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Claves para dormir mejor

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Luego de algunos años de sufrir alucinaciones aterradoras, la autora por fin aprendió a dejar de preocuparse y a disfrutar el sueño.

Luego de algunos años de
sufrir alucinaciones aterradoras, la autora por fin aprendió a dejar de
preocuparse y a disfrutar el sueño.

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Sufro alucinaciones hipnopómpicas, lo cual significa que
veo cosas cuando estoy a punto de despertar. Me incorporo en la cama, con los
ojos bien abiertos, y veo una película que mi cerebro proyecta sobre el mundo.
La causa de mi trastorno es la dificultad para pasar del sueño a la vigilia.

Cuando soñamos, nuestro organismo relaja los músculos
para evitar que saltemos de la cama y reaccionemos ante las imágenes mentales
que estamos
viendo. En mi caso, sin embargo, la relajación muscular no ocurre y me
despierto sobresaltada, aun soñando.

Según el
doctor Raymond Gottschalk, director médico de la Clínica de Trastornos del
Sueño de Hamilton, Canadá, hasta el 15 por ciento de las personas adultas
padecen un tipo genérico de trastorno del sueño llamado parasomnio.

Mis alucinaciones empezaron en 2008. Tenían que ver con
hombres, que con frecuencia acechaban en algún rincón y a veces he visto arañas
gigantescas, insectos monstruosos y murciélagos aterradores. En el trabajo, me
sentía agotada y temblorosa, a punto de estallar en lágrimas, incapaz de
concentrarme. A la noche, tenían que convencerme para que me acostara, y cuanto
más temía dormirme, tanto más alucinaba. Un año después, me ocurría casi todas
las noches.

En la primavera de 2010 asistí a un laboratorio del
sueño, donde le expliqué mi problema a un médico tras otro. Sin embargo, como
los terrores nocturnos se cuentan entre los trastornos del sueño más difíciles
de diagnosticar (a veces se confunden con el síndrome de piernas inquietas, o
con simples pesadillas), pasó casi un año antes de que los médicos atinaran
siquiera a ponerle un nombre a mi afección.

Consulté a
mi médico familiar, quien me dio el nombre de una clínica especializada en
tratamientos de terapia cognitiva
conductual
. Jamás había recurrido a la psicoterapia, y como no tenía
un pasado sombrío ni me agobiaban episodios traumáticos de mi niñez, pensé que
no tendría nada de que hablar. Sin embargo, en vez de buscar las razones
médicas de mi trastorno del sueño, el terapeuta consideró que las alucinaciones
eran consecuencia de mi imaginación desbocada y de un reflejo de lucha o huida
exageradamente activo: algo así
como que me daban ataques de pánico mientras dormía
.

Nos concentramos en las técnicas que yo usaba para
afrontar situaciones difíciles durante el día, a fin de que aprendiera a
controlar la ansiedad nocturna. Anoté mis interacciones con la gente en una
libreta, y luego el terapeuta me ayudó a identificar los problemas que tenía
para manejar la frustración y la ira, o, más bien, mi renuencia a encararlas.
Aprendí la relajación muscular progresiva, técnica en la que se tensa y luego
se relaja cada músculo del cuerpo, la cual suele prescribirse a los insomnes.
También aprendí sobre las distorsiones cognitivas, que en esencia son las
formas en que nuestra mente nos convence automáticamente de cosas que no son
ciertas (pensar, por ejemplo, que “el jefe me mira mal” o que “mi novio no me
quiere”). Aprendí que al no analizar activamente mis ansiedades, tergiversaba
mis interacciones con la gente hasta convertirlas en experiencias sumamente
estresantes que se infiltraban en mis sueños.

Mis alucinaciones
disminuyeron
 después de las
primeras sesiones; para la cuarta, ya habían desaparecido completamente. Empecé
a aceptar que tengo que realizar algunos pequeños cambios en mi vida. Las curas
son pasajeras. Ahora tengo alucinaciones por oleadas.

ALIMENTE SUS SUEÑOS

Lo que consumimos a lo largo del día influye mucho en
nuestro sueño. La médica naturista Kate Rhéaume-Bleue explica la relación entre
lo que comemos y cómo dormimos.

