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Cómo superar la ansiedad

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Todo lo que necesita saber para derrotar este trastorno

LA ODISEA DE LA SALUD MENTAL DE JIM FOLK comenzó en 1974 con una molestia abdominal. Luego experimentó tensión muscular, mareos y palpitaciones. En ese momento, Folk tenía 21 años y trabajaba en el taller de autos de su familia en Regina. Al ver que los síntomas no desaparecían, comenzó a preocuparse. “Cada vez que sentía un dolor, me aterraba”, recuerda Folk, que hoy tiene 64 años. Al cabo de unos meses consultó a su médico quien le dijo que se trataba tan solo de estrés y que regresara a su casa y descansara. “Pero yo no me sentía estresado —dice Folk—. Y no podía comprender por qué cada vez que trataba de relajarme, los síntomas se intensificaban aún más”.

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Al principio, Folk estaba convencido de que tenía esclerosis múltiple, o tal vez cáncer, aunque los médicos le aseguraban que no era así. Comenzó a experimentar náuseas en forma permanente junto con ataques de pánico debilitantes. “Todo mi cuerpo comenzaba a temblar, me sentía mareado y me invadían olas de calor”, comenta. “Me la pasaba en el baño, iba incontables veces, lidiaba con fuertes molestias abdominales. Los síntomas me privaban cada vez más de vivir una vida normal”.

Pasaron los años, pero su salud no mejoraba. Folk vio a varios médicos y profesionales de salud mental y probó una enorme variedad de medicamentos y remedios naturales. Pero nada funcionaba. “Toda mi vida giraba alrededor de unas pocas cuadras, iba al trabajo y regresaba nuevamente a casa. Apenas podía manejar, no podía visitar amigos, no podía disfrutar de mi familia”. Finalmente, su esposa en aquel entonces le dijo que necesitaba ponerse bien o el matrimonio llegaría a su fin. Folk pidió un turno con un psicólogo. Dos semanas más tarde, y diez años después del despertar de sus síntomas, finalmente le diagnosticaron trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de pánico.

El trastorno de ansiedad generalizada, o TAG, es un desorden que se caracteriza por una preocupación persistente y excesiva, aun cuando no exista nada concreto de qué preocuparse. “Las personas con TAG intentan planificar cualquier contingencia todo el tiempo”, afirma la doctora Melisa Robichaud, psicóloga de Vancouver. “Es extenuante en términos cognitivos”. Puede resultar físicamente agotador también, con síntomas que van desde fatiga e irritabilidad, hasta dificultades para mantener la concentración, agitación e intranquilidad.

Esencialmente, afirma Robichaud, la ansiedad es el mecanismo de supervivencia más básico del cuerpo, la respuesta “luchar o huir” que obtenemos cuando nos sentimos amenazados. “La ansiedad vendría a ser la alarma de incendio del organismo: se trate de fuego o de humo, produce el mismo ruido”. Esta alarma puede dispararse ante un peligro real pero también ante cualquier cosa que percibamos como peligrosa.

Las personas con TAG analizan excesivamente escenarios hipotéticos y este ciclo de preocupación puede terminar generando todavía más ansiedad. El solo hecho de pensar en una factura impaga puede rápidamente escalar hasta transformarse en una profunda preocupación por qué hacer si terminaran perdiendo su hogar. “Estos fantasmas están constantemente en sus cabezas y no pueden detener la preocupación una vez que comienza”, sostiene Robichaud.

¿A quiénes afecta la ansiedad?

Mientras que los científicos no están completamente seguros de por qué algunas personas son más proclives a padecer TAG que otras, parte del riesgo es genético, afirma Simon Sherry, profesor adjunto de psicología y neurociencia de la Universidad de Dalhousie en Halifax. Esta afección coincide generalmente también con otras enfermedades, como la depresión, y, según Sherry, la probabilidad de padecerla es del doble en mujeres respecto de los hombres.

En lo que respecta a trastornos de ansiedad, el TAG es uno de los más comunes, especialmente entre adultos mayores. Los estudios sugieren que afecta aproximadamente del 3 al 10 por ciento de las personas, comenta Julie Wetherell, psicóloga del centro VA San Diego Healthcare System y profesora de psiquiatría de la Universidad de California, San Diego, quien destina gran parte de su investigación a tratamientos psicológicos para TAG en pacientes de edad avanzada. “El TAG es más común en personas mayores que los desórdenes de ansiedad social, los trastornos de pánico y estrés postraumático, y la depresión.”

Aquellos que padecen TAG tienden a acostumbrarse a sus patrones extremos de pensamiento.

