Nada como un rico pan recién hecho: esponjoso, calentito y listo para untar con lo que prefieras, dulce o salado.
Conozca más sobre la levadura, fundamental para hacer pan casero
La levadura es un hongo microscópico (para los apasionados por la botánica, hongos ascomicetos del género Saccharomyces) y, por más inerte que se vea en su envoltorio, es un organismo vivo. Los fabricantes de levadura separan una diminuta célula sana, la alimentan con nutrientes y ven cómo se multiplica en toneladas de levadura. Un gramo de levadura fresca contiene unos diez mil millones de células vivas, lo que le concede a este hongo microscópico la reputación de “conejo” del reino vegetal.
Con el fin de servir a los propósitos de los panaderos, los fabricantes fermentan la levadura para obtener un producto más concentrado. Pero la levadura no se contenta con quedarse quieta en los recipientes de fermentación: quiere comer. Por lo tanto, se la alimenta con melaza, y continúa creciendo.
Un representante de la industria de la levadura explicó que, en condiciones ideales, un cultivo de levadura de 200 g en un frasco crece hasta unas 150 toneladas en cinco días: lo suficiente para hornear 10 millones de hogazas de pan.
Después de que la levadura adquiere un tamaño voluminoso, se la separa de la melaza y del agua, se la centrifuga, se la lava y, finalmente, se la prensa en cubos o se la seca en forma granulada (variedades que adquiere la mayor parte de los consumidores).
Cuando el panadero (o usted, si se da maña con la cocina) disuelve la levadura en agua, se reactivan los hongos y resurge el apetito de la levadura. Al amasar el pan, el panadero fortalece la estructura de la proteína del gluten de la masa, estirando el gluten lo suficiente para que resista la presión de las burbujas de dióxido de carbono en expansión.