Cuidar y contener a los niños que allí se alojan es la tarea principal de la Casa Ronald.
Los niños son la razón de ser de la Casa Ronald, una entidad independiente sin fines de lucro, cuya misión es cuidarlos y contenerlos mientras transitan el intenso momento de curarse de enfermedades que requieren un tratamiento de alta complejidad y la de contener a sus familias, quienes dejan sus hogares para trasladarse a centros de referencia.
Repasando sobre la tarea que desarrollan hace 30 años, un poco de historia sirve para ilustrar de qué se trata ser “niño-céntricos” y la satisfacción de convivir diariamente con sus sonrisas, y ver cómo siguen sus vidas al dejar alguna de las Casas en las que fueron alojados.
La primera Casa en la Argentina abrió sus puertas en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Almagro. Al día de hoy yo fueron acompañadas más de 300.000 familias a través de sus 11 programas. Todos los días, acompañan a 83 familias en las 4 Casas en Buenos Aires, Mendoza, Córdoba y Bahía Blanca.
Además de las cuatro Casas, la institución tiene en el país cuatro Salas Familiares, una Unidad Pediátrica Móvil, la Unidad de Promoción de Hábitos Saludables y la Unidad de Bienestar. Sólo en 2022, pasaron por los diferentes programas, 25.673 niños y familias.
Programas para la salud y el bienestar
Casa Ronald desarrolla programas que impacten en la salud y en el bienestar de los niños y sus familias, para poder hacerlo trabaja en alianza con 7 hospitales de referencia del país.
Una historia de las miles de historias que describe cómo viven los niños la ayuda que recibieron durante su curación en alguna de las Casas Ronald, es la de Matías Melnik. Cuando era un bebé de apenas una semana de vida, sufrió un extraño tipo de cáncer. Estuvo junto a su familia en una de las Casas Ronald, y tras una compleja cirugía que duró 15 horas y continuó con una larga etapa de controles, fue dado de alta. Hoy día, Matías tiene 21 años y está cursando el cuarto año de la carrera de Medicina para darle algo a la ciencia.
Recibir amor y volver a darlo. Tener vocación de servicio. Honrar la vida. En una entrevista que recientemente le realizaron en Infobae a él y a Clarita, su madre, Matías cuenta en primera persona: “Me crié en hospitales, pasaba la mayor parte del tiempo ahí, y aunque no tengo tanto recuerdo de las sesiones de quimio porque tenía 14 meses cuando empecé, sí me acuerdo de los controles que tuve que hacerme durante seis años hasta que me dieran el alta”.
Por su lado, la madre, quien siempre lo acompaño, contó: “Nosotros estuvimos todo ese tiempo en La Casa Ronald, que está a dos dos cuadras del Hospital Italiano, y estaremos siempre muy agradecidos porque ahí nos sentimos contenidos, y me dí cuenta que no era yo sola la que estaba pasando por algo así”. Y agrega: Son 30 familias y cada una con su problemática .Ves otras cosas que son incluso peores; entonces el abrazo de algún papá, de alguna mamá que están pasando por eso, que te cuenta que su hijo ya está bien, te alienta a seguir”.
Los médicos que intervinieron en las operaciones, hablan de milagro respecto de la pronta recuperación de Matías. Sin dudas un niño resiliente, apoyado por su familia, contenido en una Casa Ronald, quien además de celebrar cada día de la niñez de manera especial, eligió a través de la medicina, salvar vidas.
La Casa provee espacios como las Salas Familiares, pensadas para brindar un espacio de descanso a aquellos papás que tienen a sus hijos internados, puedan distenderse, comer, lavar la ropa y participar de distintos talleres con el propósito de que puedan acompañar con mayor calidad de vida a sus hijos.
El futuro de tantos chicos que pasan por las Casas Ronald es el motor de sus 25 colaboradores y sus más 200 voluntarios. Ayudar a quienes están en una situación vulnerable, y más siendo niños, está en el espíritu de quienes llevan adelante la tarea de contener. A través de abrazos, juegos, dibujos y todo aquello que sea necesario para que cada chico sienta que no está solo.
Otros casos de niños que han pasado por las Casas Ronald de Córdoba y Mendoza son el de Fabricio Brito. Oriundo de Río Cuarto, Córdoba. Llegó, junto a sus papás y su hermano menor, a Casa Ronald Córdoba en febrero de 2013 y volvió a su casa terminado su tratamiento oncológico por una leucemia linfática a fines del mismo año. Hoy Fabricio tiene 25 años y Bautista, su hijo, 3.
También el de Mariana Sinchuck, que es de La Escandinava, Mendoza. Llegó, junto a su familia, a Casa Ronald Mendoza con 13 años por un diagnóstico de leucemia linfática aguda y volvió a su casa luego de siete meses de tratamiento. Hoy Mariana tiene 32 años, es Licenciada en Psicomotricidad Educativa y profesora en una escuela rural mendocina.
Catalina Pardo Echeverría es de Pinamar, Buenos Aires. Llegó, junto a su mamá Jemina, a Casa Ronald Buenos Aires en agosto de 2014 y volvieron a su casa después de esperar dos años su trasplante de corazón. Hoy Cata tiene 17 años, está terminando sexto año y quiere estudiar artes culinarios.
Celebrar las infancias, promover su bienestar, respetar sus derechos, cuidar su salud y actuar diariamente para que puedan vivir mejor, a través del amor a ellos y a sus familias, para que puedan transitar amorosamente una compleja enfermedad.