También se manifiesta de un modo levemente diferente en personas mayores de 55 años. Wetherell afirma que tienden a preocuparse menos por el trabajo y más acerca de la salud personal y cuestiones familiares. “A veces las personas tienen una historia de ansiedad que los ha acompañado a lo largo de toda su vida y que han manejado mediante la distracción o la adicción al trabajo”, agrega. “La magnitud de la preocupación se vuelve visible cuando ya no trabajan o cuando ya no pueden usar estrategias que previamente funcionaban”. 

Diagnóstico engañoso

Los síntomas de la ansiedad se vinculan con muchas cuestiones de salud que pueden dificultar el diagnóstico. Entre las afecciones que pueden causar, o simular, ansiedad se incluyen enfermedad de arterias coronarias, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, deshidratación e hipertiroidismo. “Es posible tener simultáneamente una afección médica y ansiedad y, muchas veces, cuando se diagnostica una afección médica, la ansiedad puede quedar sin tratamiento”, comenta Wetherell. Síntomas similares a la ansiedad también pueden ser causados por medicamentos, como comprimidos para controlar la presión arterial, esteroides, antidepresivos y medicamentos de venta libre que contienen cafeína, como algunos jarabes para la tos y descongestivos.

Quienes padecen TAG muy rara vez consultan a un psicólogo, sin embargo, es muy probable que sí consulten a un médico por sus síntomas físicos. En algunos casos, son los propios profesionales quienes restan importancia tanto a los síntomas físicos como psicológicos. “Muchas personas piensan que la preocupación no es una queja legítima en materia de salud mental, ya que todos nos inquietamos por diferentes cosas”, sostiene Robichaud. Ella ha tratado pacientes que han soportado los síntomas por más de 15 años antes de consultar. Los adultos mayores suelen minimizar los problemas vinculados con la ansiedad. Quienes padecen TAG tienden a acostumbrarse a sus patrones extremos de pensamiento, afirma Sherry. “Si su estado habitual es estar preocupado, es posible que no pueda advertir el alcance de la angustia con la que vive”, agrega. “Sin embargo, si bien el TAG es común, dañino y debilitante, también es altamente tratable, por ese motivo es importante buscar ayuda”. 

Medicación vs. terapia

Fueron necesarios dos años de tratamiento para que Folk pudiera librarse de los síntomas que lo afectaban. “Si bien tuve momentos razonables durante los 12 años que estuve enfermo, la mayor parte del tiempo fue horrible —dice—. Mi trastorno de ansiedad parecía una pesadilla de la que no podía despertar”.

El psicólogo de Folk le enseñó que podía reaccionar físicamente aun cuando no advirtiera que estaba ansioso, y le explicó por qué él mismo no podía lograr calmarse. “Me resultó muy útil saber qué era lo que sucedía en mi organismo”, dice Folk. “Luego me tomó un año reducir el estrés y poner diariamente en práctica estrategias de autorreflexión que me ayudaran a aprender a no reaccionar con miedo ante la vida”.

Si bien algunos medicamentos pueden ayudar al tratamiento de la ansiedad, también producen efectos secundarios.

El éxito de Folk en la superación de este trastorno finalmente lo llevó a anxietycentre.com, un sitio que ofrece información y asesoramiento por profesionales de la salud mental a aquellos que padecen esta afección. La orientación que se brinda en el sitio se basa en terapia cognitiva conductual, el estándar de oro en materia de tratamiento de desórdenes de ansiedad. Mediante esta terapia, los pacientes aprenden a cambiar sus patrones de pensamiento y conductas dañinas para así funcionar en forma normal. “Trabajé mucho para superar mi miedo a los ataques de pánico y ansiedad y, con el tiempo, los síntomas se aquietaron”, comenta Folk, quien ha vivido sin síntomas desde 1985.

Mientras que algunos medicamentos pueden ayudar al tratamiento de la ansiedad, generalmente traen aparejados graves efectos adversos, como sedación, dificultades cognitivas (con el uso a largo plazo) y hasta acostumbramiento, lo que puede llevar a la adicción. Wetherell en general recomienda un enfoque no farmacéutico basado en relajación y meditación. “Nuestro equipo de investigación actualmente está empleando métodos de reducción del estrés basados en atención plena o mindfulness (REBAP), una estrategia que no presenta efectos colaterales”, agrega. (Este tipo de técnicas incluyen respiración consciente y escaneos corporales mentales para aumentar la conciencia y la percepción de las sensaciones físicas.) “Descubrimos que las técnicas de REBAP reducen el cortisol, una hormona del estrés que daña el hipocampo y el lóbulo frontal del cerebro, por lo que pueden tener efectos beneficiosos sobre la memoria y el pensamiento y, por lo tanto, sobre la ansiedad”.

Wetherell comenta que existen videos en YouTube que guían a las personas en la realización de escaneos corporales (que entrenan a los participantes para trasladar la conciencia a cada parte del cuerpo en forma secuencial) y otras técnicas de atención plena. “Aliento a todos a practicar diariamente para que pueden usar técnicas de relajación cuando estén ansiosos”, dice.

