de descarga, no duele ni resulta incómodo”, explica el doctor Jens Brock Johansen, del Departamento de Cardiología del Hospital Universitario de Odense, Dinamarca.

SUSTITUCIÓN VALVULAR

Rob Hackwill, de 58 años, nació con un estrechamiento de la aorta, la principal arteria. Cuando tenía 13 años, los médicos dijeron que no había nada más que pudieran hacer para curarlo. “Hacía un gran esfuerzo para bombear sangre a través de un agujero demasiado pequeño —explica Rob—. Mi corazón siempre estaba acelerado”. Se convirtió en un adulto pálido y delgado. En 2001, le dijeron que su corazón se había agrandado peligrosamente y que amenazaba con sufrir un infarto de manera inminente.

Pero el ahora periodista de Lyon, se sintió aliviado al comprobar que la medicina cardíaca había avanzado mucho. En pocas semanas, se sometió a una operación a corazón abierto para un implante de una nueva válvula cardíaca de plástico que, con la ayuda de medicamentos anticoagulantes, debería durarle el resto de su vida. “Tenía color en las mejillas por primera vez en mi vida”, dice Rob. Ahora lleva una vida normal y este mismo año ha sido padre por cuarta vez.

“Los síntomas que sufre alguien afectado e incapacitado por una válvula aórtica dañada mejoran considerablemente con una sustitución valvular”, afirma el profesor Knapton, de la Fundación Británica para el Corazón. Hoy la operación es mucho menos invasiva y evita la cirugía a corazón abierto. En la implantación de la válvula aórtica transcatéter (TAVI), normalmente se introduce una válvula, aplicando anestesia local, en una arteria de la ingle a través de un catéter, o mediante una incisión en la pared torácica. Es una intervención especialmente apropiada para personas mayores o pacientes muy enfermos que están demasiado débiles como para someterse a una operación quirúrgica más invasiva. Como en la angioplastía, se infla un globo en el corazón y se implanta una nueva válvula. Muchas válvulas proceden de tejidos animales y no requieren medicamentos anticoagulantes, pero no son tan duraderas como la válvula mecánica de Rob Hackwill.

En Alemania, la TAVI es más común que la cirugía a corazón abierto. Con frecuencia se emplea para tratar la estenosis aórtica —estrechamiento de la válvula aórtica— que afecta a una de cada diez personas de más de 80 años. “Hoy es una operación muy fácil y segura”, explica el cardiólogo de Hannover Johann Bauersachs, que ha sometido a una TAVI a un paciente de 97 años.

“El paciente puede levantarse de la cama al día siguiente y permanece ingresado de cinco a siete días”. Una operación a corazón abierto requiere semanas de hospitalización y rehabilitación.

ABLACIÓN CON CATÉTER

La ablación con catéter trata las alteraciones del ritmo cardíaco (arritmia), mediante finos cables que llegan al corazón a través de vasos sanguíneos para quemar o congelar pequeñas zonas y así crear una cicatriz que bloquee las señales eléctricas anormales. Se emplea en personas con fibrilación auricular —una alteración del ritmo cardíaco que puede dar lugar a derrames cerebrales o desencadenar enfermedad coronaria— cuyo ritmo cardíaco continúa siendo anormal pese al tratamiento medicinal.

Estos pacientes suelen sufrir palpitaciones, dificultad respiratoria, cansancio, debilidad y depresión. Pero más de la mitad de los que se someten a una ablación no vuelven a sufrir los síntomas.

CARDIOVERSIÓN ELÉCTRICA

A Patricia Vlasman, de Amsterdam, Holanda, la ablación no logró aliviar la fibrilación auricular que sufre por un grave problema cardíaco congénito.

A sus 46 años, Patricia, que nació con una miocardiopatía hipertrófica —el miocardio, la pared muscular del corazón, aumenta de grosor y pierde flexibilidad— ha probado “todos los medicamentos posibles” y un marcapasos. Lo único que le ayuda a restablecer un ritmo cardíaco normal es la cardioversión eléctrica.

Tras aplicar anestesia general o sedación de corta duración, se administran descargas eléctricas por medio de grandes electrodos adhesivos colocados sobre el pecho y conectados al desfibrilador.

“Después de la cardioversión, mi pecho se calma y siento un gran alivio”, dice esta madre holandesa que sufre náuseas, mareos, dificultad respiratoria y taquicardias cuando tiene arritmia. “Volver a respirar profundo es increíble”.

Pero Patricia ya se ha sometido a 103 cardioversiones y los médicos la han puesto en la lista de espera para un trasplante de corazón.

Vlasman sabe que debe mucho a los nuevos medicamentos, técnicas y a los médicos.

“Tengo suerte de haber podido vivir más y ver a mi hijo crecer —dice—. Es algo de lo que soy consciente a diario y estoy muy agradecida”. 

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