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Historias cortas: Papá Oso

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Un hombre dispuesto a salvar al oso malayo ha transformado esta tarea en la misión de su vida.

En la Nochebuena de 2017, imágenes escalofriantes de un oso malayo desmembrado en un mercado de comidas de Kuching en Sarawak, Malasia Oriental, se volvieron virales en las redes sociales. Su cabeza y las partes de su cuerpo se vendían como carne exótica.
Estos osos, que poseen una distintiva mancha blanca o amarillenta en el pecho, son los más pequeños de su especie. Los adultos miden entre 120 y 150 centímetros de altura y no pesan más de 80 kilos. En Malasia, es ilegal cazar, matar o vender estos osos, pero el peso de la ley no ha logrado impedir esta práctica.
Proteger a estas hermosas y amenazadas criaturas, también conocidas como osos de sol de Malasia y osos de miel, se ha convertido en la misión de Wong Siew Te, biólogo especialista en vida silvestre. En 2008, Wong fundó el Centro de Conservación del Oso Malayo de Borneo (BSBCC, por sus siglas en inglés) en Sepilok, Sabah.
En aquel momento, Wong era un estudiante de doctorado que se había mudado a Sepilok luego de completar el trabajo de campo exigido para obtener dicho título.
Tenía bajo su responsabilidad el cuidado de siete osos malayos rescatados en el Centro de Rehabilitación de Orangutanes de Sepilok. “El edificio donde habían alojado a los osos estaba deteriorado y solo contaba con jaulas”, recuerda el experto de 49 años.
Wong tuvo una visión: primero, transformar el edificio en un centro de conservación equipado con espacios forestados donde los osos pudieran ir y venir durante el día; luego, crear un centro participativo, donde el público pudiera informarse sobre las dificulta- des que enfrentaba esta especie.
Pero antes que cualquier otra cosa, Wong necesitaba dinero para materializar su plan. Luego de varias campañas, que incluyeron donaciones del Ministerio de Turismo malayo y de la Fundación Sime Darby, en enero de 2014 el BSBCC abrió sus puertas al público.
Hoy, los visitantes pueden ver a los osos desde una plataforma de observación, escuchar charlas y ver videos sobre estos hermosos animales. En el centro trabajan 28 empleados que cuidan a 44 osos malayos. Durante la década pasada, 58 osos de esta especie adoptaron el centro como su casa y dos de ellos han sido exitosamente regresados a la vida salvaje.
Las principales amenazas que enfrenta la población de osos malayos en el sudeste asiático son la deforestación y la caza furtiva. Estos animales son asesinados por la creencia errónea de que su carne tiene valor medicinal y las partes de sus cuerpos se venden en los mercados locales. Las redes sociales también han facilitado la tarea de los comerciantes ilegales quienes trafican en línea distintos productos como vesículas, garras y patas de oso.

Wong creció en penang, en la región norte de Malasia peninsular, y allí aprendió a amar a los animales. Cuando tenía cinco años, recuerda, sus padres llevaron a casa unos pichones de gorrión que habían caído de los nidos. Él los cuidó hasta que recuperaron la salud.
Desde siempre quiso convertirse en experto en animales. “Sabía lo que quería hacer desde muy pequeño”, afirma. “Estaba decidido y mi sueño nunca cambió”.
En 1994 Wong ingresó a la Universidad de Montana en los Estados Unidos para estudiar biología de la vida silvestre. Allí conoció a Christopher Servheen, quien estaba buscando a un estudiante de Malasia para llevar adelante un estudio sobre osos malayos. Fue ese proyecto el que marcó el camino que recorrería el resto de su vida.
Casi dos décadas después, Wong trabaja unas18 horas diarias en el BSBCC. Ofrece conferencias, controla a los osos y toma las decisiones necesarias para administrar un santuario de animales.
“Cuando los osos están felices, también yo estoy feliz”, confiesa. “La realidad es que aún estoy en zona de guerra. Es muy positivo haber logrado instalarnos, pero nuestro trabajo aún no ha terminado. Son muchas las cosas que quedan por hacer si realmente queremos salvar a estos osos”.
En cualquier negocio tiene que existir oferta y demanda. Desafortunadamente, reconoce Wong, la educación no es suficiente para poner fin a la demanda de partes del cuerpo de estos osos. “Podemos decirle a las personas que no compren esto y aquello, pero después de años de trabajar en el ámbito de la educación, aún existe un pequeño grupo de personas que lo arruina todo”, sostiene.
El paso siguiente y crucial es la efectiva aplicación de la ley. Según Wong, esto solo podrá suceder cuando los encargados de aplicarlas comiencen a tomar con seriedad los delitos contra los animales. “Los casos de caza furtiva de especies silvestres deberían tratarse de la misma forma que un caso de homicidio entre humanos. Solo en ese momento lograremos atrapar a todos los cazadores ilegales y sancionarlos de manera acorde”, declara el experto.
Pero el tiempo se acaba, advierte. “Los próximos diez años serán determinantes. Si fallamos, muchas especies se extinguirán”.
La tarea que aún queda por delante a veces puede sentirse como una batalla cuesta arriba en una montaña empinada. Wong admite que la situación le produce enojo, pero aún así se considera afortunado de haber tenido la oportunidad de estudiar a los osos malayos. Ese es el motivo por el que trata de mantenerse optimista e inspirar a la mayor cantidad de personas posible.
“Los osos malayos no tienen voz, somos nosotros quienes debemos hablar en su nombre. Tenemos que pelear por sus derechos. Tenemos que exigir justicia por ellos”.

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