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El poder del contacto

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Los principales neurocientíficos del mundo aseguran que tocar y ser tocados es vital para nuestra salud, bienestar y felicidad. 

Cada dos o tres meses, Thyago Ohana se pasea por las calles de Viena con un letrero que dice “Abrazos gratis”. Este apuesto brasileño de 32 años, que trabaja en comercio exterior en la embajada de la India en la capital austríaca, elige un sitio concurrido, como la histórica calle comercial Kaerntner Strasse, sonríe con encanto y ofrece los brazos a toda persona que desee ser estrechada por ellos. Hace esto porque un día de 2012 en que se sentía estresado y ansioso durante una visita a París, un desconocido le dio un abrazo. Thyago jamás olvidará la inesperada sensación de paz y alegría que experimentó.

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A los que aceptan su ofrecimiento, el abrazo los hace reír y sonreír, pero a veces les aporta más, como a una mujer mayor de un?grupo de turistas que se?detuvo frente a Thyago y le preguntó si podía recibir un abrazo.

¡Claro que sí! —le contestó él, y la envolvió con los brazos. Cuando separaron los cuerpos, la mujer lo sujetó por los hombros y lo miró a los ojos.

Muchas gracias —le dijo—. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que recibí un abrazo así.

Esas palabras todavía emocionan a Thyago. “Fue un momento muy poderoso de contacto humano —afirma—. Por eso sigo dando abrazos”.

El sentido del tacto

De nuestros cinco sentidos, el del tacto es el que más tendemos a dar por sentado y, a la vez, del que menos podemos prescindir. “Un niño puede nacer ciego o sordo y aun así desarrollarse bien, sin deficiencias cognitivas”, dice el experto en neurociencias David J. Linden, autor de Touch: The Science of Hand, Heart, and Mind (“Tacto: la ciencia de la mano, el corazón y la mente”), “pero si un bebé no recibe contacto social amoroso durante los dos primeros años de vida, se desencadenan mil desastres”.

Al recordar la terrible experiencia de algunos niños privados de ese contacto en orfanatos rumanos en los años 80 y 90, Linden señala que no solo tenían dificultades psicológicas e intelectuales, sino que su sistema inmunitario y su aparato digestivo no se desarrollaron bien. Es por eso que ahora, cuando nace un bebé, por lo común es colocado desnudo sobre la piel de su madre. Los estudios indican que se debe acariciar y sostener en brazos a los bebés prematuros, incluso a través de las incubadoras. También es la razón por la cual las técnicas de masaje infantil tienen adeptos incondicionales en todo el mundo.  

En los últimos años, los científicos han empezado a entender el complejísimo sistema de nervios y receptores sensoriales que vinculan la piel y el cerebro con el entorno y las personas que nos rodean. “Aún hay mucho que no sabemos sobre las diversas sensaciones táctiles”, dice Linden. “Lo que sí sabemos es que hay distintos receptores sensoriales de textura, vibración, presión y comezón”.

Uno de los principales investigadores del tacto en el mundo es el doctor Håkan Olausson, profesor de neurociencia clínica en la Universidad de Linköping, en Suecia. Él formaba parte de un equipo que descubrió las fibras aferentes táctiles C, que se encargan de captar y transmitir el significado emocional de las caricias lentas y suaves. Estos nervios reaccionan mejor cuando los toca algo que esté a unos 32 °C, la temperatura de la mano humana. “Son especialmente sensibles a las caricias de otras personas —dice Olausson—, pero también responden a muchos otros tipos de contacto, como la presión en la piel”.

Si las fibras táctiles C no funcionan correctamente, nuestros vínculos emocionales con los demás pueden verse afectados. Según un estudio realizado por el neurocientífico Francis McGlone en la Universidad John Moores de Liverpool, Inglaterra, los niños autistas tal vez presenten un funcionamiento diferente de las fibras táctiles C, lo que hace que hasta una suave caricia de otra persona les resulte desagradable.

