Los sonidos dicen mucho acerca del estado de los órganos de la cavidad torácica.
Percutir el tórax de un paciente es algo así como tocar un tambor o golpetear una pared para localizar dónde hay una falla. El médico pone una mano sobre el pecho del paciente y da sobre ella unos golpecitos con los dedos de la otra mano; va repitiendo esta operación metódicamente en distintos puntos del torso y escucha con atención los diferentes sonidos que producen esos golpecitos. Para un oído bien entrenado, los sonidos dicen mucho acerca del estado de los órganos de la cavidad torácica. A esta técnica se le llama percusión auscultatoria.
Unos pulmones sanos, llenos de aire, resuenan como si allí hubiera un hueco. Si los alveolos están distendidos, como sucede en los enfisematosos, los pulmones también resuenan, pero la resonancia es mucho mayor de lo normal. Por el contrario, si los pulmones están parcialmente infiltrados de líquido o se ha colapsado uno, el sonido que producen es seco.
¿Qué información obtiene el médico mediante la palpación?
El método de exploración que se basa en el tacto se llama palpación. Cuando se trata de un examen del tórax, el médico coloca las manos simétricamente sobre uno y otro lados del torso del paciente y le pide que respire profundamente. Si los pulmones y la caja torácica funcionan bien, el médico notará que ambos lados se expanden y se contraen en la misma medida.
Después, el médico le pide al paciente que diga varias veces «33», palabras escogidas simplemente por su resonancia. Normalmente, las vibraciones de la cuerdas vocales se transmiten a los pulmones y de ahí a la pared del tórax, donde el médico las siente a través de los dedos. Los cambios en la transmisión de las vibraciones le indican si hay alguna lesión pulmonar.