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Marisa Brel. Madre a pesar de todo

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Marisa Brel es una abanderada de la maternidad. Recorrió un arduo camino para ser madre pero finalmente lo logró: tuvo a su hija Paloma.

(continuación de: Marisa Brel. «Madre a pesar de todo»)

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-Escribir tu libro “Voy a ser madre… a pesar de todo”, ¿fue liberador?

Fue movilizador; tardé nueve meses, ¡toda una vida! No lo hice de corrido, porque debía volver a lugares que ya no quería recordar, de mucho dolor y angustia; pero cuando lo terminé fue muy sanador. Sentí un gran alivio. Hay un antes y un después de mi libro (N. de la R: va por la séptima edición)

-¿Y cómo es ese después?

Es bárbaro. A partir del 5 de octubre, día en que nació mi libro –mi hijo de papel- sucedieron tantas cosas fuertes en mi vida… Yo pensaba que sólo iba a ser material de referencia para tantas mujeres y hombres que atraviesan una historia similar, pero cuando lo presenté —sólo 4 días después de haber salido a la venta—- ya estaba agotada la primera edición. ¡Me desbordé de amor! Recibo miles de mails con preguntas y agradecimientos; me paso horas del día contestando. El libro abrió mi veta de servicio.

-O sea que te acercó aún más a tu misión…

Con el libro encontré mi propósito en la vida. Tantos años preguntándome “¿por qué?” y ahora con el libro me contesté el para qué; tuve que pasar por todo esto justamente para aprender. Yo le agradezco siempre a Paloma que haya tardado tanto en elegirme como mamá, porque gracias a ella yo puedo hoy ayudar a mucha gente. Sin quererlo, me convertí en una suerte de gurú de la fertilidad: en los talleres hablo de mi testimonio, pero me enfoco en la motivación.

-¿Cómo fue el camino de la búsqueda de Paloma?

Fue muy duro. Soy una sagitariana que todo lo que se mete en la cabeza lo logra y esta área —la de la salud y la maternidad— no podía manejarla. En cada tratamiento hay que hacerse estudios, ecografías, sacarse sangre, luego viene la extracción de los óvulos, esperar a que se forme el embrión y al cabo de varios días, una vez en el útero, uno piensa: ‘ya está, estoy embarazada’. Después vienen otros 14 días, en los que se espera el resultado; y, además, cuando falla el procedimiento es desgarrador.

-La infertilidad es una enfermedad silenciosa y sin síntomas físicos, hasta que se torna desesperante.

Exacto y por eso es muy difícil de aceptarla. Si hoy tuviera que transitar todo ese camino con todo lo que aprendí, lo haría de otra manera. Cambiaría el enfoque, viviría el hoy y confiaría en que un almita me va a elegir y que va a llegar en el mejor momento; bajaría la intensidad para que si el golpe es negativo no resulte tan demoledor… Antes estaba apurada y también desesperada; hoy lo viviría con mucho más amor y tranquilidad.

-Pero lo vivirías igual…

¡Obvio! El libro además me potenció la necesidad de ser madre de nuevo. Yo quiero otro hijo y Paloma quiere un hermano, porque a pesar de tener su medio hermano (hijo de Carlos Evaristo, su marido) al que amamos profundamente, él ya es grande.

-¿Cómo abordás este tema con ella?

Siempre he hablado delante de ella de la búsqueda a través del procedimiento, para que sea un tema natural. Trabajo para que no sea tabú porque justamente no lo es, pero sí para la mayoría de los hombres porque confunden virilidad con infertilidad. Ahí está el punto que hay que destrabar.

-Fuiste encontrando en el camino un montón de complicaciones que impedían un embarazo natural, diferentes diagnósticos…

Soy un combo de infertilidad, ¡tengo todo! Trombofilia, salpingitis… Pero aún así no me detuve ni me detengo. Quiero tener otro hijo y pensé en repetir el procedimiento, pero luego desistí: tengo 41 años, perdí en 1999 un embarazo y después de eso vinieron diez tratamientos; uno positivo y otros nueve en los que sentí la misma sensación que cuando perdí mi primer embarazo, desolación. No tengo más resistencia para un no. El enfoque cambió desde que está
Paloma; ya no es un “a pesar de todo”. Por eso después pensé en adoptar, pero me dijeron que tenía que esperar algunos años. Pensé entonces en una adopción internacional, pero tampoco resultó viable. Para mí adoptar es el acto de amor más maravilloso que pueda existir.

-Otro intento no, adopción nacional no, adopción internacional tampoco… ¿entonces?

Cuando presenté mi libro en Miami conocí al doctor Fernando Akerman, especialista en infertilidad y que trabaja con la posibilidad de vientres sustitutos. Me contó que podía hacer el tratamiento en la Argentina y terminarlo en los Estados Unidos, e implantar el embrión. No lo dudé. Me hice los primeros estudios, le conté a Paloma, ya estamos en la línea final y ¡estoy ansiosa, muy emocionada y sensible, me siento casi embarazada! Creo que desarrollar una vida en un vientre me parece una evolución personal y espiritual que es interesante experimentar, un acto de amor puro. De hecho, con mi abogada, empezamos a trabajar para presentar un proyecto de ley de madres subrogadas.

-Tenés un norte claro: ya se logró una ley y van por varias más.

Sí, después de la presentación de mi libro, trabajamos con el gobierno de la provincia de Buenos Aires y en diciembre pasado se promulgó la primera ley de
fertilización  asistida gratuita en toda América
, ¡fue una de las cosas más importantes de mi vida! Ya nació Ramiro, el primer bebé de esta ley y cada vez hay más… También me sumé al proyecto de la nueva Ley de Adopción que ya ingresó en la Cámara de Diputados. Estamos hablando de infertilidad que es una enfermedad y todos tenemos derecho a la salud.

-En el camino de búsqueda de Paloma escuchaste muchas veces la palabra NO, ¿eso te convirtió en una madre muy permisiva, todo SÍ?

¡No! Tuve una mamá muy sobreprotectora y no me hizo bien. Con Pali tenemos una relación divina; soy una madre muy presente y muy compañera pero cumplo ese rol y no el de amiga porque no me gusta confundirla. Nos encanta jugar, pintar, viajar, compartimos el arte y los juegos en la Wii. Sí, le pongo límites porque hay que educarla, pero ella también es mi maestra: me enseña a vivir el día a día, plenamente enfocada en el hoy. Trato de practicar el desapego para no limitarla; mi hija es independiente y le doy una libertad que tal vez a mí no me hayan dado…

-Bueno, casualmente la llamaste ¡“Paloma”!

¡Claro! Mi Paloma tiene alas…

 

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