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Los 13 chistes de enfermeras más divertidos del mundo

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Las manos derechas de los médicos y cirujanos saben mejor que nadie que la risa es un remedio infalible. ¡Divertite con estos desopilantes chistes de enfermeras!

 

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Odio la idea de que me metan cuchillo, así que me preocupé terriblemente cuando el doctor me dijo que debía extraerme las amígdalas. Más tarde, la enfermera y yo estábamos llenando un formulario para el hospital. Estaba tan nervioso que no podía ni hablar. La enfermera dejó a un lado el cuestionario, tomó mis manos entre las suyas y dijo:

—No se preocupe. Su operación es muy sencilla.

—Tiene usted razón, soy un tonto —dije, sintiéndome aliviado—. Siga por favor.

—Bien. Ahora dígame usted —continuó la enfermera—, ¿ya preparó su testamento?

EDWARD LEE GRIFFIN

Desde hace un tiempo trabajo como enfermera en un gran hospital. Una mañana, cuando empezaba a bañar a una de mis pacientes, ésta tomó mi mano y me detuvo.

—¿Tienes un hijo pequeño en tu familia? —me preguntó.

—Sí, ¿por qué? —le respondí, intrigada.

—Me lo imaginé —dijo la paciente—. Ésa es exactamente la manera en que estás lavando mi cara.

SRA. DE MILLER

Fui hospitalizada debido a una fuerte sinusitis que me inflamó todo el lado izquierdo de la cara. Al tercer día, supe que por fin me estaba recuperando, ya que la enfermera exclamó llena de emoción:

—¡Mire, sus arrugas están apareciendo de nuevo!

FRANCES M. KRUEGER

Luego de varios días con laringitis, al fin decidí ir al doctor. Después de anunciar mi nombre, la enfermera me preguntó mi edad.

—Cuarenta y nueve —dije en un susurro.

—No se preocupe —susurró también—. No se lo diré a nadie.

LOLA P. BELL

Una tarde, en la sala de operaciones del hospital de donde soy enfermera, escuché a la asistente de un anestesiólogo que intentaba dormir a un paciente.

—Ahora quiero que inhale y exhale… Adentro y afuera —recitó ella—. Lentamente, adentro y afuera —continuó.

El paciente abrió los ojos y preguntó asombrado: —¿Qué acaso hay otra forma de respirar?

ANN QUEZADA

Después del nacimiento de nuestra hija, la enfermera le recomendó a mi esposa que tomara las cosas con calma.

—Usted no debe cargar bultos, nadar, conducir, tener sexo…

Mi esposa la interrumpió.

—¿Durante cuánto tiempo no puedo conducir?

JASON CASTROVINCI

Una amiga mía era enfermera en el centro médico de una ciudad costera. Cierta vez, un turista llegó con un anzuelo encajado en la mano. Como era fin de semana, mi amiga tuvo que hacer venir de su casa a un médico.

El turista casi se desmaya al ver que el doctor era joven, tenía el pelo largo y llevaba sandalias y una camiseta informal.

—Por su aspecto, a mí no me parece que sea usted médico —dijo con recelo.

El doctor miró el anzuelo que el turista llevaba en la mano y contestó:

—Y por su aspecto, a mí no me parece que sea usted un pescado.

MARION O’LEARY

Mientras me recuperaba en el hospital después de que nació mi tercer hijo, pensé que por fin tendría yo tiempo de terminar de leer Doctor Zhivago, de Boris Pasternak. Al ver el libro en la mesa de noche, la estudiante de enfermería que entró a mi cuarto me lanzó una mirada escéptica.

—Si realmente quiere aprender acerca del cuidado infantil —me dijo muy segura—, no hay nada mejor que el libro de consejos del Doctor Spock.

SRA. DE LYCHE

Mientras esperaba en la enfermería de la secundaria, alcancé a escuchar a un compañero decirle al doctor que le dolían los ojos.

—La cabeza me da vueltas —se quejaba— y casi no puedo ver. Después de escuchar sus lamentos durante más de 10 minutos, nuestra escéptica enfermera ya estaba convencida.

—Muy bien. Le hablaré a tu mamá para que pase por ti —le dijo mientras marcaba el teléfono.

—Ah, no; eso no es necesario —contestó él—. Yo puedo irme manejando.

LEEANNE BATEMAN

Había pasado mucho tiempo —siete años para ser exacto— desde que mi amigo Brian no iba a visitar a su médico, por lo que la enfermera le informó que si quería sacar una cita tendría que reprogramarlo como paciente nuevo.

—Está bien —le dijo Brian—, reprográmeme.

—Lo siento —contestó ella—. Pero no estamos recibiendo pacientes nuevos.

BARBARA SAMPSON

En una ocasión en que fui a que me tomaran una muestra de sangre, le advertí a la enfermera de que iba a costarle trabajo encontrarme la vena.

—No se preocupe —me dijo—. Me han tocado casos más difíciles. El año pasado vino una joven a hacerse un análisis de sangre para casarse y le clavé la jeringa seis veces en cuatro puntos hasta que por fin le atiné a una vena.

—Sí —respondí—. ¡Fui yo!

CONNIE DOWN

Un paciente hospitalizado mira con asombro la poca comida que le dan, debido a que tiene que observar una dieta estricta. Se toma lentamente la tacita de sopa, las tres hojitas de lechuga y los 20 gramos de pollito a la plancha. Al terminar, le dice a la enfermera:

—¿Me puede traer una estampilla postal?

—¿Para qué?

—Es que me gusta leer algo después de comer.

MARCELO RUIVAL GÓMEZ

El administrador del archivo de la institución de salud mental donde trabajo como enfermera le pidió a un paciente que le diera una referencia para poder concederle el empleo que solicitaba.

—Yo puedo recomendarlo —ofreció otro paciente—. Fuimos compañeros de celda en la prisión.

JEANNE MULLER

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