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Exclusividad isleña

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Con el tiempo, flora y fauna de una isla se van diferenciando de tal manera que resultan peculiares en comparación con las de otros lugares.

¿Por qué son tan peculiares la flora y la fauna isleñas?

Con el transcurso del tiempo, la flora y la fauna de una isla se van diferenciando de tal manera que resultan peculiares en comparación con las de otros lugares. Al adaptarse a su nuevo medio ambiente, muchas plantas y animales evolucionan hasta constituir especies completamente nuevas, exclusivas de una isla en particular.

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La incapacidad de volar, por ejemplo, es cosa común entre las aves isleñas. El cormorán de las Galápagos y el kiwi de Nueva Zelandia figuran entre las muchas que han perdido la capacidad de vuelo, posiblemente porque nunca tuvieron necesidad de huir con rapidez ya que no había predadores. Muchos insectos isleños tienen también alas pequeñas e inútiles o carecen totalmente de ellas.

El gigantismo es otra tendencia evolutiva de las especies isleñas: algunos de los ya extintos epiomis de Madagascar y moas de Nueva Zelandia medían más de 3 metros de alto y en las Galápagos y en ciertas islas del océano Índico sobreviven aún tortugas gigantes que llegan a pesar algunos cientos de kilos. También las plantas, desde algunas relacionadas con el girasol hasta los cactos, pueden alcanzar dimensiones arbóreas. Muchas veces las islas constituyen reservas naturales en las que se conservan los descendientes de animales que han desaparecido en el resto del mundo. Los lémures, primitivos animales emparentados con los monos, se hallaban en tiempos remotos muy difundidos por diversas partes del mundo; sin embargo, estos primates sobreviven ahora sólo en Madagascar. Los tenrecs son también exclusivos de Madagascar y no se encuentran en ningún otro lugar; algunos de estos extraños animalitos insectívoros se parecen a los erizos; otros, a los ratones, a los topos y otros mamíferos.

¿Qué cambios producen en las islas sus nuevos habitantes?

Las islas, de tamaño reducido y rodeadas por el mar, no ofrecen vía de salida para las especies terrestres cuando tienen que competir con los animales introducidos por el hombre, y los resultados son generalmente desastrosos. Hace ya siglos, las ratas que iban como polizones se establecieron en muchas islas en las que no había mamíferos nativos; en Hawai y en algunas islas del Caribe se introdujeron posteriormente mangostas para controlar a las ratas, pero en lugar de hacerlo, exterminaron a las aves nativas que anidaban en tierra. Hace tiempo los navegantes europeos dejaron en libertad cabras en ciertas islas para contar con carne fresca cuando pasaran por allí. Las cabras devoraron todo lo que encontraron a su paso y transformaron los chaparrales en desiertos, acabando al mismo tiempo con la fauna que dependía de la flora nativa.

También las plantas introducidas pueden causar problemas. En la isla hawaiana de Kauai, las zarzamoras han escapado de los cultivos y convertido los bosques de las tierras altas en formidables marañas. Las plantas nativas, incapaces de resistir a estas agresivas trepadoras, pueden estar en vías de extinción. Es de esperar, en beneficio de la fauna y la flora isleñas, que cualquier introducción futura se haga con extremada cautela y que algunas islas se conserven como santuarios dada su riqueza en especies nativas.

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