El melanoma es un riesgo, incluso en los meses de invierno.
La prevalencia del melanoma ha aumentado rápidamente en todo el mundo durante un siglo. En los años 30 del siglo XX, la probabilidad de que una persona contrajera melanoma era de una entre 1.500. Hoy es una entre 74 (en Estados Unidos). Y en el Reino Unido, las tasas de melanoma se han triplicado desde los años 90. El promedio de edad del diagnóstico es de 63 años. Aunque parte del aumento puede deberse a una mejor detección, los investigadores también creen que es porque pasamos más tiempo al aire libre bajo el sol, de vacaciones en climas más cálidos durante el invierno y usamos camas de bronceado. El aumento es preocupante, ya que el melanoma es el tipo más peligroso de cáncer de piel. Los que no son del tipo melanoma, como el carcinoma de células basales, rara vez se diseminan a otras partes del cuerpo y a menudo se resuelven mediante cirugía localizada. El melanoma, por otro lado, es mucho más probable que se disemine y sea letal. Hay algunos factores de riesgo para los melanomas, incluyendo la cantidad de exposición al sol acumulada que ha tenido una persona en su vida, y cuántas quemaduras solares. Se cree que se desarrolla cuando los rayos ultravioletas (UV) cancerígenos del sol dañan las células que producen el pigmento en la piel. Las personas de piel clara tienen un mayor riesgo, además de aquellas con antecedentes familiares. Sabemos que debemos cubrirnos y aplicarnos protector solar en los días calurosos y soleados, pero cuando llega el otoño, tendemos a olvidarlo. Los expertos advierten que es un error. Aunque hay menos necesidad de protección solar una vez terminado el verano, la exposición a los rayos UV sigue sumando.
Las precauciones que debemos tomar durante los meses más fríos dependen de en qué parte del mundo vivamos. Cuanto más lejos estemos del Ecuador, más débiles serán los rayos dañinos del sol en invierno; normalmente recibiríamos solo una pequeña fracción de nuestra exposición anual a los rayos UV en los meses de invierno, según el profesor Brian Diffey, de la Asociación Británica de Dermatólogos. Pero no importa dónde residamos y cuál sea nuestra dosis diaria de rayos UV, siempre será un error abandonar la protección solar en invierno. “Es importante utilizar protector solar cuando hay mucho reflejo del sol en la nieve”, dice Victoria Mar, directora del Servicio Victoriano de Melanoma en el Hospital Alfred de Melbourne, Australia.
Si está esquiando, patinando o tirándose en trineo, el hielo y la nieve reflejan hasta el 80 por ciento de los rayos solares en usted, aumentando el riesgo hasta los niveles de verano. Y si durante el día está fuera haciendo cualquier actividad durante una hora o más, debe tomar precauciones: use sombrero y póngase protector solar. “Para que sea más fácil de recordar, haga que el protector solar sea parte de su rutina matinal antes de salir”, aconseja Mar. Por otro lado, debemos evitar las camas de bronceado.
SIGNOS DE ADVERTENCIA: LUNARES QUE CAMBIAN DE TAMAÑO, FORMA O COLOR
Por último, hay que controlar los lunares. “La detección temprana es vital”, dice Diffey. Si se detecta antes de que se disemine a otras partes del cuerpo, la tasa de supervivencia a cinco años es del 99 por ciento. Si se llega tarde, puede caer al 25 por ciento. Los signos de advertencia son un lunar que cambia de tamaño, forma o color, o uno que es asimétrico, a veces conocido como lunar “patito feo”. Si tiene dudas, hable con su médico. Y practique hábitos de sol saludables, incluso con frío.