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Inventores: ¿de dónde nacen sus ideas?

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Sus creaciones nos asombran: explorá su mente junto a nosotros

 

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¿Qué es lo que enciende la creatividad en los inventores? Aquí cinco pautas de pensamiento que distinguen a los inventores y creadores:

1. Se preguntan constantemente “¿Qué pasaría si…?”

 

El impulso de inventar tiene sus raíces en una naturaleza inquieta, en una necesidad de experimentar tan sólo por ver los resultados. Ese fue el caso de Willard Boyle, miembro del Salón de la Fama Canadiense de Ciencia e Ingeniería. En 1969, mientras trabajaba para los Laboratorios Bell, en Nueva Jersey, diseñó junto con George Smith el dispositivo de cargas interconectadas o acopladas (CCD, por sus siglas en inglés), un chip fotosensible capaz de almacenar y reproducir imágenes, que más tarde se usaría en todo tipo de aparatos, desde cámaras digitales hasta el telescopio Hubble. Sin embargo, en ese momento no resultaba clara la utilidad del CCD. Boyle simplemente estaba interesado en examinar nuevos procesos: aplicar cambios a un sistema y observar qué ocurría. “Muchas veces me pregunté ‘¿Qué pasaría si…?’”, dice el inventor, quien ahora tiene 84 años, está jubilado y reside en Nueva Escocia. “Se trata de vivir una vida llena de curiosidad”, dice.

 

Cuando Brad Caruk era chico y vivía en Winnipeg, sentía una compulsión similar por investigar y por saber. ¿Qué pasaría si combinaba un muñeco G.I. Joe, un jeep de juguete, un motor de reloj, un sensor infrarrojo, un abrelatas, un anzuelo y una caña de pescar?, se preguntó un día. El resultado fue un escenario de guerra en movimiento. El cuarto de Brad estaba lleno de partes de aparatos electrónicos. Luego se convirtió en animador por computadora, y a los 23 años fundó la empresa Digital Pictureworks. Se hizo socio de SideTrack Technologies, y diseñó un método para proyectar “videoanuncios” en las paredes de los túneles del subterráneo: usar luces sensibles al movimiento para iluminar una serie de imágenes fijas al paso del tren. SideTrack tiene contratos con el sistema de tren subterráneo de varias ciudades, y ahora crea los avisos usando múltiples barras de diodos emisores de luz. En cierta forma, Caruk aún se siente el niño que no dejaba de hacer experimentos. “Mi pasatiempo se convirtió en mi negocio”, dice.

2. Disfrutan el proceso, no sólo el resultado

 

Los inventos pueden tardar años en rendir frutos, así que sus creadores deben esperar pacientemente su recompensa, ¿o no? Al contrario: aunque la comercialización de un invento suele ser el mayor premio al esfuerzo, para un inventor las gratificaciones son constantes. “Cada paso que uno da es un momento de hallazgo interesante”, dice Anina Sakaguchi, bioingeniera egresada de la Universidad de Guelph. Allí fue miembro de un equipo de alumnos que ganó el Concurso Dyson de Diseño Canadiense de 2008, por la creación de un original sistema de frenos de bicicleta operado con una sola mano. Con cada nueva versión del diseño, ella se hacía una pregunta: ¿Cómo puedo mejorarlo? Los triunfos y los tropiezos pueden ser igualmente estimulantes. “El público ve el producto final, pero lo que a mí me interesa es cómo se llega a ese punto”.

3. Ven el mundo igual que un niño

 

Al ver una olla y una cuchara de madera, un adulto quizá piense en una sopa hirviendo sobre la hornalla, pero un niño puede ver en ellos un instrumento musical. Un chico que golpetea una olla es en esencia un inventor, afirma Mark Ellwood, ex director de la Alianza de Inventores de Canadá.

 

“Eso es lo que hacen los inventores: ven nuevas posibilidades y no siguen los convencionalismos”, dice.

 

Katie Bell, compañera del equipo de Anina Sakaguchi, coincide con esa opinión. Dice que los inventores más creativos conservan la capacidad de asombro de los niños ante al mundo que los rodea. Ella recuerda haber visto, desde el edificio de ingeniería de su universidad, una enorme grúa en un sitio en construcción. «Pensé en su funcionamiento, en cómo alzaba la carga y en el operador”, cuenta. “Estaba como hipnotizada”. Ese es el tipo de cosas que intrigan a un niño o, en este caso, a una inventora en ciernes de 22 años.

4. Se aferran a sus sueños

 

¿Son más creativos los inventores que el resto de la gente? No forzosamente, dice el psicólogo Robert Epstein, profesor de la Universidad de California en San Diego. A muchas personas se les ocurren ideas fascinantes y con potencial comercial. “Pero los inventores corren riesgos”, afirma. “Analizan bien sus ideas, las repiten en voz alta y trabajan con ellas”. En esencia, agrega, los inventores tratan de hacer realidad sus sueños.

 

Epstein describe un método usado por Thomas Edison: se sentaba en una silla con un balero en la mano y trataba de dormir una siesta. Pronto entraba en el estado hipnagógico (momento entre la vigilia y el sueño en el que mucha gente tiene alucinaciones visuales y auditivas). Cuando Edison se relajaba, el balero caía al suelo y lo despertaba; entonces anotaba las ideas que se le habían ocurrido durante ese lapso. “La gente creativa descubre todo tipo de conexiones interesantes que no siempre parecen lógicas, pero que a veces resultan geniales”, señala Epstein.

5. No se desaniman fácilmente

 

La invención puede ser un camino solitario que exige “confianza intelectual en uno mismo”, dice la profesora Jones-Gotman. El rechazo es común. James Dyson diseñó la aspiradora que hoy lleva su nombre tras ser desairado por los grandes fabricantes de esos aparatos. Necesitó cinco años y 5.127 prototipos para lograr su objetivo. “Hay que ser capaz de perseverar”, señala.

 

Como dice Rob Walker, el socio de Brad Caruk, uno de los rasgos más importantes de los inventores es la tenacidad. La tecnología de videoanuncios en el subterráneo de Sidetrack tuvo su origen cuando Walker trabajaba en marketing para una empresa aeroespacial. Un día en que viajaba en el subterráneo de París, miró la pared desnuda del oscuro túnel y se preguntó: si colocara una serie de imágenes en esa pared y después pasara en un tren a la velocidad correcta, ¿la vería animarse, como en esos libritos de dibujos móviles que hacen los chicos? Él y Caruk recuerdan su primera “prueba en el mundo real”. Imprimieron 75 carteles y los clavaron en postes de madera a lo largo de una calle de Winnipeg. Luego la recorrieron en una camioneta, con la ventanilla abierta y luces estroboscópicas destellando, y videograbaron los carteles. Las imágenes realmente parecían moverse. La idea funcionó.

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