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Cáncer de próstata: avances y promesas

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Un nuevo método de control sorprendentemente sencillo permite a algunos hombres tener una vida más larga y saludable.

Un nuevo método de control sorprendentemente sencillo permite a algunos hombres tener una vida más larga y saludable.

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Hace tres años, cuando Philip Segal fue a consultar a su urólogo, recibió la noticia que más temen los hombres: había células cancerosas en su próstata. Esta glándula, del tamaño de una nuez, rodea el cuello de la vejiga y la uretra y produce una parte del líquido seminal. El cáncer de próstata es el tipo de neoplasia más común entre la población masculina adulta en todo el mundo, y en muchos países sólo el cáncer pulmonar lo supera como causa de muerte por cáncer entre los varones adultos.

Segal, contador de 65 años residente en Toronto, Canadá, de pronto se vio en un dilema: ¿debía someterse a la extirpación de la próstata? ¿A quimioterapia, radiaciones o terapia hormonal? ¿ O a la braquiterapia, tratamiento en el cual se implantan semillas radiactivas en la próstata?

Por sorprendente que parezca, Segal descartó todo tratamiento, y hoy, tres años después, se siente muy contento con su decisión.

“Muchos me preguntan, casi sin poder creerlo: ‘¿Tienes cáncer de próstata y no haces nada al respecto?’”, dice. “Pero yo siempre les respondo que sí estoy haciendo algo: vigilo constantemente mi estado de salud junto con mi médico, e iniciaré algún tratamiento si surgen señales de que el tumor está creciendo”.

La estrategia que Segal adoptó se conoce como “vigilancia activa”, un nuevo método de monitoreo desarrollado en Canadá que empieza a ganar aceptación en el resto del mundo. De hecho, ya está en marcha un estudio internacional en el que participan diversas instituciones de salud y cuyo propósito es comparar el tratamiento estándar del cáncer prostático con la vigilancia activa. El estudio, llamado “La terapia de vigilancia contra el tratamiento radical” (START, por sus siglas en inglés), es dirigido por el doctor Laurence Klotz, jefe de urología del Centro Sunnybrook de Ciencias de la Salud, en Toronto.

Hasta ahora, seis estudios internacionales —entre ellos uno realizado por Klotz en Ontario, en el que participaron 500 hombres durante un periodo de 10 años— muestran que la aplicación de la vigilancia activa en varones con cáncer de avance lento no aumenta la incidencia de metástasis ni la tasa de mortalidad. El grupo de participantes del estudio de Ontario presentó una tasa de mortalidad por cáncer de próstata menor al dos por ciento, y se observó que esos hombres tenían 20 veces más probabilidades de morir por otra causa.

Estos hallazgos sobre la vigilancia activa no podían haber sido más oportunos. En la primavera de 2009, dos estudios de largo plazo revelaron que la prueba de antígeno prostático específico (APE) —la prueba de sangre usada para diagnosticar el cáncer de próstata— no contribuye a reducir la tasa de mortalidad; además, puede conducir a un exceso de diagnósticos de ese cáncer y, en consecuencia, a la aplicación innecesaria de tratamientos (por cada hombre que realmente padece la enfermedad, alrededor de 48 presentan resultados positivos falsos en la prueba).

“La prueba de APE detecta a muchos hombres que no van a morir de cáncer de próstata”, dice Klotz. “Al acercarse a la vejez, entre 50 y 75 por ciento de todos los varones contraen esta enfermedad, pero sólo un tres por ciento muere a causa de ella”.

Según Klotz, la prueba de APE y las biopsias subsecuentes pueden someter a muchos hombres a un doloroso e innecesario tratamiento contra el cáncer, cuyos probables efectos secundarios (como disfunción eréctil e incontinencia urinaria) afectarán aún más su calidad de vida.

La prueba de APE ha suscitado controversia desde hace unos 20 años. En muchos países, no forma parte de los exámenes físicos generales que las dependencias de salud oficiales aplican a la población masculina adulta, y los recientes hallazgos sobre la vigilancia activa confirman una opinión que desde hace tiempo sostienen algunos expertos en medicina preventiva: que el uso de la prueba de APE en hombres asintomáticos tiene pocos beneficios y puede resultar más dañina que útil.

Sin embargo, Klotz y el doctor Martin Gleave, director del Centro de Estudios de la Próstata de Vancouver, señalan que, a pesar de la controversia en torno a la prueba de APE y sus inconvenientes, este examen ayuda a los pacientes y a sus médicos a tomar decisiones bien informadas respecto al tratamiento. “La prueba de APE es imperfecta, pero cuando se aplica e interpreta correctamente, puede ayudar a reducir la morbilidad y mortalidad de esta enfermedad tan común”, dice Gleave. “El hecho de que le diagnostiquen cáncer de próstata a un hombre no significa que por fuerza requerirá un tratamiento”.
Y es aquí donde entra la vigilancia activa: este método permite a los médicos usar las concentraciones de APE en la sangre y los resultados de las biopsias para distinguir, hasta donde el conocimiento actual lo permite, entre los tumores de avance lento y las formas más agresivas de cáncer que ponen en peligro la vida.

