Es una afección en la que el hombro duele y pierde movimiento debido a la inflamación. Cómo diagnosticar y tratar el dolor.
Cuando Katja Edler notó rigidez en su hombro derecho en el verano de 2017, supuso que debía de ser por el tiempo que había pasado ante el escritorio. Edler, alemana redactora de 44 años, se encontraba teletrabajando en Dubai por motivos laborales de su marido. Unos tres meses después sus síntomas empeoraron: “Me levanté una mañana con mucho dolor y no podía levantar el brazo”. Fue al traumatólogo, quien tras hacerle una radiografía, identificó el problema: hombro congelado o “capsulitis adhesiva”, que afecta hasta a un cinco por ciento de la población y se manifiesta cuando el tejido conectivo que rodea la cápsula de la articulación del hombro se inflama. Con el tiempo, ese tejido se vuelve grueso y rígido, causando dolor y limitando el movimiento. Incluso sin tratamiento, el tejido blando sanará. Pero la recuperación puede llevar de uno a tres años, o más. “Mucho tiempo para estar viviendo con algo tan incapacitante”, dice el doctor Amar Rangan, cirujano ortopédico del Hospital Universitario James Cook en Middlesbrough, Reino Unido.
Un diagnóstico temprano aliviará más rápido los síntomas, pero identificar esta enfermedad puede ser un verdadero desafío, ya que sus primeras manifestaciones son similares a las de la artritis o al de las lesiones en el manguito rotador. Existe más riesgo de padecerla si el hombro ha estado inmóvil, por ejemplo, debido a una fractura o a un golpe en el brazo, o tras una caída brusca. Pero en la mayoría de los casos, el problema parece surgir de la nada.
Las mujeres tienen cuatro veces más probabilidad de desarrollar esta patología, así como los diabéticos, las personas con problemas de tiroides, enfermedades coronarias o autoinmunes. “Es sorprendentemente común en las personas de entre 40 y 60 años, y muy frecuente en personas mayores de 60 años”, dice Karen McCreesh, fisioterapeuta e investigadora irlandesa. Afirma que los pacientes suelen describir este problema como “quemazón” que, a menudo, empeora por la noche.
Aunque es raro sufrir una recaída en el mismo hombro, entre el 10 y el 15 por ciento de los pacientes desarrollarán esta misma patología en el otro hombro, según Rangan.
Las inyecciones de esteroides o medicamentos como el ibuprofeno pueden reducir el dolor y la inflamación, y la fisioterapia suele ser eficaz para recuperar el rango de movimiento. Si bien esta última es menos invasiva y con menos riesgo que las opciones quirúrgicas, Rangan codirigió recientemente un ensayo en el que demostraba que tanto la fisioterapia como la cirugía ayudan significativamente a la recuperación. Su equipo también está investigando los cambios inflamatorios.
La revisión de varios estudios en 2021 reveló que el ejercicio contribuye a la curación. Se puede hacer ejercicios de hombro, pero merece la pena hacer una rutina de ejercicios de cuerpo entero. “Algunos pacientes desarrollan un miedo tremendo al movimiento”, afirma McCreesh, “pero no es necesario que el ejercicio sea muy doloroso para ver los beneficios”. Por ejemplo, ejercicios en piscina puede ser más relajante.
Edler optó por fisioterapia seis meses y ejercicios en casa. “Con cada sesión, recuperé algo de movimiento y tuve menos molestias”, dice ella. Más de cuatro años después, ha conseguido una funcionalidad del 90 por ciento y no tiene dolor.
No se sabe cómo se puede prevenir, por lo que es importante un diagnóstico temprano. Rangan sugiere “ejercitar y mover todos los días los hombros para asegurarse de que no se tensen e ir al médico en caso de notar alguna molestia”.