Si a usted le gusta cocinar sabrá que la cebolla picada es una gran aliada ¿Por qué nuestra mejor amiga nos hace llorar?
La cebolla es nuestra gran aliada en la cocina: le da magia a todas nuestras tartas, se dora y da un dulzor único cuando la ponemos al horno con cualquier tipo de carnes, es la estrella indiscutida en toda clase de guisos: prácticamente se adapta a cualquier formato (y mejora todas nuestras recetas).
Todo muy lindo hasta que llega el momento de agarrar el cuchillo: mírelo del lado de la cebolla. La cebolla es totalmente amable con nosotros hasta que empezamos a hacerla trizas sobre una tabla. El acto de cortarla le da vida a un gas, el propanotial S-óxido, que se combina con las enzimas de la cebolla para liberar un compuesto azufrado. Como
resultado, a medida que cortamos la cebolla, el gas se eleva y, al combinarse con la humedad de los ojos, se forma ácido sulfúrico. Los ojos no se sienten felices —aunque nosotros lo estemos— y reaccionan de la única forma que conocen cuando los irrita una sustancia extraña: empiezan a llorar.
Nunca pero nunca se toque los ojos con las manos
refregarse los ojos con las manos es la peor manera de aliviar el malestar, ya que es muy probable que tengamos el gas que induce las lágrimas adherido a ellas. Hemos oído hablar de infinidad de remedios populares para las lágrimas de la cebolla: desde congelarla, hasta frotar la cebolla con limón hasta ponernos guantes cuando las cortamos o usar visores de buceo mientras se practica la “cirugía”. Pero nosotros nos quedamos con la vieja escuela: a quien quiere celeste, que le cueste.