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Surfistas en campaña

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Este grupo de surfistas que decidió ayudar al planeta. Conocé a fondo la iniciativa. 

Los océanos reciben 206 kilos de basura por segundo. El listado incluye un inventario variado y perturbador: desde tapitas de gaseosas (suelen aparecer decenas en la panza de aves migratorias que mueren de a miles por esa causa) incluyendo restos de petróleo, envases de insecticidas y metales pesados, hasta autos, heladeras y lavarropas. Prácticamente todos los tipos de desperdicios que por lo común llegan a los vertederos pueden aparecer en el océano, en islas remotas o sobre las playas que bordean a las ciudades. El nuevo paisaje de basurales flotantes es un indicador del impacto que produce nuestro modo de vida en el ambiente.

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Surfistas de California lo habían advertido mientras desafiaban olas y decidieron emprender acciones a principios de los 80. En Malibú crearon una organización llamada “Surfrider” ante la posibilidad cierta de no contar con el ambiente que sostiene el vaivén que tanto los atrae.

Una leyenda mundial del surf como Tom Curren se sumó desde Biarritz, Francia, para formar equipos en toda Europa y en 2010 se lanzó el proyecto en Latinoamérica con el concurso de organizaciones en Panamá, El Salvador y la Argentina. El director ejecutivo de la sede de Surfrider en Mar del Plata, Gustavo Huici, explica que hay que conservar los escenarios naturales y a la vez emprender acciones que influyan en el comportamiento de las personas en lo referido a proyectos inmobiliarios, manejos costeros equivocados y la basura.

“La playa no es un cenicero” es el nombre de una campaña de sensibilización en la que participaron decenas de niños durante el último verano. Juntaron miles de colillas de cigarrillos y tapitas de gaseosas que cubrían el arenal. Según observadores de la  Convención para la Protección del Medio Ambiente Marino del Atlántico del Nordeste (Convención OSPAR), los plásticos constituyen el 70 por ciento de los desechos encontrados en playas europeas. La ONU agrega que esa basura terminará depositándose en el fondo de los océanos formando un cementerio tóxico. “Además estamos muy atentos al cambio climático”, dice Huici.

Hay razones suficientes para atender las variaciones atmosféricas. Hace tres años, cuando los surfistas de todo el mundo empezaron a sumarse, poblados enteros resultaron devastados en Centroamérica. Acontecieron lluvias “como nunca habíamos visto”, decían entonces los pobladores. Llegaron a acumularse 1.400 milímetros que ensancharon los ríos, arrancaron árboles de cuajo y arrastraron basura de todo tipo hacia el océano que perdió su tinte esmeralda para convertirse en un espacio de color chocolate y pestilente.

La legión de surfistas promotores de mejores prácticas en el Cono Sur tiene sede en Playa Serena, Mar del Plata. Se desplazan en un escenario tradicional del surf argentino, ubicado en la Ensenada de Mogotes, entre El Faro y Los Acantilados. La franja sufre erosión del océano y los desagües, desaparición de médanos y, en algunos casos, disminución de las olas por prácticas destempladas que propician los concesionarios de los balnearios al interferir con edificaciones de hormigón asentadas sobre superficies que requieren movilidad, como las dunas. Desde surfrider, una organización sin fines de lucro, propician un nuevo modelo de uso de playas donde se contemple el acceso público libre, la construcción de instalaciones que represente la ocupación mínima de los espacios naturales, seguridad y limpieza. Cuentan con un eslogan que ha resultado desafiante, especialmente para la comunidad local: “Playa pública, playa limpia”.

Emilio vive aquí. Repara tablas y enseña a los más jóvenes a surfear. Comparte las nuevas ideas y está convencido de que “la educación y las investigaciones son fundamentales para promover los cambios…”. Los surfistas locales trabajan en lo que denominan “Las iniciativas oceánicas”. Se trata de movilizaciones ciudadanas que propician la limpieza de playas, lagos y fondos marinos, cursos y charlas sobre educación marina y de áreas costeras que imparten en escuelas, las aulas de la Universidad o en una playa. El espacio litoral de la Argentina enfrenta distintos desafíos que incluyen los usos y actividades, aumento en el nivel del mar, deterioro del hábitat y, por lo tanto, amenazas a los recursos pesqueros y turísticos. Los hechos resultan más notorios si se tiene en cuenta que, según las revisiones, de aquí al año 2050 las poblaciones costeras se duplicarán.

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