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Crisis de conciencia

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Aunque no lo creas, las más mínimas cuestiones de la vida diaria pueden causarte culpa. Y los sentimientos de culpa pueden carcomer la estabilidad emocional y atentar contra nuestra salud.  

Desde faltar al gimnasio, hasta no hacer más por nuestros padres ya mayores, o no cumplir con una fecha límite en el trabajo, la persona promedio puede sentirse mal por un sinfín de motivos en cualquier momento, y eso sin ahondar más allá de la superficie. De acuerdo con el doctor Guy Winch, psicólogo autor del libro Emotional First Aid: HealingRejection, Guilt, Failure and Other Everyday Hurts (“Primeros auxilios emocionales: cómo sanar rechazos, culpas, fracasos y otras heridas de la vida cotidiana”), estudios desarrollados durante las últimas décadas sugieren que experimentamos culpa en muchísimos momentos pequeños de nuestra vida diaria. El experto afirma que estos momentos pueden llegar a sumar horas semanales.

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En grandes dosis, explica, la culpa constante es como una “alarma que nunca se apaga” y puede resultar desmoralizante, puede distraernos de nuestras necesidades y hasta afectar nuestra salud a causa del estrés que genera. “La culpa no resuelta o excesiva interfiere con el funcionamiento cognitivo, la concentración y las obligaciones diarias”, agrega Winch. “No nos permite disfrutar la vida”. Según la Asociación Canadiense de Trastornos del Ánimo, la culpa también puede ser un síntoma de depresión.

Si alguna de estas cosas te suena familiar, puede que sea el momento de tomar medidas en forma proactiva. Aquí se describen algunas de las fuentes más comunes de la culpa y algunas maneras de resolver estas situaciones.

Escenario 1

Llama mamá, y al responder el teléfono se escucha: “¡Una semana entera sin saber nada de ustedes!”.

Efecto: la culpa social nos invade a la mayoría de las personas en algún momento, ya sea que estemos consternados por haber decepcionado a algún integrante de la familia o que nos sintamos mal por haber tenido algún intercambio interpersonal incómodo con alguien.

Solución: la investigación muestra que las personas que hacen sentir culpables a otros generalmente no son conscientes del daño que causan. Entonces, si nuestra madre nos hace sentir mal por no llamarla lo suficiente, digámoselo, preguntémosle qué es lo que desea y luego negociemos de manera acorde. Winch también recomienda evaluar la escala de nuestro remordimiento social. “Debemos preguntarnos si el nivel de culpa que sentimos es razonable o no”, dice. El autoconocimiento puede ayudar a mantener estos sentimientos bajo control.

Escenario 2

Nos levantamos listos para afrontar el día. Repentinamente, son las 10 de la noche y nos damos cuenta de que no hemos hecho ni la mitad de las cosas que teníamos en la lista de pendientes.

Efecto: la culpa individual es diferente de su equivalente social ya que la primera se dispara cuando no cumplimos nuestras propias expectativas. Heidi Wiedemann, psicóloga, describe este sentimiento como una lucha interna entre lo que suponemos son nuestros valores y cómo fallamos al tratar de aplicarlos en nuestra propia vida. Para muchos de nosotros, dice la experta, especialmente las mujeres, el impulso puede ser disparado por normas sociales poco realistas, ya sea que tengan que ver con el equilibrio entre la vida familiar y las metas profesionales, o con mantener nuestro propio estado físico. Según una encuesta realizada en 2006 por el Instituto de Estadísticas Canadiense, Statistics Canada, más del 40 % de las mujeres encuestadas que desempeñaban un rol de protección y cuidado experimentaban “significativos” sentimientos de culpa.

Solución: para superar la culpa individual, Wiedemann sostiene que debemos tratar de ser conscientes de cualquier expectativa inalcanzable que exista en nuestro interior, y luego trabajar en la aceptación personal y evitar juzgarse. También debemos recordarnos nuestros éxitos personales. “A nadie le parece extraño hablar de sí mismo en forma negativa —dice—, pero al decirle a las personas que comiencen a hablar de sí mismos con compasión, te miran como si uno fuera de otro planeta”.

Escenario 3

Son las cinco de la tarde y tenemos muchas ganas de irnos de la oficina. Ya estamos camino al ascensor pero advertimos que nuestros compañeros aún están en sus computadoras, y entonces pensamos en volver.

Efecto: el lugar de trabajo es tierra fértil para aquellos que tienden a sentir culpa. Jennifer Newman, psicóloga laboral, afirma que los empleados pueden estar repletos de preocupaciones vinculadas con cometer errores en el trabajo. “Cuando una persona tiene tendencias perfeccionistas, la culpa puede resultar bastante paralizante”, afirma Newman. La productividad de aquellos que vuelven a revisar constantemente su trabajo o que cuestionan sus decisiones laborales se ve seriamente afectada.

Solución: la culpa no analizada puede llevarnos a tomar decisiones incorrectas, pero reflexionar sobre por qué estamos luchando con estos sentimientos puede ayudarnos a resolver problemas, agrega Newman. En lugar de sentirnos inquietos y preocupados por volver a casa a las cinco de la tarde, la experta recomienda ir al frente y preguntar al supervisor si hay alguna obligación de quedarse hasta tarde, aún cuando uno haya terminado su trabajo por el día. Si no fuera obligatorio, debemos disipar cualquier sentimiento culposo, y si lo que se espera es que los empleados usen ese tiempo para encarar nuevos proyectos, podemos adaptar nuestro comportamiento en forma acorde. “Cuando alguien siente que está decepcionando o desilusionando a otras personas, es preciso descubrir si eso es cierto o no”, sostiene Newman. “La culpa es una señal que debe llevar a que nos preguntemos: ‘¿Qué es lo que está sucediendo aquí en realidad?’”

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