Al envejecer, nuestro sentido del tacto se vuelve menos sensible, pero el doctor Olausson y otro equipo de investigadores descubrió que el placer del contacto se conserva e incluso aumenta con los años. Pero como bien sabe Thyago Ohana, aunque los adultos mayores aprecian más el contacto, suelen ser quienes más carecen de él. Según Linden, las investigaciones demuestran con claridad los beneficios del masaje y de otros tipos de contacto social para los ancianos; sin embargo, saber esto no se ha traducido en grandes mejoras en los hogares y los servicios de salud para los adultos mayores.

Masajes para enfermos

El doctor Manuel Arroyo-Morales, profesor de fisioterapia en la Universidad de Granada, España, y sus colegas estudian “el efecto de las manos en el cuerpo humano”. Les interesa sobre todo conocer el impacto del masaje terapéutico en los enfermos de cáncer. Han observado que este tipo de masaje reduce parcialmente el dolor y la fatiga, fortalece el sistema inmunitario y mitiga la ansiedad. De acuerdo con sus hallazgos, los efectos dependen de la actitud del paciente hacia el contacto físico y su relación con el terapeuta. Es un tipo específico de masaje y una “relación táctil convenida” lo que brinda los mayores beneficios, señala Arroyo-Morales.

Joannie McCutcheon, de 65 años, sabe eso por experiencia. En 2005, le diagnosticaron dos tumores cerebrales: un meningioma benigno y el otro un oligodendroglioma, que es más agresivo y suele provocar la muerte en pocos años. Los cirujanos le extirparon parte del segundo tumor; el resto era inoperable. Se hizo voluntaria de la Sociedad Iris contra el Cáncer, una organización benéfica en la que terapeutas especialmente adiestrados dan masajes gratis a enfermos de cáncer. Joannie aplica lo que sabe de informática en el consejo directivo de la sociedad y, como paciente, recibe un masaje cada tres semanas de manos de Angela Secretan, su terapeuta personal y hoy amiga. “Si me siento agotada y con jaqueca —dice—, ella me masajea la cabeza o la espalda y me aplica reflejo terapia en los pies. Parece saber por instinto lo que necesito, y juntas decidimos lo mejor para mí en ese momento. Siempre termino sintiendo que todo está bien otra vez”. 

Así como prolonga la vida, la conexión emocional de la terapia táctil también puede tener un efecto profundo y conmovedor al final de la vida. Simon Robey lo sabe bien. Es coordinador de terapias complementarias y director suplente de cuidados paliativos en el Hogar Saint Joseph, en Londres. Como parte de sus servicios, el hogar brinda gratuitamente una amplia gama de terapias de contacto no solo a los pacientes, sino también a sus seres queridos, que están sometidos a un intenso estrés.

¿Y cómo podemos obtener más contacto amoroso mientras estamos sanos?

Para algunos, la respuesta es las “fiestas de abrazos”, eventos sociales no sexuales de tres horas de duración en los que los participantes hacen justo eso: abrazarse. El Salón Irlandés del Abrazo se celebra en Dublín el tercer domingo de cada mes. Wendy Stephens, de 33 años, supo de él por una amiga. Al ser soltera y vivir cerca de la capital irlandesa, estaba nerviosa y pensó que podría sentirse incómoda, pero resultó ser “una bella experiencia de conexión”. Desde entonces no ha faltado un solo mes. Ahora duerme y come mejor, y su sentimiento de soledad ha disminuido. Se siente más cómoda en su propia piel.

El neurocientífico David J. Linden dice que, sin importar qué haga, pero siempre dentro de las normas culturales, “aumentar el contacto físico en la vida es positivo”, ya se trate de un masaje terapéutico, asir la mano de alguien, acariciar a un perro, ir a la peluquería o abrazar a los hijos, a nuestra pareja o a un desconocido. “Cuando tocamos a otra persona —escribió Linden junto con Martha Thomas en un número reciente de AARP The Magazine—, hacemos una asociación profunda entre el tacto y las emociones que entran en actividad desde el comienzo de la vida”.

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