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Marzo de 1949: Renacer después de una destrucción nunca vista

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Uno de los momentos más crueles de la Segunda Guerra
Mundial y de la historia humana fue el bombardeo atómico de Hiroshima y
Nagasaki. En una nota conmovedora, Selecciones narró los esfuerzos de un médico
japonés para lograr que la esperanza y amor a la vida renaciera entre los
sobrevivientes.

Brotes de verdura en Hiroshima

Tokushi Imamura. Marzo, 1949

A principios de agosto de 1947, dos años precisamente después de la caída de la bomba atómica en Hiroshima, volví a aquella ciudad e hice una visita al doctor Terufumi Sasaki, cirujano del Hospital de la Cruz Roja, sobreviviente del suceso. Para entonces había él realizado cosa de 2.000 operaciones de cirugía plástica en otras tantas víctimas de la explosión. De esa visita saqué una extraña y emocionante historia.

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“Pika-don” o “golpe relámpago”, me dijo, fue el nombre expresivo que la gente de Hiroshima dieron a la nueva arma misteriosa. Poco después de la explosión se empezó a decir que en un lapso de 70 años ningún ser humano, ningún animal ni planta alguna podrían sobrevivir en Hiroshima; que la radiactividad acababa aun con la vida de las criaturas que vivían bajo tierra, como las lombrices y los topos.

(…) En cierta clínica (…) el terror y la desesperación rayaba en locura. “¡Déjennos salir!” gritaban. “¡Aquí solo la muerte nos espera!” (…)

-Esperen ustedes -les dijo (el médico) en su desesperación- Tengo una idea. Hagamos un experimento. Sembraremos unas semillas de rábanos y aguardaremos a ver el resultado. (…) Diez días después de depositadas las semillas, uno de los pacientes llegó jadeante al salón:

-¡Amigos! -gritó ¡Ya están brotando!… ¿No comprenden? ¡Las semillas han germinado! ¡Muy finitos los tallos, pero han salido!

(…) Hay quemaduras que todavía no sanan, como hay muchos pacientes que mejoraron del todo. Pero la posibilidad de cultivar flores y hortalizas ha sido, creo yo, el factor de más eficacia para acabar con el pánico y traer de nuevo esperanzas al pueblo de Hiroshima.

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