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La lucha contra los virus

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Usted controla muchos de los factores que pueden mantener fuerte su inmunidad.

Una de las cosas que la pandemia del Covid-19 ha dejado clara es que algunas personas que contraen el virus apenas sufren síntomas, mientras que otras enferman de gravedad. Y aunque las personas mayores lo pasan particularmente mal, algunas sobreviven, incluso centenarias. Con respecto a las más jóvenes, cuyos sistemas inmunes se suponen más fuertes, también han muerto afectadas por el virus. Entonces, ¿qué factores intervienen para que algunas personas tengan un sistema inmune más fuerte que otras, independientemente de la edad? ¿Por qué, por ejemplo, su pareja o sus hijos pueden enfermar y usted no, o viceversa?
Sabemos que la función de nuestro sistema inmune se reduce con la edad. Al igual que ocurre cuando ve una foto suya de hace diez años y otra de esta misma tarde, se ven cambios en la cara, la piel y el color del pelo. Es el paso del tiempo. “Ocurre el mismo proceso con nuestro sistema inmune,” afirma el doctor Insoo Kang, profesor adjunto de medicina y director del Departamento de Alergias e Inmunología de la Facultad de Medicina de Yale. Kang lleva 20 años estudiando el envejecimiento humano. “Las células inmunitarias, especialmente las CD8+ T [un tipo de linfocito], cambian con la edad. Vemos menos, necesarias para reconocer nuevos microorganismos emergentes como los del virus Covid-19. Le ocurre a todo el mundo a un determinado nivel, pero no a todos al mismo ritmo.” La diferencia en el ritmo del declive entre unos individuos y otros es uno de los grandes misterios de la ciencia. El sistema inmune es complejo, pero la mayoría entendemos lo básico: nuestro cuerpo detecta a un intruso, un virus, una bacteria, un parásito o un objeto extraño, y produce linfocitos para combatirlo. La pregunta es cuántas células produce cuando tiene 73 años, frente a cuando tiene 45. Y también es una de las grandes incógnitas de la pandemia del Covid-19: ¿por qué un hombre de 104 años sobrevive cuando hay personas con la mitad de años que no lo hacen? Por suerte, no estaremos siempre en situación de pandemia. Pero podemos utilizarla para conocer más los cambios de nuestro sistema inmune con la edad y para saber cómo reducir el declive y aumentar nuestras reservas inmunológicas para la próxima vez que enfermemos.

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Inmunidad y envejecimiento

Nuestro cuerpo simplemente produce menos células inmunitarias cuando nos hacemos mayores, afirma el doctor Atul Butte, profesor de epidemiología, bioestadística y pediatría de la Universidad de California, en San Francisco “y nadie sabe por qué.” Butte trabajó con un equipo de investigación en una amplia revisión de 242 estudios sobre la inmunidad que reveló pautas sobre cómo nuestro sistema inmune cambia según nos hacemos mayores. Determinadas células inmunitarias clave, las células B (linfocitos que generan anticuerpos para luchar contra la infección) y las células T (linfocitos que atacan a los virus) son menos numerosas conforme pasan los años. Por ejemplo, poseemos dos amplias categorías de células T: células que tienen “memoria” y que se han encontrado un determinado patógeno y “recuerdan” cómo luchar contra él; y células “naive”, como las CD8+ mencionadas anteriormente que pueden luchar contra cualquier cosa. “Hemos visto especialmente que el número de células T naive disminuye con la edad,” afirma Butte. Entonces, pongamos que aparece el Covid-19. Algo nuevo que no hemos visto nunca antes, por lo tanto, los humanos no tenemos células con memoria que podamos movilizar (aunque la nueva investigación sugiere que algunos de nosotros podemos haber formado algunas defensas si tuvimos contacto con otros coronavirus anteriores). Las células naive tienen que luchar, y las personas mayores tienen menos con lo que luchar. Esto hace que la mayoría sean más vulnerables, pero no todas, porque no todos los sistemas inmunes se degeneran de la misma forma. Por ejemplo, otro factor es que algunas personas mayores saludables tienen poca degeneración o ninguna en las células T. Algunas demostraban tener tan poca degeneración como la gente joven, y las mujeres en general tenían más células T al envejecer que los hombres. Nadie sabe realmente cuál es la cantidad saludable de células B y T. Butte dice: “En análisis de hemoglobina o para medir el nivel de hierro en sangre, sabemos cuál sería el intervalo o rango de referencia, sin embargo, no tenemos ni idea de cuál es el de referencia de estas células. Ni siquiera las medimos en un análisis normal”.
Los motivos por los que estas células se degeneran con el tiempo podrían ser varios. ¿Genética? ¿Estilo de vida? “Sabemos que en parte depende de la genética,” afirma Butte. “Pero es discutible en qué medida si lo comparamos con el entorno y el estilo de vida.” Los factores del estilo de vida como la falta de sueño, el estrés crónico y el aumento de peso con frecuencia provocan inflamación crónica leve, al igual que ocurre con los trastornos sistémicos como las enfermedades autoinmunes y la disminución de las funciones hepática y renal. Dicha inflamación degrada el sistema inmune, porque lo hace trabajar de forma anormal poniéndolo en marcha constantemente. Ello acelera el proceso de envejecimiento a nivel celular. Puede originar enfermedad coronaria, diabetes tipo 2, Alzheimer… comprometiendo el sistema inmune sin que apenas nos demos cuenta.