Otros estudios respaldan también las ideas de Wetherell. En enero, investigadores del Centro médico de la Universidad de Georgetown en Washington, D. C., publicaron un estudio que mostraba que los pacientes con TAG mostraban menos marcadores hormonales e inmunológicos de estrés en su sangre luego de tomar clases de REBAP durante ocho semanas. Un aspecto importante de la concientización es aprender a enfocarse en la experiencia del momento presente, afirma Robichaud. “Para pacientes con TAG, las preocupaciones involucran pensamientos sobre eventos negativos que pueden ocurrir en el futuro, por lo que concentrarse en el presente puede resultar muy beneficioso”.

Para permanecer presentes, Christine Purdon, profesora del departamento de psicología de la Universidad de Waterloo, sugiere a los pacientes que adviertan en qué tiempo verbal están pensando. “Les pregunto: ‘¿Tu mente está en el futuro? ¿Es necesario que esté allí?’”. Purdon les muestra a las personas cómo reconocer que lo que sea que los está preocupando no es ni inminente ni realista. El objetivo, afirma ella, es también ayudarlos a darse cuenta de que están subestimando su capacidad para manejar la situación y sobreestimando las exigencias del entorno.

Cómo manejar el TAG

Para casos leves de TAG, puede ayudar introducir cambios en el estilo de vida. Uno de los más importantes es la actividad física. Investigadores de la Universidad de Princeton descubrieron que la actividad física reorganiza el cerebro de un modo que reduce la respuesta de este órgano ante el estrés, por lo que resulta menos probable que la ansiedad interfiera con el funcionamiento normal del cerebro. El ejercicio también puede contribuir a cansarnos y ayudarnos a descansar mejor, y dormir es clave. La falta de descanso puede potenciar esta tendencia a preocuparse excesivamente.

Lo mismo sucede cuando se dedica demasiado tiempo a los medios sociales. El último año, en un estudio publicado en línea por la revista Computers in Human Behavior se mostró que el uso de múltiples plataformas de medios sociales aumentaba el riesgo de ansiedad y depresión (la realización de tareas múltiples y el pasar de una cosa a la otra se asocian con reducción de la capacidad de atención, disminución de las capacidades cognitivas y alteración del humor).

Existen pruebas que demuestran que lo que comemos también puede desempeñar un rol en nuestra capacidad para calmar la mente. En un estudio realizado en 2015 y publicado en Psychiatry Research se descubrió que comer alimentos con alto contenido de probióticos (como pickles, yogur, chucrut) podría protegernos contra los síntomas de la ansiedad social.

Y en otro estudio que se llevó adelante en los Estados Unidos, en 2011, se informó que los alimentos con alto contenido de omega-3 (como los pescados grasos) se asociaban con niveles más bajos de ansiedad. 

Mantener el curso

Si bien es posible reducir y hasta superar el TAG, procurar mantener una salud mental sólida es un proceso de toda la vida. Mark Virgin, un abogado de 54 años de Vancouver, recibió el diagnóstico dos años atrás y ve a su psicólogo dos veces por año para realizar controles. “Aún sufro de ansiedad, pero ahora cuento con herramientas para poder manejarla”, comenta. Virgin trata de meditar todos los días. También ha reducido el consumo de café y alcohol y mantiene un esquema de actividad física con el que se ha comprometido.

Atemorizado por cómo el estigma vinculado con las enfermedades mentales podía afectar su trabajo y sus relaciones, Virgin inicialmente intentó enmascarar los síntomas hasta que se volvieron extremadamente debilitantes. Se inquietaba por cuestiones potenciales, habitualmente relacionadas con el trabajo, desarrollaba en su cabeza situaciones improbables y pensaba en los peores escenarios posibles. “Llegué al punto de sentir que me costaba salir de casa, y yo soy una persona muy extravertida”, comenta.

La terapia cognitiva conductual ayudó a Virgin a reconocer lo poco convincentes que resultaban los catastróficos relatos que había estado construyendo en su mente. Una de las estrategias que le resultó más útil fue escribir los escenarios posibles y luego releer lo que había plasmado en papel. “Repentinamente quedé perplejo al ver el nivel de desproporción de lo que había construido respecto de la realidad”, afirma.

Virgin ahora habla abiertamente con sus compañeros de trabajo y amigos sobre su experiencia, con el objetivo de alentar a otros a tratar los síntomas de este problema. También desempeña tareas como presidente de la comisión de AnxietyBC. “Decidí compartir mi experiencia para tratar de desestigmatizar el problema”, dice. Espera que el diálogo permita a otros hablar libremente y conocer alternativas de tratamiento.

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