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Dactiloscopía genética: identificación infalible

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En cada molécula del ADN se encuentra una secuencia de información genética.

¿Qué es la identificación genética?

La identificación genética ha modificado el campo de la criminología, del que es el método más preciso. Las probabilidades de que dos patrones genéticos sean iguales son casi nulas. No existiría una pareja similar entre todos los habitantes del mundo. Esta técnica se emplea también para demostrar la paternidad de los hijos y para controlar la cruza de animales en peligro de extinción.

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El profesor Alec Jeffreys, genetista de la Universidad de Leicester, Inglaterra, descubrió las huellas genéticas en 1984. Realizaba investigaciones en torno al ADN (ácido desoxirribonucleico), la sustancia química del núcleo de toda célula, que determina las características individuales de las personas, como el color del pelo y de los ojos. La estructura del ADN es diferente en todos los seres, a excepción de los gemelos idénticos.

El profesor Jeffreys descubrió que en cada molécula del ADN se encuentra una secuencia de información genética, la que se repite muchas veces a lo largo de toda la estructura molecular.

La longitud de la secuencia, las veces que se repite y su ubicación dentro de la estructura del ADN son factores propios de cada individuo.

Por medio de las computadoras, esa secuencia se transforma en un registro visual. La imagen, la «huella genética», consiste en una serie de barras registradas en una placa radiográfica.

Las huellas genéticas son tan importantes para demostrar la culpabilidad como la inocencia. Por ejemplo, un ladrón que rompa una ventana podría herirse y dejar en el vidrio una mancha de sangre. Con ésta se elaboraría un registro genético. Después, tras el arresto de un sospechoso, se le tomaría a éste una muestra de sangre y se compararía con el registro. Si coincide, es que se trata del ladrón; si no, es inocente.

¿De sospechoso a culpable?

De contar la policía con una huella genética pero no con algún sospechoso, se realizan pruebas de sangre entre ciertas personas. El primer registro genético masivo ocurrió en 1987, en el municipio de Leicestershire, Inglaterra, cuando se tomaron muestras de 5.500 hombres que vivían en los alrededores del poblado donde dos muchachas habían sido violadas y asesinadas. Así se llegó a descubrir al criminal. Un individuo reveló que un compañero de trabajo le había pedido que tomara su lugar cuando se tomaron las muestras de sangre. Un sospechoso acusado previamente de uno de los asesinatos fue dejado en libertad porque su huella genética no coincidía con las tomadas en el lugar del crimen.

Las huellas genéticas sirven también para determinar quién es el padre de un niño y resolver disputas de paternidad. Las cadenas del ADN contienen características tanto del padre como de la madre. Al comparar las huellas genéticas de madre e hijo, un perito llega a determinar con certeza cuáles partes de la cadena del hijo no coinciden con las de la madre y deben proceder de su padre.

Otro uso se da en los trasplantes de médula que se hacen a quienes sufren de leucemia. Los médicos verifican si el código genético de un paciente después de un trasplante coincide con el del donador. Si es así, el trasplante fue exitoso y produce leucocitos sanos. De lo contrario, la intervención no funcionó. Esto permite la posibilidad de realizar otra operación.

Los zoólogos se sirven del código genético para controlar la cruza de animales escasos y preservar así la especie. Al comparar el código genético de los que están en peligro de extinción, se evita la cruza entre ejemplares emparentados, que produciría proles débiles.

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