Un hombre dispuesto a salvar al oso malayo ha transformado esta tarea en la misión de su vida.
Wong creció en penang, en la región norte de Malasia peninsular, y allí aprendió a amar a los animales. Cuando tenía cinco años, recuerda, sus padres llevaron a casa unos pichones de gorrión que habían caído de los nidos. Él los cuidó hasta que recuperaron la salud.
Desde siempre quiso convertirse en experto en animales. “Sabía lo que quería hacer desde muy pequeño”, afirma. “Estaba decidido y mi sueño nunca cambió”.
En 1994 Wong ingresó a la Universidad de Montana en los Estados Unidos para estudiar biología de la vida silvestre. Allí conoció a Christopher Servheen, quien estaba buscando a un estudiante de Malasia para llevar adelante un estudio sobre osos malayos. Fue ese proyecto el que marcó el camino que recorrería el resto de su vida.
Casi dos décadas después, Wong trabaja unas18 horas diarias en el BSBCC. Ofrece conferencias, controla a los osos y toma las decisiones necesarias para administrar un santuario de animales.
“Cuando los osos están felices, también yo estoy feliz”, confiesa. “La realidad es que aún estoy en zona de guerra. Es muy positivo haber logrado instalarnos, pero nuestro trabajo aún no ha terminado. Son muchas las cosas que quedan por hacer si realmente queremos salvar a estos osos”.
En cualquier negocio tiene que existir oferta y demanda. Desafortunadamente, reconoce Wong, la educación no es suficiente para poner fin a la demanda de partes del cuerpo de estos osos. “Podemos decirle a las personas que no compren esto y aquello, pero después de años de trabajar en el ámbito de la educación, aún existe un pequeño grupo de personas que lo arruina todo”, sostiene.
El paso siguiente y crucial es la efectiva aplicación de la ley. Según Wong, esto solo podrá suceder cuando los encargados de aplicarlas comiencen a tomar con seriedad los delitos contra los animales. “Los casos de caza furtiva de especies silvestres deberían tratarse de la misma forma que un caso de homicidio entre humanos. Solo en ese momento lograremos atrapar a todos los cazadores ilegales y sancionarlos de manera acorde”, declara el experto.
Pero el tiempo se acaba, advierte. “Los próximos diez años serán determinantes. Si fallamos, muchas especies se extinguirán”.
La tarea que aún queda por delante a veces puede sentirse como una batalla cuesta arriba en una montaña empinada. Wong admite que la situación le produce enojo, pero aún así se considera afortunado de haber tenido la oportunidad de estudiar a los osos malayos. Ese es el motivo por el que trata de mantenerse optimista e inspirar a la mayor cantidad de personas posible.
“Los osos malayos no tienen voz, somos nosotros quienes debemos hablar en su nombre. Tenemos que pelear por sus derechos. Tenemos que exigir justicia por ellos”.