“La mayoría de los sistemas de nuestro organismo están estrictamente regulados,” afirma el doctor Sean Xiao Leng, pediatra y profesor de la facultad de geriatría de la Universidad Johns Hopkins. “El sistema inmune no es una excepción y por ello es tan peligroso”.

Cómo salvar nuestro sistema inmune

No hay nada que pueda hacer acerca de su genotipo, pero afortunadamente, muchos factores que afectan positivamente a su sistema inmune pueden estar bajo su control. Tómeselos en serio, insta Leng. Aunque puede que no sea capaz de detener la disminución de la inmunidad según envejece, cualquier ralentización que pueda producir significa una mayor reserva inmune en cualquier momento. Eso es crítico en lo que se refiere a las infecciones. Cuando hablamos de vulnerabilidad en los ancianos, afirma Leng, hay dos factores importantes: “el primero es la incidencia. Si se contagia o no. Pero el otro es la gravedad. Aunque no tenga el resultado de incidencia que desea, tener una función inmune más fuerte puede determinar la gravedad con la que se infecta.” En otras palabras, toda prevención ayuda.

Movimiento

El ejercicio regular aumenta la función inmune y disminuye la inflamación. Un estudio realizado en 2019 por Nature Reviews Immunology reveló que el músculo esquelético es un “gran órgano regulatorio inmune” que genera proteínas antiinflamatorias e inmunoprotectoras llamadas mioquinas. Un estudio de 2018 reveló que los ejercicios de mayor intensidad pueden reducir el declive del sistema inmune en los ancianos. “El ejercicio fortalece el cuerpo y puede ser la intervención más importante en el estilo de vida que puedes aportar,” afirma Kang. CONOCIMIENTO DE UNO MISMO Butte afirma que las personas hoy tienen un mayor conocimiento de su salud. Por ejemplo, los asmáticos pueden medir su flujo máximo de aire para saber cuál es su saturación de oxígeno normal. “Cuantos más dispositivos y herramientas podamos utilizar, más conocimiento tendremos,” afirma. “Si algo cambia, no va simplemente al médico y le dice ‘tengo un problema respiratorio.’ Puede decirle, ‘mi saturación ha disminuido un 8%.’” Adelantarse a las enfermedades crónicas que tenga le permitirá detectar el declive rápidamente, para que usted y su médico puedan decidir la terapia más efectiva.

Nutrición

Que una buena dieta evita la obesidad, letal en lo que se refiere a la inflamación, es de sentido común. Pero las investigaciones también revelan efectos nutricionales específicos en la función inmune en los ancianos. Un estudio realizado en la revista Nutrients, en 2018, demostró que los nutrientes básicos como las vitaminas A, C, D, E, y B, junto con el ácido fólico, el hierro, el selenio y el zinc, son esenciales para la “inmunocompetencia” y su deficiencia provoca el descenso de la producción de células T y la incapacidad de resolver la inflamación. Trate de equilibrarlos, afirma Kang: “no coma solamente verdura sino también proteínas y fibra.” Esta última es importante porque alimenta las bacterias buenas del intestino y puede ayudar a reducir la inflamación. “Tenemos muchas células inmunes en el intestino que ayudan a regular la salud. La fibra dietética tiene algo más que hacer que se muevan los intestinos.

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