Sherlock Holmes, y el doctor Jekill y el señor Hyde son dos casos muy conocidos.
El perspicaz cirujano observó con detenimiento al nuevo paciente que tenía delante. «Veamos, amigo, usted ha servido en el ejército», dijo el médico con voz aguda y chillona. El paciente, que iba vestido de paisano, asintió con la cabeza mientras respondía: «Sí, señor». «No ha pasado mucho tiempo desde que se licenció», prosiguió el médico. «No, señor», fue la respuesta. «¿De un regimiento escocés?», quiso saber el médico. «Sí, señor», confirmó el paciente. «¿Suboficial?», inquirió el médico, y de nuevo la respuesta fue: «Sí, señor». El médico meditó unos instantes y dijo: «¿Destinado en Barbados?». Y, como siempre, el hombre respondió: «Sí, señor».
Cuando el doctor Joseph Bell, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Edimburgo, hubo terminado el interrogatorio, el grupo de estudiantes que lo rodeaba estaba profundamente impresionado, y más que ninguno el joven Arthur Conan Doyle, de 17 años, que era secretario y alumno de Bell. Años después, Conan Doyle crearía a su famoso detective de ficción, Sherlock Holmes, inspirándose en la capacidad de deducción del doctor Bell.
El primer detective científico
«Verán, caballeros», comentó Bell cuando el paciente se hubo marchado aquel día de 1876. «A pesar de ser un hombre respetuoso, no se ha quitado el sombrero. Así acostumbran a hacerlo en el ejército, pero si llevara mucho tiempo licenciado habría aprendido las costumbres de los civiles. Tiene un aire autoritario y es a todas luces escocés. Por lo que a las Barbados se refiere, sufre de elefantiasis, una enfermedad del Caribe».
Doyle nunca olvidó el particularísimo método de trabajo de Bell. «El diagnóstico era su punto fuerte, no solo de las enfermedades, también de las ocupaciones y del carácter… Traté de crear a un detective científico».
La doble vida de Deacon Brodie
En 1886, el autor escocés Robert Louis Stevenson publicó su macabra obra maestra El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. En esta novela corta, un médico respetuoso de la ley, el doctor Jekyll, inventa una droga con la que se transforma en un asesino demoníaco, el señor Hyde, así como un antídoto con el que consigue recobrar durante algún tiempo su personalidad «real».
Al igual que Conan Doyle, Stevenson nació y se crió en Edimburgo, donde, de niño, oyó contar la historia del infame Deacon Brodie, quien a finales del siglo XVIII había llevado una increíble doble vida en esa ciudad. De día, William Brodie, que nació en la capital escocesa en 1741, trabajaba como ebanista. El título de Deacon (decano) se refería a su vida profesional: era decano del gremio de carpinteros. Además de construir delicados armarios para los banqueros y negociantes más encumbrados de la ciudad, también era recibido en sus casas como invitado de honor. Pero de noche, Deacon se colaba en las casas y oficinas de sus clientes, gracias a las copias de las llaves que se había fabricado mientras trabajaba, y salía cargado de oro, plata, joyas y dinero.
Su carrera delictiva tocó a su fin con su último golpe, un atrevido asalto a la Oficina General de Impuestos de Escocia, la noche del 5 de marzo de 1788. Detenido y juzgado, Brodie fue declarado culpable de robo con allanamiento de morada y sentenciado a la horca.