Al decir de Klotz, el éxito de la vigilancia activa depende de tres factores básicos: elegir a los hombres adecuados para aplicarla, explicar bien la estrategia a los pacientes cuya primera reacción (casi siempre instigada por la esposa y otros familiares) sea pedir que se combata el cáncer “de inmediato”, e intervenir oportunamente cuando la vigilancia activa revele que el tumor está creciendo.

Un paciente es apto para aplicar la vigilancia activa si, una vez que recibe el diagnóstico de cáncer de próstata, presenta estas condiciones:

Una concentración de APE en la sangre menor o igual a 10.

La biopsia revela un tumor de bajo volumen con una calificación Gleason de seis o menos (la calificación Gleason es una evaluación de la agresividad del cáncer en una escala del 2 al 10; a mayor agresividad, más alta es esa calificación).

Si la etapa del cáncer prostático se encuentra entre T1c y T2a (T1 y T2 son las etapas iniciales de este cáncer, cuando las células malignas están confinadas a la próstata).

Klotz afirma que entre 40 y 50 por ciento de los pacientes recién diagnosticados son aptos para aplicar la vigilancia activa.

Los hombres que optan por este método deben ser capaces de vivir con la certeza de que dentro de su próstata hay células ligeramente anormales que pueden volverse malignas, y sin saber cómo se comportarán esas células en los años siguientes, dice Klotz. “A veces, resulta muy difícil saber que uno tiene cáncer y no hacer nada al respecto”, comenta Tom LePoidevin, de 76 años, ejecutivo de ventas y mercadotecnia jubilado. Este hombre, residente en Collingwood, Canadá, tenía 60 años cuando le diagnosticaron cáncer de próstata, con base en los resultados de una prueba de APE (su nivel era de 4.2, ligeramente alto) y una biopsia.

Desde entonces, bajo la supervisión de sus médicos, ha aplicado la vigilancia activa para seguir la evolución de su enfermedad. Se ha hecho la prueba de APE cada seis meses, pero su nivel de antígeno se ha mantenido entre tres y cuatro, sin indicios de que el cáncer siga desarrollándose. Además, las biopsias que le practican a intervalos de dos o tres años tampoco han revelado ningún aumento en el volumen del tumor.

“Estoy muy satisfecho de haber elegido este método”, dice LePoidevin. “Creo que más hombres deberían considerar esta opción”.

Los pacientes que aplican la vigilancia activa deben recibir un tratamiento más agresivo si su nivel de APE se duplica en un lapso menor de tres años, o bien, si las biopsias revelan un aumento en el volumen del tumor o la presencia de más células cancerosas agresivas. Sin embargo, dice Klotz, 65 por ciento de los hombres no muestran un desarrollo acelerado del tumor y, como LePoidevin, pueden seguir sólo con la vigilancia activa.

Bill Coulter*, empleado público jubilado de Victoria, Canadá, tenía 63 años cuando le diagnosticaron cáncer de próstata, en 2006. Al principio reunió los criterios para aplicar la vigilancia activa y aceptó de muy buena gana la opción; sin embargo, transcurridos dos años, los resultados de una prueba de APE revelaron de pronto que el tumor estaba creciendo y, en noviembre de 2008, se sometió a una prostatectomía radical.

Hoy, al analizar las cosas en retrospectiva, no lamenta haber recurrido a la vigilancia activa. “No pude aplicarla más tiempo, pero al menos pasé dos años muy buenos”, dice Coulter, quien ahora padece incontinencia y disfunción eréctil a consecuencia de la extirpación de la próstata. “Me alegro de ya no tener el tumor, pero nadie me habló de los efectos secundarios”. Aunque sigue muy activo (hace trabajo voluntario y practica deportes), ahora debe usar pañales para adulto noche y día.

Coulter confía en que la fisioterapia, el ejercicio y la regeneración de sus nervios lo ayuden a recuperar el control de la vejiga, pero no hay garantías de que lo logre, y tampoco de que recobre por completo la función sexual. “Por eso creo que más hombres deben buscar información sobre la vigilancia activa”, concluye.

En Toronto, Philip Segal agrega: “No sé qué me depare el futuro. Tal vez reciba unos resultados de laboratorio que revelen que mi tumor está creciendo y me vea obligado a someterme a un tratamiento, lo que haré si hace falta. Por lo pronto, la vigilancia activa es lo mejor para mí”.

Cabe decir que, en los últimos tres años, los niveles de APE de Segal han disminuido: de un máximo de 4.3 a 2.78. “Me alegro mucho de haber elegido la opción de la vigilancia activa”, insiste. “Puedo llevar una vida normal y, al mismo tiempo, hacerme cargo de una enfermedad grave”.

 


 

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