Almuerzo:

  • Dormir
    bien: Sándwiches hechos con pan integral; ensaladas con porotos, paltas,
    semillas (sésamo, girasol, lino, chía); champiñones; frutas.
  • Dormir
    mal:  Carnes ahumadas o procesadas con pan blanco; papas fritas;
    harina refinada (pastas, galletitas) y azúcar.
  • La razón:
    Los nutrientes esenciales, las vitaminas y la fibra provienen de
    ingredientes saludables para sándwiches, no de rebanadas gruesas de pan
    blanco. Los alimentos enteros y nutritivos ayudan a evitar los antojos más
    tarde.

Cena:

  • Dormir
    bien: Carne de pavo o mariscos; verduras y arroz; productos de soja;
    ensaladas con lentejas, garbanzos, huevo, nueces y semillas.
  • Dormir mal:
    Comidas muy condimentadas; quesos añejos; cebolla; tomate; pastas de
    harina refinada; sal.
  • La razón:
    Al combinarse con alimentos ricos en carbohidratos, el triptófano (sedante
    natural presente en la carne de pavo y en los mariscos) se convierte en
    serotonina, que induce el sueño.

Postres y algo más a
media noche
:

  • Dormir
    bien: Pochoclo; galletitas de avena; banana y yogur; cerezas; brócoli y
    puré de garbanzos; pomelo; cereal integral con leche de soja.
  • Dormir mal:
    Chocolate con leche; caramelos; gaseosas; papas fritas; alcohol, té de
    ginseng.
  • La razón:
    El exceso de carbohidratos altera los niveles de glucosa en la sangre. Las
    golosinas que favorecen el sueño combinan carbohidratos complejos con
    proteínas magras y un poco de calcio, para que el cerebro pueda producir
    melatonina a partir del triptófano. El alcohol puede inducir el sueño,
    pero también interrumpirlo.

CON LOS OJOS BIEN
CERRADOS

Durante más de 30 años, el doctor Tore Nielsen, director
del Laboratorio de Sueños y Pesadillas de Montreal, ha realizado
investigaciones sobre las alteraciones del sueño. ¿Su conclusión? Estos
trastornos son tan útiles para llegar a un diagnóstico como cualquier otro
signo vital.

  • Ausencia
    de sueños.
     Síntoma: Suspensión total de la
    actividad de soñar. / Diagnóstico:
    Enfermedades neurológicas, daño del lóbulo parietal (la parte del cerebro
    que procesa la información sensorial para ayudarnos a orientarnos en el
    espacio).

Es casez de sueños. Síntoma:  Deterioro de la capacidad de recordar los sueños;
carencia de intensidad o complejidad en los sueños. / Diagnóstico: Amnesia,
alexitimia (incapacidad de una persona para identificar sus emociones). También
se asocia con el 

  • trastorno de estrés postraumático
    (TEPT), quizá como una estrategia adaptativa contra las pesadillas.
  • Sueños
    excesivos. 
    Síntoma: Los sueños parecen no terminar;
    sueños de actividad física intensa y continua, como realizar tareas
    domésticas o caminar con dificultad entre la nieve o el barro. /
    Diagnóstico: Daño cerebral, abstinencia de drogas.
  • Sueños
    repetitivos. 
    Síntoma: Sueños recurrentes,
    violentos y llenos de acción. En los casos más extremos, la persona
    escenifica la pesadilla que la agobia. / Diagnóstico: Mal de Parkinson,
    demencia, epilepsia, migraña, TEPT. También hay casos de “sueños de
    muerte”, que advierten de infartos inminentes y casi letales (un hombre
    que soñó que se moría en un accidente de tránsito sufrió un ataque
    cardíaco dos horas después).
  • Confusión
    entre los sueños y la realidad.
     Síntoma: Sueños
    hiperrealistas que la persona confunde y los toma como sucesos verdaderos.
    / Diagnóstico: Aflicción (las personas en duelo sueñan con familiares
    fallecidos), síndrome posparto (las madres sueñan que sus bebés corren
    peligro), delirio del convaleciente (los pacientes en recuperación sueñan
    con tratamientos muy dolorosos), psicosis (las personas “oyen” voces que
    las incitan a cometer actos violentos).

 

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